A QUEMARROPA - Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias - Tercera entrega: Alimañas | Jesús Palacios
Vampiros a la sombra (Sundown: The Vampire in Retreat, Anthony Hickox, 1989) |
Inevitablemente, haga lo que haga, vaya donde vaya, siempre los encuentro. Y siempre siguiendo los pasos de la Peste, cuando no extendiéndola según dicen algunos, aunque nadie podría asegurarlo a ciencia cierta. Peores que los hambrientos coyotes que aúllan a la Luna, que las sinuosas serpientes de cascabel con su mordida venenosa y que los buitres carroñeros del desierto que anuncian muerte y podredumbre, los vampiros están por todas partes y su gran poder consiste hoy día, al contrario de lo que ocurriera en el pasado, en que todo el mundo cree en ellos. El domingo 5 de julio, llegaron a SN al anochecer, como suele ocurrir, aunque no haya que fiarse demasiado, pues se los ha visto a menudo caminar en pleno día, atechándose y haciendo ostentación de sombrero Stetson y gafas negras, riéndose de quienes quieren creer que, como los apaches, sólo atacan de noche. Lo hicieron primero de la mano de Hija de las sombras (Cazador de ratas) de Felicidad Martínez Herreros, novela histórica de vampiros ―o novela de vampiros históricos, a elegir―, que transcurre en los tiempos que precedieron a la Revolución Francesa, orgía de sangre con la que se quiso y no se pudo acabar con los vampiros de alta alcurnia, cuyas cabezas rodaron desdentadas a decenas, gracias al prodigioso invento del Dr. Guillotin. Sin embargo, el vampirismo es tan humano, tan demasiado humano, que se contagia rápido como la Peste, y acabó inoculado a sus propios perseguidores, quienes una vez probaron el sabor de la sangre ya no pudieron dejar de alimentarse con ella: los dioses tienen sed, que decía Anatole.
Para hablar de esta historia de vampiros, que es la de la joven Sophie Dumartin en el París de 1785 y sus encuentros con un chupador de sangre en la más ortodoxa tradición gótica, así como con otros monstruos humanos y secretos familiares no menos góticos, Felicidad Martínez compartió mesa con otra nocturnal dama, Carmen Molina, quien hizo su debut en público después de años de moverse entre las sombras de SN, pues sé de buena tinta (roja) que es una de las musas del lugar, a quien adoran sectas de iniciados que se reúnen en las más oscuras y húmedas criptas de este pueblo impío, para intercambiar esotéricos saberes y libar néctares alcohólicos prohibidos. Habrá que atarla en corto y vigilarla atentamente, pues aún no estoy seguro de si es una cazadora de sombras... O una sombra a la caza.
Por si lo de aquella noche no fuera bastante, el miércoles 8 de julio llegó otro cargamento de no-muertos con la presentación de Hijos de la noche. Vampiros: cine y literatura (Archivos Vola), manual de iniciación escrito a cuatro manos por Iria Barro Vale, Jesús Palacios, Frank G. Rubio y Rosemary Thorne, que toca tanto el cine de vampiros como la literatura, personajes como la Condesa Ersébeth Báthory ―mujer empoderada donde las haya, aunque de costumbres un tanto dudosas― y películas de culto como Arrebato. Ese día en SN estuvo solo Jesús Palacios, acompañado del mítico Germán Menéndez, pero no le quité ojo ni un instante, con el dedo amartillando tenso mi seis tiros, pues hace tiempo sospecho que esconde, tras su fachada de Van Helsing, un corazón muerto de alimaña sanguinaria, y que utiliza el reclamo nigromántico de sus Ciencias Ocultas para conseguir víctimas frescas a las que desangrar y convertir en nuevos seguidores. Y es que, como la Peste, parece estar en todas partes.
Yo, personalmente, estoy ya un poco harto de vampiros. Creía que una vez muerto el vampiro mexicano, el Conde Lavud que Duval se hacía llamar, del que di buena cuenta cinco años atrás en la Frontera, no tendría que volver a encontrarme con ninguno. Pero la Plaga, como dije, es su elemento, y cada vez que se extiende reaparecen como lo que son: unos apestados, apestosos y pesados, que hacen soñar a los adolescentes húmedas pesadillas de sexo, inmortalidad, poder e inmoralidad que acaban convertidas en cursis sueños de dóciles enamorados, inmaduros y atontados, pero bien maduros para dejarse engañar por ese gran vampiro que es el Capital, con sus best-sellers alambicados, caramelos rellenos de fantasías pueriles y personajes agotados. Por eso yo, cuando oigo la palabra vampiro, echo mano de mi revólver. Bien cargado con balas de plata y punta de madera tallada, porque más vale murciélago en mano que ciento volando. O como decía el General Custer, Cazador de Vampiros: el único vampiro bueno es el vampiro... ¿muerto?
Jesús Palacios 😈
A Quemarropa nº 4. Gijón, 6 de julio, 2020
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