A QUEMARROPA - Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias - Primera entrega: Llega un forastero | Jesús Palacios



Desde hace más años de los que puedo y debo recordar, la Semana Negra de Gijón cuenta conmigo para una serie de columnas diarias que se publican en las páginas de su periódico A Quemarropa, decano de la prensa negra y criminal española. Utilizando torpemente heterónimos que harían enrojecer de vergüenza al maestro Pessoa, para enmascarar a medias mi auténtica e infinitamente banal personalidad (caracterizada por su falsa modestia), he cumplido a lo largo de varias décadas el sueño de todo esquizofrénico afectado de personalidad múltiple con delirios de grandeza, combinados con paranoia aguda y manía persecutoria, encarnando desde ositos de peluche y heroínas espaciales sexy hasta guerreros bárbaros, asesinos en serie o el mismísimo dios (eso sí, creado a mi imagen y semejanza). Este año me tocó ser un pistolero anarquista y sucio (sobre todo de mente), clamando por una revolución violenta en mitad de la epidemia, para desesperación de Pablo Batalla, esforzado director de A Quemarropa, y Ángel de la Calle, director de la Semana Negra, a quienes agradezco infinitamente que me ofrezcan este espacio en negro para expresar con toda libertad mi locura y desvaríos, con la esperanza de hacer reír, reflexionar o simplemente molestar a mis posibles e imposibles lectores, sin tocar nunca ni una coma de mis textos. Ahora, podéis leer aquí mis columnas para el A Quemarropa de este año, en la Edición XXXIII de la Semana Negra 2020 de Gijón, y juzgar por vosotros mismos si no tienen paciencia conmigo... Aunque os recomiendo, por supuesto, la lectura del diario completo, que podéis descargar gratuitamente aquí: 
https://www.semananegra.org/aquemarropa/


Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias
Primera entrega: Llega un forastero



Pasaron los tiempos de la Frontera. Cuando un hombre podía cabalgar millas y millas a lo largo del Territorio sin encontrarse con un alma viviente... o desencarnada. Millas y millas sin tener que dar explicaciones, sin papeles, sin otro pasaporte que un seis tiros bien engrasado y un Winchester 73 a punto. Entonces, antes de la Peste, la Frontera era una, grande y libre. Sin federales, sin rangers, sin vigilantes, agentes de la Pinkerton o cualquier otro grupo de hijos de perra que se crean con derecho a exigirte que te identifiques, te laves las manos con su alcohol apestando a meados de coyote y que pases por sus duchas desinfectantes, cada vez que llegas a un nuevo lugar. En aquellos días, si llevabas un pañuelo tapándote la boca y las narices era sólo por dos razones: el polvo del desierto... o aligerar a algún viajero o diligencia de su peso. Quién lo iba a decir... Hoy todo el mundo lleva máscara. Nadie puede distinguir ya a un bandido de un hombre honrado. Claro que, ¿alguna vez se pudo? No podría asegurarlo, no señor, al menos si tuviera que juzgar por mí mismo: Jess W. Earp, tantas veces a uno y otro lado de la frontera que separa, malamente, la ley y el crimen, el amor y el odio, la alegría y el pesar. Yo lo he conocido todo o casi todo, antes de que nos prohibieran viajar sin ir envueltos en celofán, vacunados y con el carnet entre los dientes. Siempre fui culo de mal asiento, salvo que el asiento fuera mi silla de montar. En los peores momentos de la Peste, cuando no podías moverte del maldito sitio donde te hubiera cogido, estuve a punto de volarme la tapa de los sesos. Tan frustrante era el encierro, la prisión.


Y no es que no haya intentado sentar la cabeza, ya lo creo. En Santa Fe perdí la misma, aunque no precisamente por una santa. Quise quedarme en El Paso, pero nadie se queda en El Paso. En Tombstone me dijeron: vete a Deadwood, aquí ya no tienes nada que hacer, en Deadwood me dijeron: vuelve a Tombstone aquí no tenemos nada que hacer contigo. La vieja Nueva Orleans era ahora nueva, y ya no crecían rosas amarillas en Texas cuando crucé por allí. En Sacramento estuve a punto de tomar los últimos, pero tuve suerte y los cambié por el último tren a Gun Hill. Allí, precisamente, oí hablar de la Semana Negra de Gijón. Algunos decían que era un mito, como El Dorado o las Ciudades de Cíbola de los viejos conquistadores españoles de piedra, hoy decapitados. Otros, que sus minas estaban agotadas y se había convertido en una ciudad fantasma, habitada por espectros vagabundos. Pero los más viejos y arrugados, los que habían perdido un ojo jugando a las cartas en Poker Flat, los indios desplumados en sus propios casinos por blancos cansinos que gastan sus ganancias en muñecas kachina falsas y agua de fuego moonshiner con sabor a pantano... Esos, que saben más por diablos que por viejos, me dijeron: “Maldito seas, Jess W. Earp, lárgate a Semana Negra con tu negra alma de renegado, cazador de indios, asesino de mujeres, desperado sin ley donde hay leyes y sheriff defensor de las leyes donde no las hay y nadie las quiere... ¡Lárgate y ajusta cuentas con todos pero, sobre todo, ajústalas contigo mismo!” Y aquí estoy, otra vez forastero, dispuesto a encontrar a los últimos hombres duros, al último pistolero, al último mohicano, en este refugio para desperados, comancheros y almas en pena. Dispuesto a impedir como sea que la ley y el orden se impongan, que la Peste nos alcance y con ella sus huestes de comisarios, leguleyos y granjeros. A partir de hoy, mi seis tiros está a vuestra disposición: cualquiera que amenace con dictar leyes, predicar la Biblia, defender viudas, parcelar terrenos, prohibir el alcohol, cerrar el fumadero de opio o tender alambradas, está en peligro. El forastero ha llegado a la ciudad SN. Comienza la leyenda...  (A la memoria de Wild Bill Hicock, que jugó su última mano con 39 años en Deadwood, en 1876; de Henry McCarty, alias William H. Bonney, que tuvo un último y mal encuentro con Pat Garrett a los 21 años en Fort Sumner, en 1881; de Doc Holliday, que echó su último esputo con 36 años en Colorado, en 1887; y de Thomas Horn Jr., que colgó de la soga con 42 años en Cheyenne, en 1903. Nos vemos en el infierno, amigos... O en Gijón).

Jesús Palacios 😈
A Quemarropa nº 2. Gijón, 4 de julio, 2020



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