MEDEA EN MÉJICO | Jesús Palacios


La Llorona. Méjico, 1959. 75 m. Blanco y negro. D.: René Cardona. G.: Adolfo Torres Portillo, sobre la obra teatral de Carmen Toscano. I.: María Elena Marqués, Eduardo Fajardo, Luz María Aguilar, Carlos López Moctezuma, Mauricio Garcés.


Segunda versión rodada sobre la leyenda de La Llorona, después del filme de 1933 del cubano de origen Ramón Peón (considerado por algunos historiadores como la primera película de terror del cine mejicano), La Llorona (1959), dirigida por René Cardona (padre del famoso e infame René Cardona Jr., rey de la mexploitation), es un bello melodrama gótico en blanco y negro, que quizá no sea el mejor ejemplo de la edad dorada del terror mejicano (personalmente prefiero películas como El espejo de la bruja, El vampiro o Misterios de la magia negra, entre otras), pero sí una interesante aproximación al mito muy distinta de las que hemos visto en versiones más recientes.


La historia arranca con el problemático matrimonio entre Felipe y Margarita, debido al hecho de que la segunda es heredera directa de Don Nuño de Montes Claros, un noble español del siglo XVI, cuya descendencia es víctima de la maldición de La Llorona, que ha causado la muerte prematura del primogénito de cada generación de la familia a lo largo de los siglos. El padre de Margarita explica largo y tendido a Felipe el origen de la maldición, por lo que gran parte de la película la constituye un flashback al siglo XVI, inspirado en la obra teatral sobre el personaje escrita por Carmen Toscano, pionera del cine documental y auténtica polígrafa mejicana de insigne memoria, que escribiera a menudo sobre las viejas leyendas del Méjico colonial.

Carmen Toscano (1910-1988), escritora y pionera del cine mejicano

Luisa del Carmen, una bella dama mestiza, es seducida por el caballero Don Nuño, pero tras dar a luz dos hijos del noble, este decide abandonarla para contraer matrimonio con una rubia belleza española cien por cien, con la que planea retornar a la madre patria. Tras descubrir la traición de Don Nuño, Luisa enloquece y cual una Medea mejicana asesina a sus propios hijos, siendo ahorcada por ello entre llantos y gritos de dolor y arrepentimiento, pero no antes de que pueda lanzar una terrible maldición contra su amante y su descendencia: todo primogénito Montes Claros morirá antes de cumplir los mismos cinco años que no llegara tampoco a ver el mayor de sus propios hijos. Y así ha sido siempre desde entonces.



Esta es la razón por la cual el padre de Margarita se opone al matrimonio de su única hija su hermano mayor, por supuesto, murió “accidentalmente” antes de su quinto cumpleaños. Despreciando la maldición como una vieja superstición, los amantes siguen adelante con sus planes de boda y poco después tienen un hijo, Jorgito, pero a raíz de su nacimiento, los temores constantes de Margarita comienzan a envenenar a la pareja, que amenaza deshacerse. Una vez más, sin embargo, Felipe consigue persuadir a su esposa de que olvide la dichosa maldición y contrate a una niñera de confianza para que cuide de Jorgito, quien precisamente está a punto de cumplir su quinto aniversario, mientras ellos recuperan así su intimidad y tranquilidad conyugal. Por supuesto, la bella niñera, de nombre Carmen Asiul, resultará no ser otra que el espectro reencarnado de Luisa del Carmen, la legendaria Llorona, cuyos gritos y sollozos preludian siempre la muerte aparentemente accidental de los jóvenes herederos de la familia Montes Claros. El padre de Margarita, Don Gerardo, rápidamente sospecha algo extraño acerca de la niñera, mientras la sombra de la muerte se cierne alrededor del inocente infante.


Más melodrama histórico que terror en sentido estricto, La Llorona funciona mucho mejor de lo que cabría esperar gracias a su fotografía sombría, de resabios casi expresionistas, a los elementos folklóricos y localistas de la historia (la escena en que la pobre y enloquecida Luisa es rodeada por un grupo de músicos nativos, vestidos con trajes típicos precolombinos, llevándola a la histeria es particularmente efectiva y preñada de simbolismo), a su obvio sub-texto antirracista y, sobre todo, gracias a la presencia y virtudes de un excelente reparto.





La belleza de cabello oscuro María Elena Marqués, como triple encarnación de Luisa del Carmen, La Llorona y la Niñera (cuyo apellido Asiul, a la manera de la Carmilla / Mircalla de Le Fanu, deja poco espacio a la duda), resulta absolutamente glamurosa a la par que terrible en su furia y dolor, mientras el actor español Eduardo Fajardo (habitual después en un buen puñado de spaghetti western) es perfecto como el infiel y cínico Don Nuño, un desagradable personaje donjuanesco, ambos más que bien acompañados por el veterano Carlos López Moctezuma como Don Gerardo, Luz María Aguilar como Margarita y el habitual del terror azteca Mauricio Garcés como Felipe. El pequeño Jorgito es interpretado por una niña, subrayando su pureza e inocencia (¿qué culpa puede tener esta pequeña criatura de los pecados cometidos por un lejano y mezquino antepasado?) y los efectos ópticos que muestran la escalofriante transformación de la Niñera en la siniestra y cadavérica Llorona son tan sutiles como convincentes.


La Llorona es una figura legendaria del imaginario fantástico y terrorífico mejicano, y volverá siempre, una y otra vez, como temible y despiadada encarnación del arquetipo de la Madre Terrible, pero aquí, la redención y el perdón son también posibles para ella tanto como para sus víctimas.


Jesús Palacios 😈



Comentarios

  1. La mejor de las versiones, sin ninguna duda. Y hasta de las variantes -Herencia, o esas lloronas modernas que más tienen que ver con Sam Raimi -en el mejor de los casos- que con el gótico mexicano en el que aunque sea tangencialemente cabe incluir a esta.

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