ALFRED BIEN VALE UN PENIQUE | Jesús Palacios
💠 Serie 💠
Pennyworth. USA, 2020. 1ª Temporada (10 episodios de 60 m. aprox. c.u.). Creadores: Bruno Heller, Danny Cannon. I.: Jack Bannon, Ben Aldridge, Emma Paetz, Polly Walker, Jason Flemyng. Cadena original: Epix. Distribuidora: Warner Bros. Television. Emisión en España: StarzPlay.
Más dreadful que Pennydreadful, más wise que Pennywise
Pocos placeres hay más grandes sobre la
tierra que traicionarse a uno mismo. He pasado años negándome a participar del
entusiasmo por las series de televisión actuales y más años todavía renegando
de pastiches victorianos, fantasías Steampunk y ucronías a la moda de
quienes en su vida oyeron el término ucronía, para acabar disfrutando
entusiasmado de una serie actual, basada principalmente en el pastiche
nostálgico y la fantasía retro-británica más desatada. Pero es que Pennyworth
bien lo vale.
Creada por los mismos culpables de Gotham (que no he visto), es fácil olvidar que el tándem compuesto por Bruno Heller y Danny Cannon es uno de los más interesantes del panorama televisivo de las últimas décadas, tanto juntos como por separado. Si el segundo fue responsable de crear el fenómeno CSI, principalmente el original y excelso CSI Las Vegas, aunque sin duda pueda vivir el resto de su existencia con las franquicias subsiguientes generadas a su costa, el primero lo fue de El mentalista, una de esa encantadoras series de misterio con pareja carismática que nadie comenta en redes, sobre las que nadie escribe libros filosóficos y que nadie parece conocer, pero que acaban durando más de ciento cincuenta episodios y siete años en emisión, vaya usted a saber por qué. Ahora, han unido fuerzas de nuevo para, dejando atrás cualquier sentimiento de culpa, utilizar de nuevo el pretexto de Batman y el universo D. C. a fin de conseguir un cierto público cautivo que, quizás, de saber lo que se le veía encima se lo hubiera pensado un par de veces.
Danny Cannon (izq.) y Bruno Heller (dcha.), creadores de Pennyworth |
Porque, por supuesto, lo que menos importa
de Pennyworth es su vaga relación con los personajes creados por Bob
Kane y Bill Finger, y lo mejor, su desinhibida, inteligente, divertida y
sofisticada reformulación del Spy Thriller inglés de los años 60, con
firmes raíces en el pulp y la novela de bolsillo, al tiempo que
reificado en objeto de culto intelectual e incluso en interesante artefacto
sociológico que, al hilo de su extravagante trama, desarrollo y personajes,
ilustra y refleja la actual situación política mundial, con el resurgir del
nacionalismo, la extrema derecha y el radicalismo de izquierda. Todo ello como
quien no quiere la cosa y sin perjudicar su naturaleza esencialmente fantástica
y entretenil.
Para quienes no lo sepan (alguno quedará por ahí, bendito sea) Pennyworth cuenta las aventuras de Alfred Pennyworth, inmortal mayordomo de Bruce Wayne/Batman, en sus años mozos, cuando ha de conocer también al padre de su futuro “señor”. Pero, más allá de los nombres y algunos guiños inevitables, poco importa tal cosa, porque Heller y Cannon han elegido desarrollar las aventuras de su héroe en un Londres y una Inglaterra alternativas, tras una Segunda Guerra Mundial que no se ha desarrollado exactamente como la de nuestro mundo. Un fantástico escenario extemporáneo que combina elementos de los años 40, 50 y 60, amén de otros más arcaicos que remiten a las eras Victoriana y Eduardiana e incluso al siglo XVIII.
El Londres mítico de Pennyworth |
Es decir: una delirante delicia plagada de
detalles anacrónicos sabiamente ensamblados gracias a un diseño de producción
excelente, una fotografía adecuada, un vestuario brillante y una banda sonora
que a la música original digna de John Barry, con resabios bondianos,
compuesta para la primera temporada por David E. Russo (que acompaña los
excelentes títulos de crédito creados por Danny Yount), une una selección
igualmente excéntrica y atemporal de canciones pop británicas interpretadas por
grupos y solistas que van de los Rolling Stones, los Small Faces, Dusty
Springfield o Slade a los Clash, Black Sabbath, Sid Vicious, Pigbag o Amy
Winehouse, por citar algunos. El resultado es un Londres fabuloso que destila y
recicla con estilizada estética todo lo que nos gusta de su esencia mítica,
desde la niebla victoriana y Jack el Destripador (convertido aquí en un
maquiavélico kingpin del crimen organizado de Whitechapel, con aficiones
antropófagas) hasta el Swinging London de mods y teddy boys,
con espíritu punk y elegantemente pulp.
Títulos de crédito de Pennyworth, creados por Danny Yount |
En este Londres tenebrista, sobrevolado por
los siempre agradecidos zeppelines, donde las ejecuciones se celebran
públicamente en New Tyburn al estilo medieval, retransmitidas y patrocinadas
por cadenas de televisión, tienen lugar las arriesgadas, violentas e
imprevisibles aventuras de Alfred Pennyworth (Alfie, para los amigos, con resonancias
al clásico de los 60, por supuesto), interpretado con prestancia cínicamente punk y
aires de joven Dirk Bogarde por Jack Bannon, un excombatiente de las míticas
SAS, el Special Air Service británico, quien junto a dos de sus
compañeros de unidad, el serio ―pero un poco yonqui― Bazza (Hainsley Lloyd
Bennett), y el violento y sardónico escocés Dave Boy (Ryan Fletcher),
aficionado a apretar el gatillo más de la cuenta, forma una suerte de agencia
de seguridad que de vigilar sórdidos y encantadores antros en el Soho, repletos
de bailarinas de striptease y drag queens, pasa rápidamente a
verse mezclada peligrosamente en la lucha a muerte entre dos sociedades
secretas políticas radicales.
El equipo P |
Esta Inglaterra alternativa, con ecos de la
de V de Vendetta pero afortunadamente sin la gravitas excesivamente
pretenciosa a veces de Alan Moore, vive una crisis de posguerra agravada por la
debilidad de su gobierno tradicional, con la Reina más preocupada por su
vestuario que por cuestiones de estado y un primer ministro autoritario e
ineficaz. En la sombra, la Sociedad Cuervo, un movimiento fascista dirigido por
Lord Harwood, fantástico Jason Flemyng, quien con la edad se ha convertido en
el cuarto de los hermanos Fox (aunque más parecido a Edward que a James o
Robert), conspira para tomar el poder, al tiempo que también hace lo propio la
Sociedad de los Sin Rostro, movimiento socialista radical que, pese a sus
buenas intenciones, no duda en recurrir a la guerra sucia y las medidas más
dudosas.
Jason Flemyng como Lord Harwood |
Infiltrado entre los Sin Rostro, el hombre
de negocios estadounidense Thomas Wayne (Ben Aldridge), futuro papá de Batman (who
cares?), es en realidad un agente de la CIA con demasiada conciencia.
Atrapado en medio de todo, Alfred se convierte en un héroe renuente y cínico,
marcado por la tragedia (pero sin pasarse, ojo) y que sin tomar partido por
nadie trata de mantener a flote su propio sentido de la ética… Mientras alquila
su equipo de expertos asesinos, con él en primera fila, al mejor postor o según
conviene a su propia supervivencia.
Por supuesto, aparte de la excelente dirección artística y espectaculares escenas de acción, lo mejor de Pennyworth es su desacomplejada mezcla de espionaje noir y aventura folletinesca, que hunde sus raíces en las novelas de John Buchan, Somerset Maugham, William Le Queux o, quizá más aún, de Sapper y su Bulldog Drummond o la serie de Sexton Blake, que los guionistas llevan al terreno de la distopía y la sátira social, con toques de Orwell, Keith Roberts, Burgess, Moorcock o Kim Newman, sin perder nunca de vista la acción y el ritmo sostenido.
Ronald Colman como Bulldog Drummond, el “abuelo” de Pennyworth, en Un aventurero audaz (Bulldog Drummond Strikes Back, 1934) |
La brillantez de la serie se muestra,
especialmente, en la creación de una galería de villanos y secundarios
deliciosamente rica, divertida y extravagante, donde destacan Paloma Faith y
Polly Walker como las hermanas Sykes, dos marujas inglesas con inclinaciones
eróticas particulares y, especialmente la primera, un sardónico sentido del
humor que suaviza (poco) su violento temperamento sádico. Y es que Pennyworth
está lleno de mujeres empoderadas que, por otro lado, quizá no sean exactamente
el ideal feminista: Frances Gaunt, líder temporal de la Sociedad Cuervo,
especie de entrañable Margaret Thatcher con gafas (estupenda Anna Chancellor),
o la rubia Undine Thwaite (Sarah Alexander), esposa del cabeza visible de los
Sin Nombre que no dudará en conspirar para llegar al poder, aunque sea pactando
con el siniestro John Ripper (espléndido Danny Webb).
Las hermanas Sykes. Peggy (Polly Walker) a la izquierda y la tremenda Bet (Paloma Faith) a la derecha |
Otro rasgo del gran talento invertido en la
serie es que prácticamente ningún personaje de los muchos que intervienen en la
trama, aunque sea incidentalmente, sobra o está pobremente concebido. Uno
disfruta con apariciones estelares como las del mismísimo Aleister Crowley
(melifluo e inquietante Jonjo O´Neill), a quien se arrima como a un mal árbol
el inisidioso Jason Ripper (guapo Freddy Carter, con aires de violento teddy
boy), o personajes secundarios bien desarrollados como el Inspector Aziz
(Ramon Tikaram), atrapado entre su sentido del deber y su sentido de la moral,
o los padres de Alfie, excelentes Dorothy Atkinson y, sobre todo, Ian
Puleston-Davies, quien borda con sutileza su difícil personaje de auténtico
buen hombre tradicionalista, serio y algo machista, seducido trágicamente por
las promesas del fascismo. Y si el primer interés romántico de Alfie resulta
quizá un tanto cargante y cursi, no dude el lector (spoiler sutil) que
pronto será sustituido por otro u otros más interesantes y atractivos.
Aleister Crowley (Jonjo O´Neill) acecha |
Bajo la promesa de una suerte de pre-cuela
del universo de Batman, lo que esos dos expatriados británicos que son Bruno
Heller y Danny Cannon (director este último, no se olvide, de la mejor ―sí: la
mejor― película del Juez Dredd) nos han regalado es un exquisito viaje al
corazón del mito brit. Un serial de aventuras fantasioso e inteligente,
con (aviso a navegantes) un héroe ex-militar, blanco, guapo, heterosexual y más
Bond de lo que el último Bond ha sido nunca, acompañado por sidekicks
con agudo sentido étnico ―negro y moral uno, escocés y brutal el otro―, y
enfrentado a lesbianas sádicas, policías corruptos a la par que honestos y
conspiraciones a derecha e izquierda, salpicado todo de violencia alegremente gore
y hasta algún toque de brujería y satanismo, con un aura excéntrica surrealista
propia de viejas series como Los Vengadores (los de John Steed, of
course), en la mejor tradición del pastiche Steampunk ―o Dieselpunk
si se prefiere―, estilo La Liga de los Caballeros Extraordinarios, pero
más cerca de la frescura del Kim Newman de Anno Dracula que de los
excesos intelectuales de Alan Moore y con lo mejor del Sherlock Holmes de Guy Ritchie.
Y en último pero no por ello menos
importante lugar, una advertencia inusualmente lúcida sobre el giro hacia los
nacionalismos e ideologías radicales y extremas que está convirtiéndose,
Covid19 de por medio, en el panorama actual de una Europa real no menos
distópica, turbia y peligrosa que la de esta serie atípica, cuya segunda
temporada esperamos ya con un Macallan doce años en una mano y una buena pinta
de ale en otra.
Un Cuervo sobrevuela Europa: Anna Chancellor, como la líder derechista Frances Gaunt |
Jesús Palacios 😈
Mmmm, ya que la recomienda con tanto fervor, le daremos una oportunidad... Hay referentes que nombra muy de mi agrado: el aire pulp a lo Bulldog Drummond o esa "aura surrealista" propia de Los Vengadores, pero he de confesar que, a pesar de mi entusiasmo por muchas de las actuales series de TV -el rechazo sistemático a este tipo de ficciones, que he visto en muchos amigos cinéfilos, me parece que tiene -y perdone- más de esnobismo que otra cosa- la cosa esta de steampunk, o dieselpunk o como se llame, no me atrae nada. No por nada, sino por la estética -me molesta que sea tan recargada, excesiva y facilona- y por ese gusto en acumular referentes, muchas veces sin ton ni son. Pero qué diantres, me voy a ver si consigo estas aventuras del juvenil Alfredo, con la esperanza de que me sorprenda y me enganche, como en los mjores serieles, folletines o colecciones pulp de toda la vida... ¡Gracias, pues, por la recomendación!
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