Nos hemos vuelto demasiado serios: Eros y tánatos en los albores del siglo XXI (2ª parte) | Rakel S.H.


Adónde vas, ángel de amor
EROS

El beso del vampiro, Max Ernst

"El sexo es una de las nueve razones para la reencarnación...
Las otras ocho no son importantes.” 
Henry Miller


"El sexo forma parte de la naturaleza,
y yo me llevo de maravilla con la naturaleza”.
Marilyn Monroe



💘Sueños eléctricos💘


Electric Dreams, Steve Barron, 1984

Vivimos tiempos de amores fluidos y virtuales, de amantes imaginarios en el muro de una caverna digital, de relaciones afectivas que poco avanzan más allá de un "me gusta" o un "retuit"; son los tiempos del "seguidor", del "face-amigo" y del "crush", aunque éstos no adquieran más sustancia y corporeidad que un espectro en nuestras pantallas. El individuo se ha metamorfoseado en el usuario para adaptarse a este nuevo medio ambiente y ha pasado a invertir, en el mejor de los casos, un 60% de su ocio en el mundo digital, por lo que no es de extrañar que todo tipo de relaciones estén teniendo lugar dentro del marco tecnológico. El amor está en el wifi… y se ha diluido en la intelectualidad de nuestras mentes imaginativas, retroalimentando emociones con palabras, imágenes y emojis cargados de besos. Sin embargo, todo esto también ha generado mucho tánatos en cuanto a “bloqueos” las nuevas rupturas, infidelidades sin “pecado” de consumación ni culpa, abandono del entorno real y familiar por responder al insistente “wasap”, contestar el “hilo” del “muro” o acudir a la próxima partida online, así como a tremendas y tremendistas batallas dialécticas en las redes que, como atrapadas en una telaraña, no conducen a ninguna parte. Pero los solitarios nunca volverán a estar solos y los introvertidos podrán seguir manteniendo sus corazas indemnes… en la era de la comunicación más incomunicada. Claroscuros de una época de posts y fantasmas de una invención de Morel del siglo XXI, que nos lleva a preguntarnos qué consecuencias puede traer esta nueva realidad ciberpunk y de distancia social.


Ghost in the Shell, Mamoru Oshii, 1995

Indiscutiblemente la sociedad ha cambiado. Somos observadores y actores de este momento de decadencia y reajuste para los nuevos tiempos que llegan y que quién sabe cómo serán. Hay estudios que dicen que nos estamos volviendo más tontos y quizá no damos muchas muestras de lo contrario; no deja de resultar paradójico que en lugar de avanzar en nuestras relaciones afectivas y en nuestra actitud hacia el sexo tras la revolución sexual y el progreso en las libertades, hayamos retrocedido a épocas más puritanas con la variable de la tecnología. En el cine, el erotismo se ha visto reducido a su mínima expresión, por un lado para alcanzar un mayor beneficio en las salas acogiendo a toda la familia, eliminando las restricciones para el público adulto ―infantilizándolo―, y por otro, para no exacerbar a los colectivos y grupos de poder del nuevo código de corrección política. Ni la violencia ni el sexo están bien vistos en la ficción, como si marcara en nuestras mentes una señal diabólica que nos hiciera merecedores de tormentos y hogueras. Blanco, puro, neutral, insípido, profiláctico… Sin pasiones. Así veo el mundo que pinta esta religión de la nueva realidad. Como una máquina sin emociones más allá de su programación. Pero ¿qué es el arte sin pasión y, sobre todo, sin libertad?

Matrix Revolutions, Lana Wachowski y Lilly Wachowski, 2003

La controversia llega en cuanto nos sumimos en los confusos y biliosos lodos de la sexualidad / sexualización / cosificación, saltando todas las alarmas de la censura pese al derecho fundamental de la libertad de creación y opinión. Nuestra realidad biológica es que somos seres sexuales y complejos. No somos unicornios ni ángeles y nunca lo seremos por muchos corazones que formemos con nuestras manos en fotos y vídeos. No hay virtud en la asexualidad salvo dentro de una religión que repudie el sexo excepto para fines procreativos. Pensaba que este era un prejuicio que ya habíamos superado, parece que no. Pero vayamos mejor con algunos ejemplos que pueden ayudarnos a esclarecer tales cuestiones… Imaginemos en un thriller a un psicópata en serie que viola y asesina a sus víctimas. Se nos ha planteado a menudo el dilema de si resulta lícito mostrar en una película o relatar en una novela actos de esta índole. Lectores, espectadores y críticos, ¡ES FICCIÓN! ¿Es que acaso ya no sabemos distinguirla de la realidad? Se nos dice que se trata de apología de la violencia… ¿Es que el entendimiento ya no nos sirve para discernir que la mayoría de las veces solamente se está contando una historia y no se nos está intentando convencer de nada? Por supuesto, estas obras no van dirigidas a un espectador de seis años, pero, padres del mundo, para eso están las recomendaciones por edad, lean las recomendaciones antes de ver con sus hijos Ouija: El origen del mal (2016) o IT (2017), si no son capaces de deducir que no se destinan al público infantil ―aunque, por otra parte, hay niños y niños, queda a vuestro criterio y responsabilidad―. ¿No estaba ya claro que filmes como El exorcista (1973) o Crash (1996) no eran precisamente cine familiar?

Crash, David Cronenberg, 1996

Asimismo y también en relación a lo anterior, merecen mención especial en este apartado las películas teenagers, dirigidas a un público adolescente como su propia denominación indica. Ya no estamos hablando de espectadores de seis años, sino de otros que se encuentran en un momento de tránsito al estadio adulto, con sus hormonas en ebullición y cuyas motivaciones se ven natural e irremediablemente afectadas por el eros, por lo que excluir la sexualidad de estos filmes sería absurdo a la par que aburrido. Nos alegra comprobar que aún existen directores, como Jeff Wadlow, en la tradición de Wes Craven, que apuestan por estas historias más desenfadadas y con color de juventud.

Pesadilla en Elm Street, Wes Craven, 1984

Flash Gordon, Mike Hodges, 1980



No obstante, no os alarméis, ofendidos del mundo, que ya se están encargando de matar el cine para el público adulto, exigencias del mercado,… y de abandonar en el pasado aquel sano erotismo implícito en películas de aventuras con sus exóticas princesas y sus aguerridos héroes, o en las hazañas del famoso agente 007 ―lo siento
por David Craig y su vida como Bond sin las mieles del amor. Los superhéroes son ahora Kens y Barbies de plástico, guapos y guapas dignos de la contemplación
más contemplativa pero sin pasiones más allá del drama de sus orígenes, sin una vida sexual saludable… ni perversa ―pezones y culos ocultos tras la sábana tupida o el envase publicitario de turno, en el mejor de los casos―  y con cierto permiso para una violencia de lo más pulcra y digital, sin apenas una gota de sangre. Hulk sólo nos destrozará el mobiliario urbano.

Aquaman, James Wan, 2018
Ni siquiera una serie de filmes como La Purga (2013-2018) maneja con libertad el hecho innegable de que cuando se abre la veda para el crimen, la violación se convierte en el delito preferido tras el robo y antes que el asesinato. Afortunadamente, todavía se puede ver alguna que otra muestra de lógica al respecto, como en Mayhem (2017) cuando se desatan las inhibiciones, en este
caso a causa de un virus. Que eso de que la honra vaya antes que la vida no lo tengo tan claro
y pensar lo contrario, me parece negar la realidad humana, observándola desde una perniciosa ingenuidad, porque mirar hacia otro lado no hace desaparecer la maldad y la crueldad de la humanidad. Para que quede claro, no me perturba tanto el casi inexistente erotismo de las películas de Marvel, que han sido diseñadas para el público familiar per se ―y aún así, podemos seguir admirando a lo voyeur la innegable belleza erótica de Scarlett o Momoa―, sino que esté desapareciendo de la producción cinematográfica en general, como en aquellos años del código Hays (1934-1968), en los que todo estaba mal y debía perseguirse, eliminarse o disfrazarse por medio de la elipsis y la metáfora.

  
💘Caperucita ya no es seducida por el lobo, se acabó la moraleja💘 


👉 La maldición del hombre lobo, Terence Fisher, 1961

Otro obstáculo que se encuentran de nuevo el arte y la creación es la inmadurez intelectual que supone no entender el significado real de la libertad de expresión. La libertad, como otras ideas abstractas, ha sido analizada y definida por la filosofía para su concreción y entendimiento en la realidad tangente, de-construyéndola en sus particularidades, variables y, aunque parezca contradictorio, sus limitaciones. Hemos oído muchas veces aquello de “mi libertad acaba donde empieza la tuya”, máxima que se contradice directamente con el propio concepto, además de confundirlo con los derechos estipulados en las distintas sociedades para la convivencia, es decir, las libertades no empiezan ni acaban, pero se sujetan a un marco legal establecido y, añado, a cierto sentido común del individuo ―progresos de la civilización, pues ya dejamos atrás épocas más salvajes―. Ahora bien, seguimos hablando de abstracciones, pero en la cotidianeidad de nuestras vidas del siglo XXI, cuando “mi libertad” es “mi opinión” o “mi obra artística” y éstas se dan de bruces contra el muro de “tu ofensa”, “tu denuncia”, “tu persecución”, “tu discriminación”, “tu censura”,… la tolerancia se convierte en una carretera de un solo sentido ―no toleramos la diferencia― y salirse de ella, supone caer despeñado por el precipicio. La libertad no era eso. Cualquier injerencia de tipo idiológico o moral en la cultura implica, como lo ha hecho siempre, encorsetar la creación y la opinión, confinando la evolución del pensamiento; el ser humano para prosperar necesita del debate, la provocación, la contraposición y la contradicción; por algo “un mar en calma” se entiende como símbolo de muerte.

El lago azul, Randal Kleiser, 1980

El fenómeno del “#MeToo” en EEUU dispuso los vientos que aprovecharon las naves posestructuralistas, modificando los paradigmas del feminismo para el siglo XXI y borrando de un plumazo los avances ―aún en progreso― de la revolución sexual y de género de los 60-70-80, diciéndonos a todas y todos y todes lo que debíamos pensar, decir, hacer, condenar, discriminar, imponer, crear, predicar, reproducir y retroalimentar hasta el infinito y más allá… Un fenómeno surgido en el seno de una clase pudiente exhortaba a toda la población a seguir una sola línea de pensamiento, que basándose en directrices correctas o no ―no entraré ahora a discutir tales cuestiones―, como todo “pensamiento único”, niega la posibilidad de un debate abierto y una reflexión filosófica realmente libre, sin ataduras, juicios morales o idiológicos.

En compañía de lobos, Neil Jordan, 1984

Las caperucitas ahora matan al lobo desde el primer acto con ayuda de sus abuelas, el lobo se vuelve bueno y dócil o, simplemente, deja de existir sobre la faz de la tierra. Se obvia la enseñanza de los peligros del bosque e incluso se niega la posibilidad de que haya caperucitas a quienes les gusten más los malotes del cuento, de dulce lengua y afilados dientes… Que de todo hay en la viña del señor. Unicornios rosas y violetas pisotearon los campos de nabos, pero ni todo era nabo ni todo era unicornio, como en cualquier asunto de la vida, las cosas siempre son más sencillas y a la vez más complejas. En lugar de acercarnos unas y otros para entendernos mejor en nuestras diferencias y semejanzas, nos distanciamos todavía más si cabe, colocándonos en bandos opuestos de una batalla en la que no ganará nadie.

Sin apenas darnos cuenta, que ya cambia todo muy rápido, nos hemos sumergido de lleno en un nuevo milenio obsesivo y gris con una población prácticamente incapacitada para el debate y la comunicación, y pese a ello, en continuo enfrentamiento, basando toda nuestra argumentación en “pero esta es mi opinión”, en la necesidad desesperada de hacernos oír ―de ser alguien entre tanto ruido―, reproduciendo en realidad opiniones que son sólo ecos de las masas con antorchas de siempre, enfurecidas y frustradas por infinitas razones en esta época de crisis varias. Justificamos la mediocridad, la hipocresía, la incoherencia, la censura al otro,… apoyándonos en verdades supremas de toda índole. Mientras tanto, vamos liquidando libertades, cerrando puertas al pensamiento, dejándonos arrastrar por el río que más suena, imposibilitando avances reales y conteniendo placeres del vivir, ya que un individuo reprimido siempre ha sido más manejable que uno satisfecho. Resulta muy frustrante. ¿Tanto se logró en los años 60-70-80 para ahora llegar a estos días nublados y obtusos…?

"¿Es sucio el sexo? Sólo cuándo se hace bien".
Woody Allen

Mad Max 2. El guerrero de la carreteraGeorge Miller, 1981

Conan el Destructor, Richard Fleischer, 1984


El sexo vuelve a ser algo perverso ―en el más triste sentido del término― y ya estamos aceptando sin discusión que desaparezca de las obras cinematográficas. Obsesionados con evitar la cosificación, hemos eliminado cualquier atisbo sexual de la imagen femenina, ocultamos los impíos pezones y eliminamos las curvas. Recordemos En compañía de lobos (1984) cómo ofrecía al espectador una atmósfera saturada de erotismo implícito, de modo sutil y con sublime esteticismo, propia de las narrativas que describen los conflictos subyacentes a la adolescencia femenina, frente a la reciente Gretel y Hansel (2020), donde la protagonista se acerca más a una apariencia andrógina, pero asexuada ―nada tan fascinante como David Bowie o Grace Jones― y la erótica está tan muerta y enterrada como las víctimas de la bruja
del cuento. Negar lo femenino y condenarlo al puritanismo de un convento no parece muy empoderado, lo vendan como lo vendan.

Dentro del laberinto, Jim Henson, 1986






Como tampoco lo es contar una bella historia lésbica, cargada de tensión sexual y de una estética impecable para saltarse la escena del momento cumbre, porque no queremos mostrar a los personajes como objetos eróticos. Un cubo de agua fría cayó sobre nuestras impúdicas cabezas mientras veíamos 👉Retrato de una mujer en llamas (2019), cuando se nos negó el derecho a disfrutar de la resolución pasional de la trama, llegando de pronto la mañana y el “buenos días nos dé Dios”…


Retrato de una mujer en llamas, Céline Sciamma, 2019

No sólo de desnudez vive el erotismo, aunque ya deberíamos haber superado el pudor de los cuerpos. Hay innumerables formas creativas y estéticas de mostrar tales escenas si no se quiere ser explícito. Pero el arte debe ser libre de expresar la sexualidad, sin moralismos de ningún tipo.

El Perfume. Historia de un asesino, Tom Tykwer, 2006


“Es un feminismo progresista que abraza y celebra todas las descripciones históricas de la mujer, incluyendo las más escandalosamente pornográficas. Quiere mitología sin sentimentalismo y acepta todos los arquetipos, desde la madre a la bruja y la puta, sin censura […] Pone la sensualidad en el centro de nuestra sensibilidad ante la vida y el arte […] Se acabó el moralismo haciéndose pasar por política.
Todo arte pertenece a su contexto social, pero el gran arte por definición trasciende ese contexto y habla de forma universal. El sexo es uno de los temas supremos del arte y la literatura de los últimos doscientos años. Merece ser tratado de una forma que respete su misterio y su complejidad”

Camille Paglia, El Nuevo Sexismo: Liberar la belleza y el arte
(The Washington Post, 26 de septiembre de 1993)



💘Pero ¿por qué estamos tan serios?💘


Batman vuelve, Tim Burton, 1992


La sexualidad y el erotismo forman parte de nuestra naturaleza, y por ello, no deberían desaparecer de la escena cinematográfica. No nos alimentamos sólo de verduritas y quinoa, necesitamos algo de variedad en nuestra dieta. Somos así de imperfectos, qué se le va a hacer, no nos perdíamos un capítulo de Sensación de vivir y no por el intelecto de sus personajes precisamente. Una parte de nosotros se alimenta sanamente de la belleza de los cuerpos y sus relaciones afectivas. Nos va la carne, a la mayoría la fresca y lozana, cosas de la biología…

Sensación de vivir: la nueva generación (90210, serie TV), creada por Darren Star, 2008-2013


Jóvenes jinetes (serie TV), creada por Ed Spielman, 1989-1992 

Crónicas vampíricas (serie TV), creada por Kevin Williamson y
Julie Plec, 2009-2017



Rebeldes, Francis Ford Coppola, 1983


Aunque a otros les cautiva más el sex-appeal de la madurez que da el transcurso del tiempo, porque a la carne siempre debe acompañarla un buen vino con carácter.

Fast & Furious: Hobbs & ShawDavid Leitch, 2019


John Wick 3ParabellumChad Stahelski, 2019


Ahí os quedáisShawn Levy, 2014


Películas y series nos acompañan y alimentan nuestros anhelos y motivaciones eróticas, ofreciéndonos un amplio surtido de fantasías que a la vez que alegran la vista, nos seducen con sus personajes e historias cercanas o no a la cotidianeidad de nuestras vidas. Desde las telenovelas juveniles a las comedias románticas, pasando por las películas de terror, de aventuras o de acción, las creaciones del celuloide buscan satisfacer las ansias vitales del espectador mientras ocupa la butaca o el sofá de su casa, y entre ellas, una de las más importantes sin duda alguna es la sexual. Héroes y villanos hacen palpitar nuestros... humanos corazones, sedientos de romance y hambrientos de deseo.



Entender el sexo como algo pernicioso, tabú, sucio es reconocernos a nosotros mismos como intrínsecamente malvados, indecentes y repulsivos tan sólo por sobrevivir como buenamente podemos como sacos de hormonas con un raciocinio problemático, en cuyo caso, no tendríamos escapatoria ni control alguno sobre nuestros actos. Aún sin tener fe ―no estuve en el reparto de esa cualidad― en que
el ser humano sea bueno por 
Entrevista con el vampiro, Neil Jordan, 1994
naturaleza, tampoco ha sido tan terrible como para no aprender necesariamente a elaborar
normas y costumbres con la finalidad de lograr una convivencia lo más sana posible en sociedad. Nos mueve la biología, pero también una mente creativa y emocional capaz de tejer interesantes historias, en la realidad y en la ficción, en base a las relaciones humanas en su inmensa variedad, desde las más enrevesadas, delirantes o trascendentales a las más frívolas o pasajeras. Todas estas experiencias aportan algo valioso al desarrollo del individuo, así sea sólo el disfrute de un mero momento de placer.

Sense8 (serie TV), Hermanas Wachowski, 2015-2018 


Para concluir, quiero hacer hincapié en esta última idea, la sexualidad se fundamenta en algo tan absurdamente menospreciado como el placer. Las religiones se encargaron a conciencia de dejar la felicidad para después de muertos y enterrados y condenaron con la ferocidad del infierno las alegrías del vivir. Quizá a los creyentes con esto les alcance, pero a este respecto, nada me ha parecido más sabio que cierta frase de Confucio:


“¿Me preguntas por qué compro arroz y flores? Compro arroz para vivir y flores para tener algo por lo que vivir.”


El ser humano, como cualquier otro animal complejo, necesita alimentar su disfrute, su placer, sólo gracias a ello consigue mantener una cierta autoestima saludable, un equilibrio físico y mental (niveles óptimos de serotonina y dopamina), que favorece una sociabilidad y empatía naturales, fundamentales para el instinto de conservación, para su supervivencia como individuo y como parte de la comunidad. Por todo ello, más aún en estos tiempos inciertos, apáticos y pasivos para el Eros, deberíamos valorar y proteger todos aquellos estímulos a nuestra disposición que sustenten y fomenten las ganas de emocionarnos, de entusiasmarnos y extasiarnos, o lo que es lo mismo, las ganas de vivir y ser lo más felices que podamos o nos dejen ser.

Rakel S.H. 💘 

👉 Primera parte


Venus era mujerWilliam A. Seiter, 1948







"Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos lo hará".
Julio Cortázar

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