VIDEOJUEGOS - Mi catarsis en Skyrim | Rakel S.H.


Sí, yo también quisiera vivir en Carrera Blanca... Y no me importa que tenga la casa más pequeña del juego, ni que sea la ciudad menos heroica, lujosa o entretenida. Es un lugar desde el que viajar a cualquier parte y al que regresar tras vivir incontables aventuras. A veces volvía a casa sin realizar ninguna misión, solamente después de explorar otros territorios y recoger ingredientes por el camino para las pociones que toda guerrera o maga necesita. La vida no es fácil en Skyrim y hace falta estar bien surtido de paracetamoles, ibuprofenos y betadines varios. No soy de los jugadores que se montan una gran familia con el par de hijos de rigor, por eso la casa más pequeña me parece de lo más confortable con su estudio con mesa, estanterías y baúles para todas mis cosas (¿qué somos sino lo que aún conservamos a pesar de todo?). Me he mudado tantas veces en mi vida (nueve, si no se me escapa alguna de mi precaria memoria), que he llegado a considerar un hogar como la más preciada posesión que se puede lograr en la vida. Skyrim te da justo lo que necesitas: si quieres relajarte un rato, tienes la opción de hacer turismo en alguna ciudad o marcharte de excursión por aquellas agrestes tierras; si quieres desahogar alguna neura del día, siempre hay esqueletos, bandidos o arañas con los que resarcirse. Puedes buscarte problemas, huir de ellos o permanecer más o menos neutral y dedicarte al noble oficio de la herrería o al comercio durante la mayor parte de la vida de tu personaje, que tampoco está tan mal (he tenido trabajos peores y peor pagados). ¿Es una forma de evasión? Por supuesto, pero tan necesaria como un libro, una peli, una actividad deportiva o un paseo por la playa. La mente humana requiere de estas válvulas de escape a cambio de habernos construido un sistema que se empeña en ponernos bajo presión.

¿Los videojuegos fomentan la violencia?

Últimamente hemos vuelto a oír algunas voces culpando a los videojuegos por episodios de violencia en la realidad, como en otras ocasiones o como ya se había hecho con el cine o los juegos de rol. Mi experiencia como gamer viene desde los tiempos del spectrum y para empezar, os diré que, aunque me veáis con un espadón en Skyrim, detesto cualquier tipo de confrontación, es más, me estresan sobremanera y las evito.

La teoría de la catarsis fue clave en los comienzos del psicoanálisis (aunque ya la nombrara Aristóteles en su obra La Poética), que la entendía como un proceso de "purificación", de liberación emocional y de contacto con uno mismo, mediante la purga de conflictos inconscientes. Siempre he pensado que una de mis catarsis más efectivas era sumergirme en los fríos caminos boscosos de ese lugar, en el que mi mayor satisfacción consistía en ponerme una cómoda túnica al llegar a casa tras una dura jornada, descalzarme las botas de montaña, soltar cada cosa en su lugar y prepararme un rico guiso o una deliciosa sopa de verduras medieval. Ya ven, cuánta violencia...
















Cada cual escoge su propia catarsis o la manera en la que nos liberamos para relajarnos. Para mí, es un escenario épico-fantástico; para otros, pilotar un caza, mantener una granja, matar mutantes en un futuro postapocalíptico, saltar plataformas con setas gigantes,... Al final es entretenimiento con menor o mayor grado de complejidad, con historia o sin ella. Y no pasa nada, porque no es real, es un juego. Funciona en nuestro cerebro como leer una novela de aventuras, jugar a vaqueros e indios, construir maquetas o ver una película de piratas como El temible burlón. Estos métodos para la purificación de las tribulaciones y agobios de la mente nos despiertan emociones para hacernos entenderlas, para entendernos a nosotros mismos, y además en el caso de los videojuegos, desarrollan nuestra creatividad, mejoran nuestras habilidades cognitivas y de percepción, en definitiva, resultan muy beneficiosas para nuestro intelecto.

En cuanto a la violencia...

La violencia forma parte de nosotros. Ya lo decía Freud cuando hablaba de las pulsiones. Nuestra madurez como individuos radica en buena parte en cómo somos capaces de calibrar y equilibrar nuestras respuestas agresivas y pasivo-agresivas a lo largo de nuestras vidas. La violencia existe, ocultarla no va a hacer que desaparezca. Se encuentra en el día a día por todas partes y en todas las cosas. Cualquier acto de innovación contiene incluso cierta dosis de violencia al romper con lo anterior. Forma parte de nuestra naturaleza, también como sociedad. Otra cosa son la locura, el odio, la ira, la ignorancia, la manipulación u otras cuestiones que no tienen nada que ver con lo tratado en este artículo ni con el universo gamer. Locos hay muchos sueltos por el mundo y necios, frustrados o malas personas cabreadas por algún sinsentido, ni te cuento. La mayoría de las veces tiene que ver precisamente con una falta de catarsis. Si además les damos un arma tan fácilmente, parece probable que no pasará nada bueno.

No, los videojuegos no tienen la culpa de nada. 



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