A QUEMARROPA - AVENTURAS DE JESS W. EARP EN EL SALVAJE OESTE DE ASTURIAS - NOVENA Y ÚLTIMA ENTREGA: SE VA UN JINETE LIBRE Y SALVAJE | JESÚS PALACIOS

 Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias

Novena y última entrega:
Se va un jinete libre y salvaje



Una vez más se repitió la misma historia. The same old shit. Llegó la hora de partir. Ese monstruo al que llaman “civilización” acabó por cercar peligrosamente la pequeña ciudad de SN. Sin que sepamos muy bien si es la Peste quien lo trae o, a la inversa, si es él quien arrastra consigo la Pestilencia, al final da lo mismo. El hecho es que las horas de libertad en SN, con su viejo estilo de vida y sus habitantes al margen de la ley y el orden, estaban contadas. Otro rincón de la Frontera, quizá el único que todavía quedaba aislado del horror en el que se ha transformado el Territorio, desaparecería pronto, invadido por hordas de hombres de uniforme, ya sea el uniforme de policías y soldados o, peor aún, el de los hombres “de bien” que acuden todos los días a su trabajo, de traje chaqueta y sombrero hongo, a cumplir fielmente sus horarios y deberes, sean estos poner absurdas estampitas en no menos absurdos documentos o abrir la trampilla bajo el patíbulo para colgar hasta morir a quienes somos diferentes a ellos.



A buen seguro, mientras escribo esto, habrán arribado caravanas de colonos, repletas de hombres, mujeres y niños honrados. Los peores. Escoltados por regimientos uniformados de asesinos, que a lo largo del camino han borrado del mapa sistemáticamente a todo bisonte, nativo o bandido con el que se han cruzado, si es que todavía quedaba alguno. Pronto, si no lo han hecho ya, abrirán tiendas, hoteles, oficinas y, tarde o temprano, cárceles y museos donde encerrar a quienes somos, como yo, vestigios de otros tiempos. En breve, si no lo hicieron ya, libreros y vendedores ambulantes recogerán sus tenderetes. Los últimos hombres y mujeres libres, pistoleros, vaqueros sin rumbo, prostitutas orgullosas, buscadores de oro y utopías, anarquistas sin dios ni amo, apátridas de la Frontera que odian las fronteras y los límites, tendrán que salir como hice yo, a escape, si no quieren convertirse en decoración navideña colgando de patíbulos y árboles, piñatas putrefactas para que jueguen los hijos de las familias perfectas ―de perfectos esclavos― que serán muy pronto los nuevos “dueños” de la ciudad.


Jim B. Miller y sus cómplices, linchados sin juicio en Ada (Oklahoma), el lunes 19 de abril de 1909, por el asesinato del ranchero y marshall Gus Bobbitt en Texas
 

La Frontera va así agonizando, muriendo, y no precisamente poco a poco, sino con la veloz marcha de los raíles del Caballo de Hierro, con la velocidad inmensurable de los bytes y megabytes digitales que atraviesan invisibles las distancias, llevando consigo la enfermedad del hombre civilizado. La burocracia, el orden, las leyes arbitrarias de los poderosos, los códigos de un mundo sórdido, aburrido y vengativo para con quienes han soñado o sueñan que otros mundos son posibles. No quedó, pues, más remedio que coger de nuevo las riendas de mi montura, asegurar la silla, comprobar la munición, llenar la cantimplora de agua y la petaca de licor, ajustar la cartuchera y terciar el Winchester, subir a lomos del noble animal y, herido centauro del desierto, volver a huir como un valiente.



Pero hay rumores en la pradera. Hay promesas de sangre en el viento, que huelen a incendio y pólvora fresca. Mientras se preparaban para marchar los pistoleros, los bandidos, rebeldes y estudiantes, agitando en el aire sus sombreros, algunos cruzaron entre ellos esotéricas consignas, se hicieron masónicos gestos invisibles, susurraron a voces secretas conspiraciones. Quizá el año próximo volvamos a ese pueblo. Tal vez haya sonado ya la hora de las pistolas. Y cuando las buenas gentes de la Nueva SN se dirijan tranquilamente a la iglesia endomingados, con sus hipócritas ruegos en los labios, puede que se encuentren con un ejército desharrapado y sucio, un grupo salvaje de poetas y asesinos apestados, pintando de rojo sol y cielo y gritando ante sus rostros asustados: “¡Vamos a matar, vamos a matar, compañeros!”.


Jesús Palacios 😈


Mucho más en:

👉Tercera entrega: Alimañas

👉Cuarta entrega: Hasta que llegó su hora

👉Quinta entrega: Oeste maldito

👉Sexta entrega: Enmascarados

👉Séptima entrega: Realismo gótico

👉Octava entrega: Lecturas fronterizas

 

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