Children of the Revolution | Jesús Palacios

ZOMBI CHILD. Francia, Haití, 2019. 103 m. C. D.: Bertrand Bonello. G.: Bertrand Bonello. I.: Louise Labeque, Wislanda Louimat, Katiana Milfort, Mackensou Bijou.

Estreno el 14 de agosto.



El realizador francés Bertrand Bonello no es, precisamente, un director de cine fantástico, si bien en parte de su obra pueden encontrarse matices y elementos propios del género de horror, como, por ejemplo, en Tiresia (2003) o en Nocturama (2016). Sin embargo, en esta ocasión, su fascinante Zombi Child es clara –u oscuramente- una personal aproximación a la leyenda del zombi, en el folklore y en la realidad, a través de su recreación de la auténtica historia de Clairvius Narcisse, el caso de zombificación más célebre y documentado de Haití.

Clairvius Narcisse: el auténtico zombi haitiano, nacido en 1922, muerto por vez primera en 1964 y fallecido realmente en 1994




En esta peculiar pieza de Folk Horror netamente euro, la increíble aventura dentro y fuera de la tumba de Narcisse se conecta trágicamente, muchos años después, con el romance juvenil –narrado en paralelo, saltando en el tiempo y el espacio- de una muchacha adolescente, estudiante en un selecto Liceo francés, cuyo deseo insatisfecho la llevará a contactar, a través de una enigmática compañera descendiente del propio Clairvius, con una mujer haitiana, emigrada por motivos políticos y practicante de la mágica religión afrocaribeña, de quien espera recibir ayuda sobrenatural, lo que tendrá resultados tan escalofriantes como nefastos. 

Exquisitamente fotografiada, con un ritmo de ebullición lenta pero implacable, una banda sonora musical hipnótica (compuesta por el propio Bonello) y un impresionante reparto de jóvenes actrices francesas y actores de la escena haitiana, Zombi Child no es la típica película de muertos vivientes al uso, sino, por el contrario, una poética inmersión en el mito y la realidad del Vodoun (que no es exactamente lo mismo que el Vudú), además de una ácida metáfora política sobre las dramáticas consecuencias a largo plazo del imperialismo occidental.


Toda la parte de la película referente a Narcisse y el Vodoun ha sido rodada en Haití, con la participación de intérpretes locales y el reticente permiso de las autoridades religiosas para filmar ceremonias rituales que, inevitablemente, resultan tan impresionantes como auténticas (si bien Bonnello ha evitado cualquier escena de sacrificio animal. Los vientos han cambiado mucho desde que Maya Deren rodara sus excepcionales imágenes documentales del Vodoun haitiano en los años 40).

Al mismo tiempo, las escenas en paralelo del Liceo francés y sus bellas nínfulas estudiantiles resultan igualmente poéticas, eróticas y misteriosas, sugiriendo un cierto paralelismo entre los ritos religiosos de las tradiciones ancestrales y los modernos rituales secretos de iniciación entre adolescentes.

Poco a poco, la historia y la atmósfera se van haciendo más y más oscuras, hasta llegar a un trágico y fantástico clímax con la presencia del mismísimo Barón Samedi (no más spoilers). Si buscas zombis caníbales, brujería y magia negra de guardarropía, ni te acerques. Pero si te gustan filmes como Yo anduve con un zombie (I Walked with a Zombie. Jacques Tourneur, 1943) o La Serpiente y el Arco Iris (The Serpent and the Rainbow. Wes Craven, 1988), los libros de Wade Davis y Maya Deren, y el fantastique en la estela de auteurs como Robbe-Grillet, Alain Resnais, Jean Rollin, Harry Kümel o Georges Franju, orbitando alrededor de una sensibilidad surrealista y política propia de cierto sector de la Nouvelle Vague de antaño, esta es una obra de visión obligada.

Jesús Palacios 😈




Comentarios

Publicar un comentario