Sexta entrega de las columnas de Jesús Palacios en A Quemarropa, diario de la XXXVI Semana Negra 2023 | Jesús Palacios

DIARIO DE UN EXORCISTA VI
Crisis en noir



s posible que verdaderamente no esté yo ejerciendo de investigador vaticano disfrazado como periodista cultural, infiltrado en la SN. Empiezo a preguntarme si no seré, por el contrario, un auténtico periodista y crítico cultural, travestido voluntaria y sibilinamente en exorcista para ser enviado por el Papa a la Semana Negra. Teóricamente, para comprobar la verdad sobre la influencia diabólica en sus sospechosos organizadores, pero, en realidad, para asistir a sus encuentros literarios, como amante (im)penitente que soy de la novela negra y criminal.


Cuando me miro en el espejo, al llegar con el crepúsculo a mi humilde habitación de hotel, tras asistir tomando notas a la última presentación del día, ya no pienso en posesiones, exorcismos, potencias infernales, ni diabólicas conspiraciones, sino que me pierdo en reflexiones sobre el género policíaco, el cine negro, sus nuevas tendencias, temas, autores y, sobre todo, autoras y lectoras, lo que me resulta, confieso, mucho más agradable que mi papel como cabeza visible de la Congregación de los Ritos, defensor de la Iglesia contra las malas artes del Maligno. Es así como me voy a la cama, acogido en el seno de la Madre Noche, dudando cada vez más acerca de mi propia identidad.

 


De lo que no me cabe duda es de que las charlas sobre la novela negra en tiempos de crisis sólo me han aclarado que la cosa no está nada, pero que nada clara. Tengo para mí que más que hablar sobre la novela negra en tiempos de crisis habría que hablar de la crisis de la novela negra en estos tiempos. Sí, crisis. Puede parecer irónico cuando en la SN asistimos a la vitalidad enorme de la que goza el género, con multitud de nuevos y viejos escritores y escritoras, múltiples tendencias y estilos, amén (Señor) de un numeroso y cabría decir creciente número de lectores. Pero es que la palabra “crisis” no posee necesariamente sólo connotaciones negativas. Puede ser, simplemente, un “cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o una situación, o en la manera en que estos son apreciados” (RAE). Y eso, precisamente, me parece que ocurre aquí y ahora con esa cosa con plumas que llamamos novela negra.

 


Hoy, la novela negra se ha convertido en un saco roto y sin fondo al que los editores españoles y muchos periodistas y escritores que siguen ciegamente sus dictados comerciales, echan todo, pero absolutamente TODO lo que se escribe en el muy amplio espectro de la literatura criminal, policial y de misterio. Negras son las novelas clásicas, claro, de Hammett, Chandler y Macdonald, pero negras son o dicen ser las de Conan Doyle, Agatha Christie, Edmund Crispin, Michael Innes o P. D. James.

 

 

Negro es, por supuesto, el nordic noir de Jo Nesbo, Stieg Larsson, Henning Makell o los pioneros Sjöwall y Wahloo, pero negro se nos dice que es también el folletín criminal de Sax Rohmer, Gastón Leroux, Maurice Renard, Edogawa Rampo o hasta la mismísima Emilia Pardo Bazán.

 

Negra es, en definitiva y curiosamente solo en España, toda novela de o con crímenes, de cualquier época, estilo o intención, que los editores y sus lacayos críticos decidan etiquetar como negra. Y ya está. Pues bien, eso sí que es la crisis de la novela negra, en el peor sentido del término, pues tal política meramente comercial y comercialista, es la que puede acabar precisamente con la rica especificidad del noir dentro del contexto más amplio y general de la literatura criminal.

 


Lo “negro”, como bien demuestra esta SN, es en lo policíaco un color que denota, que resalta, el componente realista, crítico y social en su praxis literaria y/o cinematográfica. Por supuesto, con muchas variantes, pero siempre con una clara predisposición a distanciarse de otras tendencias como el misterio clásico del “¿quién lo hizo?”, el suspense (gótico o no), el folletín y la aventura criminal o el technothriller, por ejemplo. Por supuesto, no se trata de compartimentos estancos sino de variedades porosas que a menudo se cruzan y fertilizan entre sí. Pero cualquier amante de todos ellos —o de uno solo— sabe que es de mantener ciertas constantes y una mayor o menor presencia y peso de las mismas, de donde deriva el carácter “negro” o no de una obra.

 

Nadie en su sano juicio confundiría Asesinato en el Orient Express con Cosecha roja, a Fu Manchú con Vito Corleone, al Padre Brown con Wallander o a John Dickson Carr con Jim Thompson. Y, sin embargo, todos son hoy, en el burdel editorial español, el mismo género: novela negra. Cierto es que la sobreabundancia de etiquetas puede marear un poco la perdiz (whodunit, cozy mystery, suspense, psychothriller, novela enigma, thriller, etc., etc.), pero peor aún es la simplificación ad absurdum y ad nauseam. Al fin y al cabo, Dios está en los detalles. ¿O era el Diablo?

 

Transcripción de D. Jesús Palacios,
Hermano lego de la Compañía de Jesús,
Secretario de la Congregación de los Ritos.

 




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