THE DAVID MOODY HORROR SHOW (en "Delirio", nº 13, marzo de 2014) | Jesús Palacios
omo pequeño homenaje y recuerdo a la figura de Francisco Arellano (Ver DEMONIOS DE LA MENTE y DE BESTIAS Y HOMBRES ), el gran editor, conocedor, traductor, crítico y pionero divulgador del fantástico y la ciencia ficción en nuestro país, triste y recientemente fallecido, hemos decidido rescatar dos textos con los que tuve el placer y el honor de contribuir en un par de números de su exquisita revista dedicada a la fantasía, Delirio.
Publicada a partir de 2007, Delirio se constituyó en heredera del fanzine que Arellano editara ocasionalmente en la segunda mitad de los años 80, como compañera de su seminal colección de literatura fantástica y de ciencia ficción del mismo nombre, habiendo llegado, si no me equivoco y hasta el momento de su fallecimiento, hasta los treinta y cinco números. En su número 13, de marzo de 2014, como introducción a un relato inédito del autor británico David Moody, “Casi para siempre” (“Almost Forever”), en traducción de Óscar Mariscal, Paco me pidió unas palabras acerca del autor y su obra. Fue la primera de mis dos colaboraciones en la revista, que escribí con sumo placer, y la primera que ofrecemos aquí. En breve le seguirá una segunda y última, que lo fue no por falta de ganas, sino de tiempo.
Delirio, nº 13, marzo de 2014 |
He aprovechado la ocasión para hacer alguna que otra corrección, pero en lo esencial se trata del mismo texto aparecido en su momento, que espero disfrute el lector teniendo presente el recuerdo de Francisco Arellano, sin el cual no habría sido escrito y sin cuyo infatigable trabajo a lo largo de muchas décadas el panorama español del fantástico sería infinitamente más pobre, como lo será sin duda a partir de ahora, tras su prematura desaparición.
THE DAVID MOODY HORROR SHOW
Por Jesús Palacios
En medio de la imparable, inabarcable e insoportable avalancha de literatura zombi—mayormente escrita por autores que parecen encontrarse en el mismo estado que sus criaturas: cerebralmente muertos—, una pequeña serie de novelas inglesas supuso un agradable respiro respecto a la mayoría de sus congéneres epidémicos. Septiembre zombie, Ciudad zombie y Zona zombie, así publicadas en nuestro país por Minotauro, resultan una incursión en el género que prima el efecto sobre el efectismo, la concisión sobre la exuberancia gratuita, las personas sobre los personajes y la atmósfera sobre la espectacularidad. No quiere decir esto que no contengan buena parte de los tópicos del zombi post-Romero, pero, en términos generales, se encuentran más próximas a la tradición post-apocalíptica de la ciencia ficción inglesa que al tremendismo barato de los muertos vivientes caníbales de moda, sin caer tampoco en ese sentimentalismo de soap opera, disfrazado de dramatismo impostado en series como The Walking Dead, con sus insoportables conflictos humanos que hacen verdaderamente envidiable la condición zombi.
Lo cierto es que, al leer estas novelas, vienen a la cabeza otras ya demasiado olvidadas, como El día de los trífidos de Wyndham o La muerte de la hierba de Christopher. Como en aquellas, hay una fina percepción de la cotidianidad interrumpida, de la supervivencia —o no— de seres humanos corrientes y molientes, que buscan un rincón apacible donde reposar sus cansados huesos, recordando hasta el olvido a sus seres queridos y el mundo desaparecido con ellos. Estas novelas zombi tienen algo de esas cosy catastrophe o “catástrofes íntimas” típicamente inglesas, campestres y melancólicas, así bautizadas por el no menos británico Brian Aldiss. Pero lo cierto es que si me acerqué a esta trilogía —a la que han seguido varios títulos sin traducir al castellano—, pese a mis reticencias ante la literatura protagonizada o escrita por muertos vivientes, es porque, antes, ya había leído otra novela (posterior) de su autor. Y me había sorprendido. Mucho.
Para mí, de hecho, David Moody era y es el autor de Odio –título español de Hater–, variación catastrófica, emparentada hasta cierto punto con la epidemia zombi, pero que, por fortuna, evoluciona sorprendentemente hacia la ciencia ficción visionaria, apocalíptica en su sentido más esencial, conduciendo al lector, tras una serie de episodios un tanto agotadores, a la manera típica de la novela y el cine desastre, hasta una fascinante dimensión especulativa, emparentada con clásicos como El alimento de los dioses y La máquina del tiempo de Wells, Las crisálidas de Wyndham o Soy leyenda de Matheson.
Portada de una edición británica de Las crisálidas de John Wyndham |
Lo que comienza como una historia de terror urbano y supervivencia —survival, que dicen los anglos—, se convierte en un conflicto, una guerra a muerte, entre distintas especies. Una reflexión sobre la agresividad y la naturaleza humana, que desvela el gran miedo que —por propia confesión— mueve la obra de Moody: el miedo al ser humano. A que, quizá sin motivo alguno, quizá por motivos que no podemos ni podremos comprender nunca, un buen día —ya ha pasado varias veces— una mitad de la raza humana decida destruir, dominar, devorar por completo a la otra. Ni lazos familiares o sentimentales poseen valor alguno en Odio, cuando repentinamente algo más profundo, algo enterrado en nuestros genes, despierta enfrentándonos al “enemigo”, obligándonos a destruirlo implacablemente. Aunque ese “enemigo” resulte ser nuestra esposa, nuestros padres, hijos o amigos (aquí, mientras escribo, escucho “Paranoid” de los británicos Black Sabbath… ¡qué grandes eran!).
Después, conocí personalmente a David Moody —¿no es gracioso que alguien que escribe novelas de muertos vivientes se apellide como el autor de Vida después de la vida?—, en la edición celebrada en 2013 del Festival Celsius de Avilés. Como no podía ser de otra manera, es un hombre tímido, humilde, afable, al que cuesta imaginar escribiendo historias violentamente apocalípticas como Odio.
David Moody, menos fiero de lo que pinta |
Es un tópico, pero todo tópico encierra alguna verdad: nadie más agradable y educado que un escritor de horror. Y además, uno que se sabe y ejerce como tal. Que se reconoce deudor de sus mayores, admirador y seguidor de una escuela británica pulp poco considerada, con el olvidado James Herbert en cabeza y el vilipendiado Shaun Hutson a la cola, y que en los últimos tiempos ha resucitado en algunos de los nombres más interesantes del panorama de la literatura fantástica y de horror actual –Adam Nevill, Tim Lebbon, Gary McMahon, Mike Carey…–, a veces con un pie puesto en la más genuina ficción especulativa. De hecho, Trust, una de las obras más recientes y apetecibles de Moody, que sigue desgraciadamente sin editarse en nuestro país, se presenta como una novela de “anti-ciencia ficción”.
Trust y otras novelas de David Moody que esperan ser traducidas al castellano |
El que la anunciada versión cinematográfica de Odio, uno de tantos proyectos del siempre entusiasta por encima de sus posibilidades Guillermo del Toro, no llegara a cuajar, parece haber perjudicado la publicación en nuestro país de las obras de su autor, aunque lo mismo ocurre con su compatriota Adam Nevill, pese al éxito del filme de David Bruckner que adapta su novela El ritual. Por lo que se ve, el interés de Minotauro (o de sus lectores…) por la nueva y estupenda veta de escritores británicos de horror parece haberse agotado casi antes de empezar.
Es para mí un placer invitar al lector a que penetre en el David Moody Horror Show, un espectáculo netamente pulp, entre la tradición y la modernidad, sin pretensiones ni concesiones, y donde la criatura más temible de todas es, como bien sabían ya Hobbes, Poe y el Tío Creepy, el ser humano.
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