Estigma, 1980. Un film de Jose R. Larraz | Jesús Palacios



Muy recordado por películas de horror llenas de erotismo perverso y sensualidad como Whirlpool, Síntomas o su más conocida Las hijas de Dracula, rodadas en Inglaterra a comienzos de los años 70 con ojo más británico que español y la inteligencia visual, estética y narrativa de quien fuera también estupendo dibujante de historieta, José Ramón Larraz firmó ya en nuestro país algunos títulos más que disfrutables (y no me refiero ni a Polvos mágicos ni a sus slashers, todo ello meritorio a su manera), sino a películas tan peculiares como Estigma (1980), coproducción con Italia filmada en Barcelona y con reparto más o menos nacional, que conserva un estilo y sensibilidad muy próximos al de sus films ingleses, con resultados sorprendentemente apreciables, más aún si se tiene en cuenta la premura con que fuera rodada, gracias también a los excelentes técnicos italianos que se hicieron cargo de fotografía, música y montaje.




El caso es que lo que comienza más o menos como una exploit del terror paranormal en la línea de Carrie (1976) o Patrick (1978), aprovechando la belleza casi adolescente de ese Dorian Gray italiano que fuera Christian Borromeo, con sabrosos ribetes de incesto (y si tu madre fuera Helga Liné no te extrañaría tanto la idea...), sadismo familiar y voyerismo propios de la siempre sucia mente de su director, da repentinamente hacia la mitad un sorprendente y agradecido giro gótico, que deriva hacia la historia de fantasmas trágica y erótica con resabios cuasi victorianos a lo James (Henry y M.R.), y con un fantástico final, no tan previsible como cabría esperar.


Todo en Estigma está, por supuesto, impregnado de sexo, desde los frecuentes desnudos y escenas de cama con actrices como Alexandra Bastedo, Berta Cabré o la mentada musa del fantaterror español en general y de Larraz en particular, la elegante Helga Liné, hasta la omnipresencia de Borromeo, epítome del homoerotismo juvenil, la belleza perversa y la maldad sin coartadas, pero lo cierto es que la intriga funciona también sin fisuras,con un buen body count, actores tan eficaces como Emilio Gutiérrez Caba, y adoptando algunos modos y modas del momento ―el terror paranormal y temas como la reencarnación― para, sin embargo, llevarlos finalmente al territorio de la tradición gótica y el melodrama de época sadiano e incestuoso, un poco en la línea de la injustamente olvidada La reencarnación de Peter Proud (1975).


Muy recomendable, prácticamente a la altura de las mejores películas made in England del a menudo interesante y siempre sicalíptico Larraz. ❤❤❤






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