A QUEMARROPA - Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias - Cuarta entrega: Hasta que llegó su hora | Jesús Palacios

Aventuras de Jess W. Earp en el Salvaje Oeste de Asturias
Cuarta entrega: 
Hasta que llegó su hora


Desde que el Pony Express dejó de utilizar caballos para cabalgar bytes y ondas invisibles, las malas noticias no es que corran o vuelen, sino que se materializan frente a tus ojos al instante mismo en el que ocurren. Vamos, que hacen ¡chas! y están a tu lado, te guste o no. A veces tengo la sensación de que las provocáramos de alguna forma, como si la práctica simultaneidad entre hecho y noticia influyera en el suceso, lo forzara, por alguna extraña influencia cuántica. Una suerte de efecto mariposa donde la necesidad ―y siempre hay necesidad― de la noticia provocara el hecho y no a la inversa, para satisfacer el ansia de rapidez que caracteriza el crepúsculo de la Frontera. Pero qué sabré yo. A mí la única rapidez que me interesa es la de mi dedo en el gatillo y la bala de mi Colt destrozando las entrañas de quien se me ponga por delante. Sin embargo, el café se me quedó atragantado cuando supe la muerte de mi viejo compañero Ennio Morricone. Lógico. Ha sido la banda sonora de mi vida y de la vida en la Frontera, aunque fuera la Frontera del Oeste bastardo, latino, sucio y sofisticado al tiempo del Spaghetti Western, contrapunto mediterráneo, feísta y a la par hermoso, lleno de chistes zafios y consignas políticas radicales, violencia sádica y machismo a favor de la mujer, que consiguió renovar el género, rescatándolo de un Hollywood agotado, para devolvérselo lleno de energía e ideas a Peckinpah, Siegel, Tarantino o el propio Clint Eastwood, que nunca hubiera sido estrella sin la música de Morricone.

Ennio Morricone (dcha.) junto a Sergio Leone (izq.)

Por supuesto, el genio de este monstruo musical no se dejó encerrar por frontera alguna, y aunque especialmente recordado por sus míticos temas para el wéstern, es obligado mencionar aquí sus espléndidas partituras para el cine negro italiano, ese poliziesco imbuido de denuncia política y social e implacable y trágica violencia, para el que compuso temas maravillosos: Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha (una de sus obras maestras), Ciudad violenta, El clan de los sicilianos (un polar, pues también trabajó no poco para el cine galo), Revolver...


Indagine Su un Cittadino al di Sopra di Ogni Sospetto


Cuyos ecos reaparecen en su música para Los intocables de De Palma, uno de los directores que aprendiera y no poco del degenerado cine de género italiano, especialmente de sus gialli, a los que Morricone aportó también peculiar sonido: El gato de 9 colas, Una lagartija con piel de mujer, La corta noche de las muñecas de cristal, ¿Quién la ha visto morir? (otra de sus joyas poco conocidas, con esos coros infantiles que te erizan la piel), y tantos otros.


Ennio Morricone - Chi l'ha vista morire?


Morricone no fue el único, pero sí la cumbre de una música cinematográfica italiana que comprende compañeros de viaje a menudo a la altura del maestro: Bruno Nicolai, Piero Umiliani, Luis Bacalov, Stelvio Cipriani, Riz Ortolani y, por supuesto, los delirios psicodélicos pop de Guido y Maurizio De Angelis o Claudio Simonetti con los míticos I Goblin. Muchos reciclados hoy por un cine que nutre su falta de ideas propias con la nostalgia y la remezcla, resultando a menudo digerible precisamente por ello. ¡Qué fácil es para Tarantino o cualquiera de sus émulos emocionarnos con un buen plano... si le unen un tema musical de Morricone o Nicolai! Así cualquiera.


The Strange Color of Your Body's Tears (2013)


En fin, triste por la muerte de Morricone, no tanto porque me pille de sorpresa (noventa y un años no son pocos y desde que le dieran el Princesa de Asturias le sabíamos sentenciado), como porque se me antoje un nuevo clavo sobre la tapa del ataúd que entierra la Frontera, rescato aquí mi tema favorito de entre tantos y tantos con los que alegró nuestras masacres y violencias fronterizas. A muchos, La Internacional les pone los pelos de punta, pero a mí se me ponen como escorpiones cuando oigo Los compañeros (Sergio Corbucci, 1970), cuya letra reza así:


“Levantando en el aire los sombreros

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros

Pintaremos de rojo sol y cielo

Vamos a matar, vamos a matar compañeros

Hay que ganar muriendo, pistoleros

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros

Hay que morir venciendo, guerrilleros

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros

Luchando con el hambre, sin dinero

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros

Estudiantes, rebeldes, bandoleros

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros

Hermanos somos, reyes y obreros

Vamos a matar, vamos a matar, compañeros”.


Pues lo dicho: a matar, compañeros, a la salud de Morricone.


Jesús Palacios 😈


¡Vamos a matar, compañeros!



👉Tercera entrega: Alimañas


 

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