La isla de tus pesadillas | Jesús Palacios
Fantasy Island. USA, 2020. 109 m. C. D.: Jeff Wadlow. I.: Michael
Peña, Maggie Q, Lucy Hale, Austin Stowell, Jimmy O. Yang, Portia Doubleday, Kim
Coates.
La gente la odia... Yo la vi hace
un par de noches y la disfruté lisa y llanamente por lo que es: una divertida
vuelta de tuerca al concepto de la serie original.
Aún me recuerdo de adolescente viendo La
Isla de la Fantasía y pensando que era una especie de ridícula variante de
una serie más ridícula todavía, Vacaciones
en el mar, pero con el agradecido añadido de algunos elementos fantásticos
y extraños. También me parecía demasiado blanda, sentimental y moralista. Pero
al mismo tiempo, ahí estaba yo, semana tras semana (no estoy seguro de si la
ponían los sábados o los domingos a mediodía en TVE), tragándome un episodio
tras otro, sin poder ni querer evitarlo, como si se tratara de algún tipo de
adicción (que lo era, claro). No podía resistirme a Ricardo Montalbán y a
Tattoo (inquietante Hervé Villechaize, de popularidad más inquietante aún en
España), a las estrellas invitadas de cada episodio (Stuart Whitman, Peter
Graves, Roddy McDowall, Peter Lawford, Cameron Mitchell, Britt Ekland, Cesar
Romero, Anne Francis, Ron Ely, Annette Funicello...), ni a los sorprendentes
personajes mitológicos que aparecían de cuando en cuando (genios, sirenas,
dioses, ángeles... Hasta el mismísimo Diablo). Y también recuerdo preguntarme quién demonios era realmente Mr. Roarke y
cómo y por qué tenía el poder para convertir en realidad las fantasías de sus
invitados. Había algo oscuramente misterioso y hasta diabólico en Roarke, y
ahora, la película de Blumhouse nos ha ofrecido todas las explicaciones quizá
innecesarias, pero satisfactorias, que buscábamos con esta peculiar
“re-imaginación” de la serie de los años 70 y 80.
Dirigida
por Jeff Wadlow (autor también de la muy apreciable y disfrutable Verdad o reto / Truth or Dare, 2018), con un atractivo reparto y buenos efectos
especiales, Fantasy Island no es
exactamente una película de terror, sino más bien un thriller de acción, aventuras y fantasía oscura con tono de puro pulp, además de un buen homenaje a la
serie, respetando su premisa original que, por supuesto, no es sino una
variación más del tema “cuidado con lo que deseas...” o, parafraseando a Truman
Capote travestido de Santa Teresa: “las peores plegarias son las atendidas”,
aunque generalmente las historias de la serie televisiva (dos y a veces tres,
narradas en paralelo) solían tener final feliz y alguna lección moral que
enseñar al espectador. Pero otra de las buenas noticias es que aquí, de hecho, hay poco mensaje moral y
mucha más diversión, persecuciones, desagradables soldados zombis, algo de torture porn para todos los públicos, un
papel para Michael Rooker, acción a raudales, algunos giros sorprendentes y,
sobre todo, una exótica atmósfera de auténtico Sense of Wonder, con el extraño poder de la Isla explicado a la
manera de algún viejo serial o de un relato pulp
de Clark Ashton Smith, Edmond Hamilton o Hyatt Verrill (si es que su ominosa
“materia oscura” y fluida no es la misma que el omnímodo petróleo de la oleaginosa
Ciclonopedia de Reza Negarestani...).
Esta Fantasy Island es más Skull Island que la de Perdidos y no hay ningún insoportable
Faro en ella, gracias sean dadas a los dioses. Por supuesto, no se toma en serio
por un solo momento los traumas psicológicos de sus personajes (de nuevo:
gracias), tiene unos cuantos agujeros de guion y poca o ninguna verosimilitud
(aunque, por otra parte, resulte menos ofensiva que el final de Perdidos. De hecho, Fantasy Island es un poco como Perdidos...
solo que en buena). A cambio, tiene color, música, un ritmo rápido, aroma netamente
camp, chicos y chicas guapos, estilo
de gran videoclip dance, propio de una diva del pop o de algún rapero de salón –el lugar donde está el mejor cine
de género actual-, y varias escenas e ideas realmente perturbadoras si te paras
a pensar un poco (al fin y al cabo, aquí no hay héroes ni villanos y todo el
mundo tiene una buena razón para actuar como lo hace... generalmente para mal).
Sí es cierto que, siguiendo el espíritu de su fuente de inspiración original,
también nos ofrece una o dos sencillas moralejas: tu mejor fantasía puede ser mi
peor pesadilla, y nada es gratis en esta (o en cualquier otra) vida. No son
malos mensajes que enviar a la narcisista generación millennial a la que va principalmente (y quizá erróneamente)
dirigida la nueva e incomprendida película de Jeff Wadlow, un genuino
autor del género a seguir con toda atención.
Jesús Palacios 😈
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