LA INQUIETANTE SEÑORA SINCLAIR | Jesús Palacios


Libros 💀💀💀

CUENTOS DE LO INSÓLITO. May Sinclair. Traducción de Shaila Correa. La biblioteca de Carfax. Madrid, 2023. 266 págs.

 

LAS INQUIETUDES DE MAY SINCLAIR

 


n su constante descubrimiento y redescubrimiento de clásicos postergados de la ficción fantástica y de lo extraño, que combina acertadamente con la publicación de los más interesantes autores actuales del género, La biblioteca de Carfax ha tenido el buen tino de sacar a la luz el primero de los dos libros de relatos fantasmales e inquietantes escritos por May Sinclair, autora que en los últimos años ha sido objeto de numerosos estudios, biografías, ensayos y reediciones en el ámbito anglosajón, a rebufo del rescate de varias escritoras con notable éxito e influencia en su día, pero que el paso del tiempo y ciertos prejuicios parecían haber condenado injustamente al olvido.

 

May Sinclair (1863-1946)

El caso de May Amelia St. Clair Sinclair (1863-1946) es notable en este sentido, pues fue una tan prolífica como señalada figura en una época de cambio y revolución cultural y social: los años que abarcan desde el final de la Era Victoriana y del siglo XIX a la casi totalidad de la primera mitad del XX, viéndose voluntariamente asociada al modernismo y la vanguardia literaria del momento, así como a la lucha por los derechos y la igualdad de la mujer. Hija de una dominante madre profundamente religiosa, y de un padre arruinado y alcohólico, que falleció siendo niña, May Sinclair supo desde muy pronto lo que era salir adelante a base de esfuerzo, trabajo y voluntad, cuidando de sus cinco hermanos mayores, cuatro de los cuales sufrían una condición cardíaca congénita, y manteniendo a su madre con sus magras ganancias como escritora hasta la muerte de esta, en 1901.

 

May Sinclair al frente de una manifestación sufragista (1910)

En el terreno del sufragismo, los escritos de May Sinclair conocieron notable difusión e impacto tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, participando la autora activamente en manifestaciones, asociaciones, prensa y debates feministas. Dentro de la crítica literaria fue una de las primeras voces en apoyar y elogiar la corriente “imaginista”, entrando en contacto y trabando relación con poetas y escritores como Ezra Pound, Hilda Dolittle (H. D.), Ford Madox Ford, Robert Frost o T. S. Eliot. A ella se atribuye el empleo por primera vez del término “flujo” o “corriente de conciencia” (stream of conscience) para definir la nueva modalidad narrativa de imaginistas y otros modernistas a la hora de reflejar el monólogo interior de sus personajes, evitando el uso de la puntuación y las estructuras sintácticas y semánticas tradicionales. También muy destacable sería su trabajo en torno a las hermanas Brontë, a quienes dedicó el libro The Three Brontës´ (1914), cuya personalidad y obras influyeron notablemente en su propia visión de la literatura y la existencia.

 

Portada de la biografía de las hermanas Brontë por May Sinclair

Como escritora cultivó la poesía pero, sobre todo, la narrativa y el ensayo filosófico, conociendo temprano éxito con algunas de sus primeras obras: Audrey Craven (1897), The Divine Fire (1904), saludada por la crítica como una de las mejores novelas del momento, y más tarde con The Combined Maze (1913), alabada por escritores tan distinguidos y distantes entre sí como George Orwell o Agatha Christie, así como la posterior Life and Death of Harriett Frean (1922). En ellas combina el drama psicológico, familiar y social con la novela de ideas, discutiendo y polemizando en torno a religión, ciencia y filosofía, al tiempo que describe, a veces con notable grado de experimentación formal, como en Mary Olivier (1919), la vida íntima de sus protagonistas, generalmente femeninas, a través de cuyas experiencias expone la evolución de la sociedad victoriana en sus postrimerías, analizando los cambios, a veces traumáticos, de un mundo dominado por una moral hipócrita y puritana, que se desvanece en una nueva época conmovida por las teorías de Freud, la tragedia de la Primera guerra mundial (en la que participó brevemente como enfermera), la emancipación de la mujer y la lucha de clases.

 

Portada de una edición de 1911 de The Divine Fire

El pensamiento y las ideas filosófica de Sinclair, que elaboró en un buen número de artículos y ensayos, estuvieron marcados por tres factores fundamentales: el idealismo alemán, con su constante admiración hacia Kant y sus seguidores; el impacto de Freud y el psicoanálisis, en cuyo estudio y divulgación colaboró también activamente, y, no menos importante y quizá en cierto modo como personal fusión de ambos sistemas epistemológicos, el Nuevo Pensamiento (New Though) místico y espiritual, que la llevaría a presidir en 1914 la Society for Psychical Research, participando en reuniones de espiritistas y psíquicos, aunque siempre más cerca de las interpretaciones del filósofo americano William James, a quien conoció durante su gira por los Estados Unidos, que de los espíritas más entregados y acríticos.

 

En primera línea: Sigmund Freud (izq.) y Carl Gustav Jung (dcha.) junto a varios colegas en la Universidad Clark (1909). Ambos fueron miembros de la Society for Psychical Research

Estas inquietudes la conducirían también inevitablemente a especular en torno a la experiencia mística, la trascendencia, la vida después de la muerte, la iluminación espiritual y sus peligros por medio de la ficción, en dos volúmenes de relatos extraños: Uncanny Stories (1923) y The Intercessor and Other Stories (1931), el primero de los cuales ha sido recientemente traducido y editado por vez primera en nuestro país por La biblioteca de Carfax como Cuentos de lo insólito.

 


RELATOS INQUIETANTES

 

En 1886, a resultas de una profunda crisis espiritual, May Sinclair rompió definitivamente con las creencias religiosas cristianas heredadas de su madre, volcándose en el estudio del idealismo kantiano y desarrollando, con el paso de los años y a través de sus observaciones en psicología y filosofía, una particular síntesis entre distintos elementos, influida tanto por el desarrollo del psicoanálisis como por el de la investigación psíquica. Si bien se consideraba a sí misma agnóstica, lo era de una forma podríamos decir casi panteísta, interpretando la Realidad como una manifestación de la conciencia de Dios, que lo informa absolutamente Todo, siendo la propia conciencia humana aquella parte que nos permite aproximarnos a la divinidad (el Absoluto), para llegar a formar parte de ella un día, fin último de la existencia misma. El idealismo kantiano, incluso en su propedéutica, es esencialmente metafísico, proporcionando todos los instrumentos necesarios para sustentar una moralidad universal, no muy distinta de la cristiana, a través de sus imperativos morales apriorísticos y categóricos, sin por ello acudir a la religiosidad tradicional, sino antes bien a unos principios que teóricamente emanan de la razón práctica pura.

 

Immanuel Kant: “Puedo hacer lo que tengo que hacer porque quiero”. (Viñeta de la novela gráfica Lampe und sein Meister Immanuel Kant, 2017, de Antje Herzog)


Este idealismo kantiano y alemán, por un lado; el descubrimiento de las corrientes secretas del pensamiento subconsciente de Freud y sus seguidores, que concedían una importancia inédita hasta entonces a lo oculto y reprimido, a fuerzas inconscientes que sin embargo determinan nuestro comportamiento, tanto íntimo como público, sin contar con nuestra necesaria aquiescencia, por otro, y, finalmente, los experimentos psíquicos de médiums e investigadores de fenómenos paranormales, parecen sustentar todos de forma diferente pero en cierto modo confluyente una interpretación científica y “realista” de la experiencia mística y religiosa, en las antípodas, sin embargo, del materialismo científico actual, propio tanto de los filósofos del realismo especulativo, enemigos declarados de la metafísica kantiana, como del pesimismo cósmico de Lovecraft o Thomas Ligotti.

 

Estas breves pinceladas filosóficas son estrictamente necesarias, para entender por qué los relatos insólitos de May Sinclair son al tiempo tan sumamente originales y personales como en cierto sentido opuestos a los típicos cuentos de fantasmas y horror sobrenatural de sus contemporáneos. En las historias incluidas en este volumen hay fantasmas, sí: pero no son ni huellas psíquicas dejadas por fallecidos de forma violenta, ni espectros vengadores que vuelven de la tumba, ya sea invisibles o como pochos muertos vivientes, para llevar a cabo sus siniestros propósitos. Por el contrario, son las mismas personas que fallecieron, pero transformadas en otra “forma” de vida diferente. En un nuevo estado de existencia inmaterial o, en todo caso, mucho menos material, “espiritualizada”, así como aparentemente “superior”. Y la finalidad que persiguen al quedar ligados temporalmente al lugar en que vivieron y murieron, víctimas de alguna injusticia, es, generalmente, inusualmente positiva.

 

Edición de Uncanny Tales, ilustrada por Jean de Bosschere (mediados de los años 20)

Tanto en “El Símbolo” como en “La naturaleza de la evidencia”, “Si los muertos supieran” o en “La víctima”, los “fantasmas”, quizá mejor habría que llamarlos espíritus desencarnados (aunque tampoco esta sea una definición del todo apropiada) cumplen una misión mucho más benigna de lo habitual en tales casos, además de constituir personificaciones peculiares de las inquietudes espirituales y metafísicas de la autora. Esto no quiere decir que estén ausentes el misterio ni el escalofrío, pero sí conviene avisar que no se trata nunca de cuentos de horror, estrictamente hablando, sino de inquietantes estampas o episodios sobrenaturales, de carácter más especulativo y filosófico que terrorífico. No falta tampoco a veces el humor, como en “La naturaleza de la evidencia”, donde la escritora nos deja intuir hábil y jocosamente ciertos disfrutes eróticos ectoplásmicos más allá (nunca mejor dicho) de las palabras.

 

Ilustración de Jean de Boscchere para “La naturaleza de la evidencia”

En  general, como no podía ser de otra manera teniendo en cuenta la filiación vanguardista de su autora, los cuentos de May Sinclair resultan inusitadamente modernos, no solo formalmente, que también, sino conceptualmente. “Donde su fuego no se apaga” nos habla de un infierno personal después de la muerte, al que se auto-condena la protagonista (o los protagonistas), ante su incapacidad para asumir tanto en vida como frente a la propia extinción la responsabilidad y naturaleza de sus actos, por alejados que estén en el tiempo. “El defecto en el cristal”, prácticamente una novela corta, es una historia de poderes psíquicos sanadores cuya naturaleza es tal que, precisamente, obliga a su poseedora a renunciar a sus deseos materiales, carnales y egoístas. Con algo de aroma filosófico a mística oriental, a cristianismo primitivo y Christian Science, también supone en algunos aspectos un sorprendente precedente del Stephen King de La milla verde.

 

Se trata de un relato complejo, donde la narrativa psicológica, psicologista y casi psicodélica avant la lettre de Sinclair alcanza sus cotas más altas en la exposición de los estados alterados de conciencia de la protagonista, y donde también encontramos una escalofriante descripción del resultado de la corrupción moral de esos poderes, cuando se ven invadidos por otra voluntad, pervertidos por un deseo egoísta:

“Del bosque y de los setos que lo bordeaban llegaban sonidos horripilantes pues ella sabía que eran inaudibles para cualquier oído menos cargado de locura; pequeños sonidos de movimientos, de escalofríos, de enjambres, de crepitaciones; sonidos de ansias incesantes e infinitamente imperceptibles, de agonía y revulsión. Sonidos que provenían de cosas nonatas e invisibles, empujadas a su nacimiento; sonidos de gusanos nonatos; de cosas que reptaban y se retorcían hacia su disolución. Reconocía lo que veía y escuchaba. Oyó el torbellino de corrupción que era la Vida; las jóvenes briznas de maíz le resultaban espantosas, pues en ellas estaba el empuje, la pasión del mal que era la Vida; los árboles, mientras extendían los brazos y la amenazaban, eran espantosos con el terror que era la Vida. Allí abajo, en el asqueroso hervidero verde, la tierra pululaba con abominación; y el río, lívido, blanco, era una cosa monstruosa que serpenteaba, arrastrando consigo el cieno.” 

¡Pocas descripciones tan apasionadas y visionarias se han escrito de la pura abyección de la existencia! Producto, sin embargo, no de un Mal absoluto, existencial, metafísico o esencial, sino de ese “defecto en el cristal” de la conciencia humana, que da título y sentido al largo relato.


Ilustración de Jean de Bosschere para “El hallazgo de lo Absoluto”

También encontraremos pura especulación filosófica en el último cuento del volumen, “El hallazgo de lo Absoluto”, que trata, ni más ni menos, de lo que su título indica. Sin embargo, es un relato optimista y luminoso, en las antípodas de los peligros metafísicos antes descritos, que casi podría constituirse en reverso del famoso cuento de Aleister Crowley “El testamento de Magdalen Blair” ya que, como aquel, describe los procesos y pasos que sigue un alma desencarnada tras la muerte. Pero mientras en la historia crowleyana, el esposo de la narradora atraviesa una auténtica ordalía de horrores, corrupción material y sufrimientos metafísicos tras su fallecimiento, con ecos del Poe de “Valdemar”, de los infiernos budistas y de la travesía del Libro de los Muertos —tanto egipcio como tibetano—, aquí la muerte solo supone para el ingenuo protagonista un paso hacia la feliz fusión con lo Absoluto, precedido y tapizado por sencillos paraísos, amenos y agradables para quien ha hecho de su existencia una apasionada búsqueda filosófica de la verdad.

 

En conjunto, los cuentos de May Sinclair son una aportación original y atípica a la narrativa fantástica y sobrenatural del periodo tardovictoriano y eduardiano. Su prosa, influida por el imaginismo y el modernismo, es precisa, fluida y lúcida, sin barroquismos ni preciosismos. A veces, puede recordar las complejidades psicológicas y hasta sintácticas de Henry James, a quien por supuesto también conociera y admirara. Pero mientras el más célebre relato de fantasmas de este, La vuelta de tuerca, pone el acento último, pese a su esquiva ambigüedad, en la naturaleza psicosexual y patológica de los espectros que acosan a la institutriz, aquí lo sobrenatural, lo fantástico, es tan real como reales son la conciencia y procesos psicológicos de sus personajes.

 

Ilustración de Jean de Bosschere para “El Símbolo”

A veces, asoman inevitables ramalazos de cierto moralismo victoriano del que no debió ser nada fácil para la autora escapar, producto en parte de una educación materna en valores religiosos tradicionales y tradicionalistas, contra los que su hija acabaría rebelándose radicalmente. Hay cierta obsesión con el adulterio, que sus personajes experimentan de forma siempre culpable y traumática; con la pureza y la renuncia, que aunque adoptan maneras místicas y espirituales “modernas”, no por ello dejan de resonar con ecos puritanos. Lo espiritual, incluso expuesto como otra forma o estado del ser, perfectamente “real”, siempre resulta superior a lo carnal, hasta el extremo de que, con cierto humor, uno de sus personajes renuncia a toda relación sexual con su esposa tras conocer ciertas delicias eróticas fantasmales, que la autora mantiene púdica e irónicamente en el misterio.

 

Pero también encontramos al tiempo y a la vez una tensión enriquecedora entre estas rémoras del victorianismo y el carácter evidentemente progresista, humanista, optimista y hasta sensual de otros relatos y momentos del libro. En cierto modo, asistimos a lo largo de sus páginas a una evolución iluminadora en el pensamiento de May Sinclair, que llega finalmente en “El hallazgo de lo Absoluto” a eximir de cualquier reprobación moral a poetas y artistas bohemios, sensualistas, bebedores y viciosos, redimidos de todo “pecado” en virtud de su Arte, que les conduce directamente a un “paraíso” bien ganado gracias a su pasión por la Belleza.

 

Cuentos de lo insólito es, realmente, una lectura insólita. Altamente recomendable para todos los amantes del cuento fantástico anglosajón de finales del siglo XIX y principios del XX, especialmente significativo también desde un punto de vista histórico y sociológico, al señalar una vez más los peculiares y especiales lazos que unen desde el principio de sus casi comunes historias la liberación de la mujer y el feminismo con el espiritismo y el espiritualismo, la mística de la Nueva Era y el estudio de los fenómenos psíquicos.

 

Portada de la edición Penguin de The Uncanny, por Sigmund Freud

Una pequeña pega tan solo se me ocurre a la excelente edición de La biblioteca de Carfax: su versión del título original, Uncanny Stories como, precisamente, Cuentos de lo insólito. En Inglaterra y Estados Unidos, el libro de Freud Das Unheimliche (1919), habitualmente publicado en castellano como Lo siniestro, se ha traducido siempre desde su primera edición en inglés como The Uncanny, palabra esta última de raíz común a unheimliche, cuya más acertada traducción a nuestro idioma sería “inquietante”, con la que comparte origen indoeuropeo y forma compuesta (en inglés un-canny, no-familiar, no-habitual, a veces, como en el dialecto escocés, con connotaciones sobrenaturales y siniestras; en castellano “in-quietante”, no-quieto, no-tranquilo o no-calmo).

 

Es evidente que la elección del título original del libro, publicado en 1923, no es en absoluto casual, ya que, como hemos visto, Sinclair fue una apasionada seguidora de Freud y el psicoanálisis. Bautizó así su primera colección de cuentos fantásticos, constantemente teñidos de elementos freudianos y psicoanalíticos, en referencia a ese mismo concepto de lo unheimliche, cristalizado y teorizado por el célebre médico austríaco en su obra, a partir del cuento de Hoffmann “El hombre de arena” y de la figura del autómata.


Un efecto inquietante surge a menudo cuando el límite entre la fantasía y la realidad se vuelve borroso, cuando nos enfrentamos con la realidad de algo que hasta entonces habíamos considerado imaginario.” S. Freud


Un concepto que ha pasado a formar parte no sólo de la jerga psicológica y médica sino también de la crítica literaria y en particular de la especializada en el género fantástico, donde lo uncanny es, prácticamente, una categoría tan identificativa como lo weird, con la que a menudo se funde y confunde. Por no hablar de su moderno descendiente: ese “valle inquietante”, acuñado por el experto en robótica Masahiro Mori partiendo a su vez de la idea desarrollada por Freud y Jentsch (quien fuera el primero en utilizarla en su seminal ensayo Sobre la psicología de lo inquietante, en inglés: On the Psychology of the Uncanny, de 1906).

 

Por tanto, estos Cuentos de lo insólito deberían ser más apropiadamente Cuentos inquietantes, porque, además, y tanto que lo son. No exactamente insólitos, ni terroríficos, ni sobrenaturales, sino lisa y llanamente inquietantes. Tanto como su apasionada, singularmente inquieta y no menos inquietante autora, May Sinclair, merecidamente rescatada del olvido, y de la que esperamos leer también pronto su segundo volumen de relatos: The Intercessor and Other Stories.


Portada de la edición de Macmillan Company (Nueva York, 1932) de la segunda colección de relatos inquietantes de May Sinclair

Jesús Palacios 😈


https://labibliotecadecarfax.com/producto/cuentos-de-lo-insolito/

 

https://maysinclairsociety.com/

 







 

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