Nómadas (1986) | Jesús Palacios


Nómadas (1986), primera película de John McTiernan, es una oscura Fantasía Urbana avant la lettre elegante, atmosférica e inquietante, mucho mejor de lo que recordaba de cuando la viera en la época de su estreno (y también me gustó entonces, ojo). En su primer papel protagonista para el cine, Pierce Brosnan es el profesor Pommier, un antropólogo francés recién instalado como maestro en Los Angeles junto a su esposa, aunque lo primero que vemos de él es cómo muere ensangrentado en un hospital, en brazos de Lesley-Ann Down, en el papel de la doctora Eileen Flax. Pronto, Eileen comienza a tener extrañas visiones acerca del siniestro destino de Pommier: siguiendo las tropelías de un amenazador grupo de punks que ha pintado a lo Charlie Manson las paredes de su casa, el profesor descubre aterrorizado que se trata de gente muy, pero que muy rara. Recorriendo la ciudad noche y día en una furgoneta negra no parecen necesitar dormir, comer o descansar nunca. Y también son peligrosos: golpean e incluso asesinan sin razón alguna. Peor todavía: ni siquiera aparecen en las fotografías que Pommier ha tomado de ellos cometiendo sus fechorías. Por no hablar del ominoso sonido de guitarra eléctrica que les acompaña cada vez que aparecen... ¿Quiénes o qué son esta gente? ¿Por qué están siempre en las proximidades de lugares con un pasado sangriento y violento? Tal vez sean “nómadas”, espíritus mortíferos y diabólicos, alguna raza de la noche como los malvados inuat de los esquimales, a los que Pommier investigara antaño. Y si descubren que sabes demasiado sobre ellos... mejor que corras a esconderte lo más rápido y lejos posible, por tu propio bien y el de tus seres queridos.



Compleja y construida de forma sorprendentemente pausada, atmosférica y nocturnal, Nómadas tiene todo el encanto de los últimos 80, con una fantástica banda sonora eléctrica de Bill Conti, incluyendo solos de guitarra del mismísimo Ted Nugent, y una pandilla de “nómadas” con pinta de macarras ochenteros y Ángeles del Infierno con chupas de cuero y crestas punk, liderada ni más ni menos que por Adam Ant, de la banda neorromántica post-punk Adam and the Ants, además de la fascinante y escalofriante Mary Woronov como una diabólica bailarina con ojos de serpiente. El crescendo de suspense y horror es casi perfecto, las imágenes de una ciudad de Los Angeles nocturna retratada como una suerte de escenario urbano para viejos espectros con nuevo look, y el inteligente e impactante plano final son sólo algunas de las muchas virtudes de una película habitualmente infravalorada e incomprendida, sobre todo por su carencia de explicaciones (a todas luces innecesarias) y su inquietante y sosegado ritmo narrativo, próximo a las primeras películas de Kathryn Bigelow o Michael Mann. De hecho, Nómadas tiene mucho en común con Los viajeros de la noche sin la violencia wéstern estilo Peckinpah o con El torreón sin los nazis ni el misticismo. Muy distinta al resto de las películas de acción salvaje de McTiernan, su guion original serviría de base para una excelente novelización de Chelsea Quinn Yarbro y, en definitiva, se trata de una pequeña obra maestra de época, con un montón de elementos de Folk Horror Urbano adelantados a su tiempo. Pobre McTiernan, algunas de cuyas mejores películas, como ésta o El guerrero nº 13, son tan injustamente poco apreciadas.






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