Tercera entrega de las columnas de Jesús Palacios en A Quemarropa, diario de la XXXVI Semana Negra 2023
e de confesar (cómo nos gusta a los católicos esto de la confesión), que uno de los motivos por los que la Santa Sede me ha confiado esta misión es, mea culpa, mi pasión por la novela policíaca. Sirve esta como ideal disfraz para mis investigaciones y comprobaciones taumatúrgicas, tratándose como se trata la Semana Negra de un festival literario y cultural cuya original inspiración fuera, precisamente, reunir a los amantes de este género en torno a sus autores favoritos. Así que hoy, con el permiso que yo mismo me concedo (soy el jefe, qué demonios, perdón por la expresión), me voy a tomar la noche libre para no perderme la proyección de El testaferro, la película dirigida por Carlos Martínez, basada en la si no recuerdo mal primera novela negra del argentino Raúl Argemí, El gordo, el francés y el ratón Pérez, ambos dos presentes en la Semana (Martínez y Argemí, no el francés y el ratón Pérez).
Raúl Argemí (izquierda, claro) y Carlos Martínez (derecha, pero no mucho), dos sospechosos habituales en la Semana Negra (Foto SN/La voz de Asturias) |
Desde que publicara este libro, en 1996, Argemí no ha parado de cultivar la temática, con títulos tan destacados como Los muertos siempre pierden los zapatos, Retrato de familia con muerta o A tumba abierta, por citar algunos. Tampoco ha parado de acaparar premios de prestigio como el Novelpol o el Hammett (que concede la SN) y de convertirse en autor de referencia para todos los amantes del noir, especialmente en Francia, donde saben de esto más que nadie. Soy consciente de que Argemí, como muchos de los autores de género criminal de su Argentina natal, es un descreído y peligroso individuo con ideas políticas en las antípodas de nuestra Fe, pero qué le vamos a hacer… Después de dos años en la Archidiócesis de Buenos Aires a mediados de los 70 del siglo pasado, reconozco que prefería con mucho pasar el tiempo encerrado en mis habitaciones leyendo novela policíaca a seguir contemplando las barbaridades del gobierno argentino, con la cómplice mirada ausente de la Santa Sede y sus representantes. Si alguna vez este exorcista vio al Diablo, fue allí, pero no se me permitió expulsarlo.
Así pues, durante aquel tiempo me sumergí en la oscura y salvífica marea de la novela policial con acento lunfardo, fuera cual fuera su estilo y procedencia. Bustos Domeq y su Isidro Parodi (no sabía yo entonces que tras ellos, autor y personaje, se escondían Borges y Bioy Casares); Los que aman, odian, escrita al alimón por Bioy y su señora, la gran Silvina Ocampo; Manuel Peyrou y El estruendo de las rosas (poco podía sospechar que mucho más tarde conocería a su sobrino, el visionario crítico de cine y escritor Óscar Peyrou); Marco Denevi y Rosaura a las diez; hasta Los 7 locos y Los lanzallamas de Roberto Arlt me atrevo yo a llamar novela negra. Y después, sin parar hasta el final: Rodolfo Walsh (que da merecido nombre a otro premio de esta SN), Osvaldo Soriano, Juan Sasturain (cuyo Etchenique o Etchenaik es el único detective latinoamericano capaz de competir en talla icónica con el mexicano Héctor Belascoarán Shayne de Paco Ignacio Taibo II), Mempo Giardinelli, Ricardo Piglia, Pablo De Santis, José Pablo Feinman y un largo etcétera. Ahora, me dicen que sigue y sigue esta diabólica pasión argentina por el género negro, con nombres nuevos como los de Horacio Convertini, Maria Inés Krimer, Marcelo Guerrieri, Nicolás Ferraro, Claudia Piñeiro, Marcelo Luján… Todos ellos y otros muchos, a lo que puedo ver, galardonados y celebrados por la propia SN.
Bien es cierto que sus novelas merecerían estar en el Index librorum prohibitorum, si este no hubiera sido suprimido en 1966 por Su Santidad Pablo VI, no sé yo si con buen juicio. Porque, en realidad, todos los que ocupamos algún cargo de cierta altura y relevancia en la curia de la Santa Sede sabemos que este Index se hizo, sobre todo y ante todo, no para proteger a la cristiandad de los peligros y tentaciones del Enemigo a través de ciertos blasfemos libros… Sino para que solo nosotros pudiéramos disfrutar de ellos. Y ya lo dejo, que como mi secretario sea, como me temo, agente encubierto del Vaticano, igual me la estoy jugando. Santas y buenas, que yo me voy al cine.
El testaferro, la Argentina negra y el cine negro argentino en la SN |
A QUEMARROPA Diario de un exorcista III
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