Esos indios del diablo | Jesús Palacios
DUELO EN DIABLO
(Duel at Diablo) USA, 1966. 103 m. C. D.: Ralph Nelson. G.:
Michael M. Grilikhes, Marvin H. Albert, según la novela de Marvin H. Albert. I.: James Garner, Sidney Poitier, Bibi Andersson,
Dennis Weaver, Bill Travers.
Mucho
menos recordado (para bien y para mal) que su wéstern hippie y protestón El soldado azul (Blue Soldier, 1970, según novela de T. V. Olsen), Duelo en diablo (Duel at Diablo, 1966) de Ralph Nelson es, sin duda, una de las
mejores aportaciones al género durante los años 60, peculiar interregno entre
el wéstern clásico y el revisionista lleno de gratas sorpresas. Partiendo de
novela y guion de Marvin H. Albert, uno de los grandes de la segunda ola del hardboiled y quien como tantos otros
autores de novela popular (W. R. Burnett, Elmore Leonard, Brian Garfield...)
dividiera su talento entre la Serie Negra y el Oeste, estamos ante un espléndido ejemplo del sub-género “caballería vs.
apaches”, que plantea una sencilla y angustiosa situación: un grupo
relativamente reducido de soldados, la mayoría de ellos novatos, atrapados por
rebeldes apaches superiores en número, bien organizados, crueles y dispuestos a
todo con tal de no volver a la famosa e infame Reserva de San Carlos.
Naturalmente,
la acción se sustenta tanto en el suspense y la tensión, con un creciente bodycount, como en el protagonismo de
una serie de personajes arquetípicos a la par que psicológica y moralmente
creíbles, ambiguos y muy lejos de maniqueísmos. El principal no es otro que un
James Garner en plena forma, apartado momentáneamente de personajes más ligeros
y picarescos como el de Maverick, que
encarna con toda propiedad a Jess Remsberg, guía del ejército claramente
inspirado (como es habitual) en el célebre Al Sieber que sirviera en la
caballería durante las guerras apaches. Remsberg, aparte de acompañar al
regimiento que recorre el peligroso tramo entre Fort Creel y Fort Concho, anda
también en busca de venganza personal contra el tipo que asesinó y arrancó la
cabellera a su esposa comanche. Junto a él, Bibi Andersson es Ellen Grange, el
conflicto no sólo romántico, sino también racial y moral de la historia: una
mujer secuestrada por los nativos, a la que Remsberg devuelve a su esposo para
desdicha de ambos, y quien sólo desea recuperar a su hijo mestizo, nieto del
mismísimo líder apache, Chata (John Hoyt), obviamente inspirado a su vez en el histórico
jefe rebelde Chato, que capitaneara una sangrienta fuga de la Reserva en 1883. Ellen sufre la violencia, el racismo y los
insultos de los blancos, y sólo Remsberg, cuya decisión de casarse con una
india le ha hecho acreedor también al desprecio de muchos, parece comprender su
dilema. Completan el grupo principal Sidney Poitier, añadiendo otra nota de
color, como un dandi de la Frontera y ex militar que hace negocios con la
caballería; Dennis Weaver, como el mezquino comerciante Willard Grange, esposo
de Ellen y villano de la función quien, sin embargo, no carece ni de momentos
humanos ni de motivos para serlo, y Bill Travers como el Teniente McAllister,
militar que entre el heroísmo y su ambición por convertirse en general mete a
su humilde regimiento en una trampa mortal.
Rodada
en el Sureste de Utah, Duelo en Diablo
ofrece unos decorados naturales impresionantes que ni Almería ni, muchísimo
menos, los gráficos digitales pueden igualar, y posee en términos generales un
equilibrio inusual entre la pura aventura, el realismo y el drama, convincente
en todo momento. La estupenda música de Neal Hefti, gracias a su deriva jazzística y
casi pop, te mete en la cabeza su tema principal de forma insidiosa, con esa
gracia propia de la época (pensemos en el Elmer Bernstein de Valor de ley / True Grit, 1969), y las escenas de acción resultan absolutamente
memorables, dirigidas con brío realista, sin escatimar tanto violencia en
primer plano como movimientos de masas y tomas generales espléndidamente
conseguidas, que muestran, cosa no tan fácil de ver como se piensa, las
tácticas de apaches y soldados con perfecta eficacia.
Duelo
en Diablo
aúna el hálito épico y viril del wéstern clásico con el dibujo de personajes
propio del wéstern psicológico de los años 50, añadiéndole pinceladas de
realismo, comentario social y crudeza (esas torturas apaches...) que preludian
el revisionismo de los 70, sin caer en los excesos políticos
de este, que a veces (como en el caso del tercio final de Soldado azul, por otro lado una película nada desdeñable) resultan
demasiado anacrónicos. En resumen, perfecta muestra de los mortíferos juegos
del gato y el ratón entre los crueles pero majestuosos apaches y el ejército de
caballería, mediados siempre por el mítico personaje del Guía (heredero de la
tradición de Ojo de Halcón), Duelo en
Diablo es un más que adecuado compañero de viaje para esas otras dos joyas
del género que son La noche de los
gigantes (The Stalking Moon, 1968)
y La venganza de Ulzana (Ulzana´s Raid, 1972). Ya está tardando
Valdemar en publicar la novela.
Jesús Palacios 😈
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