"Érase una vez...." ("Le Petit Poucet", 2001) | Jesús Palacios



Hay injusticias tan flagrantes en el mundo del cinéfilo y el cinéfago que hacen que hasta a alguien tan encallecido como yo, que ha visto de todo en el oficio más viejo del mundo (y no me refiero a las muy respetables putas de vocación, sino a los críticos, críticas y crítiques de cine) se le revuelvan las tripas. "Érase una vez...." ("Le Petit Poucet", 2001) es una exquisita, deliciosa y tan bella como oscura adaptación del "Pulgarcito" de Perrault, llevada a cabo por el siempre eficaz Olivier Dahan (y si no os gusta "Los ríos de color púrpura 2", peor para vosotros), con producción de Jean-Pierre Dionnet, es decir, de uno de los fundadores de "Métal Hurlant" y de los añorados Humanoides Asociados, lo que por supuesto da ya una pista del tipo de película que vamos a ver. Un espectáculo estético y esteticista, anti-realista por definición, que no ahorra ninguno de los aspectos más siniestros, antropófagos y crueles del cuento original, a la vez que nos transmite una infinita ternura en medio de la desolación. Con decorados pintados, siguiendo los senderos del cine maravilloso ruso de los años 40 y del cine japonés -con señalados homenajes al Kurosawa de "Ran", "Kagemusha" y "Los sueños", amén de deliciosa banda sonora de Joe Hisaishi-, se encuentra en las antípodas de las traiciones perpetradas por Tim Burton o por la mayor parte de las producciones supuestamente feéricas de Hollywood en las últimas décadas, abunda en iconografía y momentos terroríficos, su espléndido colorido brilla en medio de la oscuridad, y sus personajes y vestuario están espléndidamente diseñados, a medio camino entre viejas historietas de "Métal Hurlant" como "Los ejércitos del conquistador", las fantasías niponas estilo "Power Rangers" y los trajes de época propios del periodo (a)histórico en el que transcurre su acción. Corta y trepidante, más cerca del Terry Gilliam de "Los héroes del tiempo" que de Spielberg, la aparición de Catherine Deneuve nos retrotrae gozosamente a otras fantasías feéricas galas como "Piel de asno" (Jacques Demy, 1970) e incluso a la inevitable "La Bella y la Bestia" (1946) de Cocteau, con las que comparte poética, fantasía y surrealismo.













Pues bien, esta joya pasó completamente desapercibida el mismo año en que la cursi "Amélie" se convertía en éxito internacional. No se llegó a estrenar ni editar en Estados Unidos, IMDB apenas le da un aprobado, no hay críticas ni reseñas en internet, Wikipedia (fr.) sólo le dedica unas líneas y lo único que parece recordarse -y no demasiado- es la bella canción que interpreta Vanessa Paradis, "La Lune Brille Pour Toi" (¡y qué alguno atribuye a "El principito"!). Por otro lado, los usuarios que la comentan carecen de la más mínima sensibilidad, cultura o imaginación para reconocer sus méritos y débitos, confundiendo todas sus virtudes (teatralidad, anti-realismo, crueldad, humor negro, decorados de cartón piedra, vestuario extravagante y efectos especiales propios del teatro de títeres, teatro que, de hecho, constituye los hermosos créditos finales) con defectos, gracias a la labor empobrecedora del seudo-realismo de la narrativa hollywoodiense y su ñoñería intrínseca. Un cuento de hadas de verdad convertido en experiencia cinematográfica, onírica y audiovisual, a rescatar del olvido y situar en la misma liga que "Los héroes del tiempo", "En compañía de lobos", "Valerie y su semana de las maravillas", "Las aventuras de Ruslán", "La ciudad de los niños perdidos" o la "Alicia" de Svankmajer. Prohibido, eso sí, para las almas sensibleras, monjiles, industriosas y didácticas que pretenden destruir, ocultar o, peor aun, deformar las fantasías feéricas originales, despojándolas de su crueldad, oscuridad y raison d´etre. Esa es la moraleja de estas líneas. ❤️❤️❤️

Jesús Palacios 😈





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