EROGURO PARA LA ERA ESPACIAL | Jesús Palacios



Oculo(linctus): contiene algún que otro spoiler o expolio argumental insignificante.

 

PESADILLAS ELECTROMAGNÉTICAS DE LA CIENCIA FICCIÓN JAPONESA. Juza Unno. Satori. Gijón, 2022. 345 págs.


 

acía bastante tiempo que la colección Ficción de la siempre egregia editorial Satori, adalid en España del japonismo cultural y literario bien entendido, no nos daba una alegría. Culpa, sin duda, de que los fans de la ciencia ficción, el terror y la fantasía japoneses parecen leer solo manga… hay que joderse. Pero la espera ha merecido la pena. Gracias a la labor nunca suficientemente elogiada de Daniel Aguilar, extraño individuo que reúne en una misma mente calenturienta conocimientos eruditos del idioma y la cultura niponas con amor y pasión por el género fantástico, tanto literario como cinematográfico, tenemos ahora a nuestro alcance una excelente y comprehensiva antología de relatos del justa (o injustamente, véanse los comentarios de Aguilar al respecto) considerado “padre de la ciencia ficción japonesa”: Juza o Juzo, tanto da, Unno (1897-1949).

 


Estas Pesadillas electromagnéticas representan la primera traducción importante de la obra de Unno al castellano, terreno que Aguilar ya fuera preparando con la publicación de su excelente ensayo Destellos de luna: pioneros de la ciencia ficción japonesa (2016), editado también por Satori (como otros de sus fundamentales libros sobre la cultura fantástica del país del Sol Naciente), y con la traducción de uno de los más locos relatos del escritor: “El intestino viviente” (1938), delirio romántico y perverso que anticipa el universo de la Nueva Carne de Cronenberg, Barker o Yuzna, que tuve el placer de incluir en el libro por mí coordinado y co-escrito, Eroguro: horror y erotismo en la cultura popular japonesa (Satori, 2018). Con todo esto, nuestro apetito morboso y decadente estaba ya sobradamente deseoso de hincar el ojo en otros cuentos de este peculiar autor que, pese a gozar de enorme popularidad en el Japón anterior a la Segunda guerra mundial, parecía haber caído después en el más completo olvido.

 


No deja de ser curioso que tras la aparición del ensayo y la traducción pioneros de Aguilar se haya editado en Estados Unidos una antología de Unno, Fast Forward Japan: Stories by the Founding Father of Japanese Science Fiction (2021), así como algunas traducciones de sus cuentos en México, de las que da noticia el propio Daniel. En todo caso, estas Pesadillas electromagnéticas constituyen, sin duda, un trabajo fundacional y fundamental, la menor de cuyas virtudes no es precisamente el haber sido traducidas del japonés directamente, además de incluir un clarificador apéndice en el que Aguilar da noticia biográfica y crítica de la vida y obra de Unno, analizando también breve e iluminadoramente los doce relatos incluidos en el libro.

 

Doce historias publicadas originalmente entre 1928 y 1939, que además de mostrar la evolución personal del escritor, son también indicativas de la evolución del género fantástico en su país, entre los años dorados del eroguro, durante al Era Taisho y primeros tiempos de la Showa, época de aperturismo a Occidente, liberalismo ideológico, emancipación femenina y reinado del erotismo grotesco y absurdo, y los del apogeo del poder militar, el imperialismo y la censura que preceden la entrada de Japón en el teatro bélico internacional, tras su previa invasión de Manchuria y el recrudecimiento de su presencia colonial en China y Corea.

 

Chicas modernas en el Japón del eroguro

Los primeros cuentos del libro, como “El insólito crimen de los baños eléctricos” (1928), “El desenlace de un asesinato” (1933), “Atrapados” (1934), “El crimen del humanoide” (1936) o “El maletín refrigerado de la Dra. Hirumi” (1937), son ejemplos obvios de narrativa criminal teñida de eroguro puro y duro, incluyendo siempre, por supuesto, algún delirante elemento científico en sus tramas, mientras que los contenidos principalmente en su segunda mitad, “El baño musical de las 18:00 horas” (1937), “La primera prisionera del espacio” (1938), “Los que acechan la Tierra” (1939), “La expedición al mundo lunar” (1939) o “El mundo dentro de mil años” (1939), se encuadran de forma más precisa en los parámetros de la anticipación científica y la especulación futurista, tocando temas clásicos del género como la distopía, la teleportación, la invasión sutil, el viaje espacial o la guerra futura. Sin embargo, como es natural, las distinciones no siempre resultan tan claras y sencillas: entre los cuentos de los primeros años encontramos ejemplos de invasión alienígena, como en “La sombra menguante del demonio” (1933), así como en los últimos otros con grotescos tintes de eroguro, como “La bella mujer dentro de mi cerebro” (1939).

 

Juza Unno, el “padre” de la ciencia ficción japonesa

 

Ya se extiende Aguilar suficientemente sobre la vida de Unno en sus textos, situados al final del libro para evitar posibles spoilers, como para que merezca la pena hacerlo aquí. Baste decir que como tantos otros autores japoneses de la época, Unno vivió atrapado en la paradoja de criticar y al tiempo ensalzar el nacionalismo de su gobierno. De intuir los terrores de la energía nuclear y de una guerra futura, ya fuera contra potencias alienígenas o extranjeras, con posibles efectos devastadores para su país, al tiempo que de servir a su patria con novelas, cuentos y artículos propagandísticos y nacionalistas. Como apunta Aguilar, posiblemente sea esta una de las razones por la cual sus obras, tras la ocupación estadounidense de Japón, fueran prácticamente condenadas al olvido, al menos hasta que en los años 80 del pasado siglo nuevas generaciones de investigadores y aficionados al género comenzaran su lento pero inexorable rescate. Más relevante es lanzar desde aquí un aviso a navegantes que no estén curtidos en las turbias aguas de la ciencia ficción y el terror japoneses.

 

Las Pesadillas electromagnéticas de Unno deben ser tomadas, sobre todo por los aficionados más “serios” al género de anticipación, cum grano salis. Es decir: asumiendo las peculiaridades de su literatura popular y su cultura. Lo que a menudo venimos a resumir con esa frase clásica deudora de Goscinny: “estos japoneses están locos”. En primer lugar, conviene saber que en el Japón de las primeras décadas del siglo XX la ciencia ficción se escudó habitualmente en otros géneros, a veces de forma no muy distinta a la occidental (las historias de guerras futuras, catástrofes, aventuras exóticas, etc.), pero con una especial predilección, sobre todo en los años 20 y 30, por mezclarse con las temáticas policial y criminal.

 

Varios relatos de Unno, amigo y émulo del gran Edogawa Rampo, como “El insólito crimen de los baños eléctricos”, que evoca algunos cuentos de Rampo o del primer Tanizaki; “Atrapados”, cruel venganza quirúrgica con resabios de Poe; “El crimen del humanoide”, con su explicación final, donde el papel del humanoide queda reducido a su más elemental función como arma del crimen, o “El maletín refrigerado de la Dra. Hirumi”, con más erotismo y desmembramiento quirúrgico, utilizan la ciencia prácticamente solo para condimentar hábilmente sus argumentos de crimen pasional, erotismo retorcido y vendetta grotesca.


Las historias del Kogoro Akechi de Rampo, 
posible modelo para el detective Soroku Homura de Unno 


Los científicos de Unno tiran siempre a dementes, obsesivos y vengativos, en línea con el serial y el folletín de la época, y sus inventos e innovaciones tienen un uso más pragmático que especulativo. Algunos de sus relatos cuentan, de hecho, con la presencia del detective aficionado Soroku Homura, sonoro nombre que evoca eufónicamente el de Sherlock Holmes, como bien explica Aguilar. Personaje no demasiado carismático, del que podría decirse se trata, hasta cierto punto, de una versión del Kogoro Akechi de Rampo, si bien nunca llegaría a alcanzar la misma popularidad ni protagonismo. Estamos ante una tradición que la ciencia ficción japonesa jamás ha abandonado del todo: un cuento clásico pero ya moderno, obra de otro de los grandes autores nipones del género, “Fauces salvajes” de Sakyo Komatsu, publicado en 1969 e incluido en la antología Japón especulativo (Satori, 2017), utiliza exactamente el mismo esquema de relato criminal y detectivesco propio de Rampo o Unno, para plantear un concepto de Nueva Carne prácticamente pre-cyberpunk.

 


Por otra parte, los cuentos más estricta y claramente futuristas o fantacientíficos de Unno, escritor profesional en revistas muchas veces dirigidas al lector joven y adolescente, están contagiados tanto por las lecturas de clásicos como Verne, Wells, Conan Doyle o Burroughs, como por el estilo “pulposo” propio de revistas como Amazing Stories, a las que Unno tenía acceso y de las que tomaba sin escrúpulo temas o ideas. Sin olvidar el éxito del que gozaban en Japón las obras de autores populares europeos y sobre todo franceses, como Gaston Leroux, Maurice Renard (ver artículo Las Manos de Orlac) o Gustave Le Rouge. El largo relato “La sombra menguante del demonio” presenta gran parecido con los capítulos finales de La Guerre des vampires (1909), conocida en España como El astro espantoso, segunda parte de Le Prisionner de la planète Mars (1908), editada a su vez en nuestro país como El náufrago del espacio, ambas de Le Rouge, con su invasión de marcianos tan vampíricos como psíquicos, sustituidos aquí por selenitas ameboides.

 

Portadas de la edición española en Novelas y cuentos de las obras de Gustave Le Rouge 

Destaca también Aguilar oportunamente la influencia cinematográfica: si en “El baño musical de las 18:00 horas” y en “El mundo dentro de mil años” asoman las arquitecturas futuristas de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), “La expedición al mundo lunar” toma prestadas numerosas situaciones y personajes de La mujer en la luna (Frau mi Mond, F. Lang, 1929), combinadas con un toque de Wells. ¡Ojalá pudiéramos ver algún día Tokyo yôsai (1938)!... adaptación fílmica firmada por Eijirô Kiyose de un relato del autor, hoy perdida, posiblemente destruida junto a tantas otras cintas bajo el implacable bombardeo aliado de Tokio, que también Unno predijera en varias de sus obras.

 

La mujer en la Luna (Frau im Mond, 1929) de Fritz Lang, fuente de inspiración para Unno

A pesar del tono delirante, ingenuo y naíf de algunos relatos y, sobre todo, del a menudo descuidado estilo de Unno, no faltan sorprendentes premoniciones científicas: la teleportación y la impresión 3D en “La primera prisionera del espacio”; el desarrollo imparable de la cirugía e incluso las operaciones de cambio de sexo, vistas con total empatía y normalidad, en “El baño musical de las 18:00 horas” y otros. Pero, sobre todo, destacan los peligros de una ciencia todopoderosa puesta casi siempre al servicio de la locura individual o, peor aún, colectiva, utilizada como medio de control mental, explotación y anulación del ser humano. No es extraño que, pese al aparente olvido de su obra, el humor macabro y las situaciones absurdas y a veces casi kafkianas de algunas de sus historias, como “El desenlace de un asesinato” o “La bella mujer dentro de mi cerebro”, influyeran sutil pero decisivamente en la imaginación de escritores modernos como Kobo Abe o Yasutaka Tsutsui, quienes muy probablemente leyeran en su infancia o juventud las entonces todavía más o menos populares historias de Unno.

 

Si bien las obsesiones quirúrgicas de casta médica la viene al galgo, ocupan quizá el puesto más importante entre los temas característicos de Unno, satisfaciendo plenamente las perversas preferencias de quien esto suscribe por el eroguro más retorcido y morboso, justo es terminar el breve repaso a estas siempre sorprendentes y alucinantes Pesadillas electromagnéticas destacando la excelencia de “El baño musical de las 18:00 horas”.

 

Metrópolis (1927) de Lang, sin duda en la mente de Unno al escribir sus relatos distópicos

Sátira distópica con numerosos aspectos precursores de 1984 (1949) de Orwell o de Matrix (Herman@s Wachovski, 1999), si bien deudora también a su vez de Nosotros (1920) de Zamiatin, R.U.R. (1920) de Karel Čapek o Un mundo feliz (1932) de Huxley, su peculiar atmósfera futurista, onírica y surrealista (al tiempo que plagada de siniestros detalles bien realistas: la prohibición del tabaco y el alcohol, amén del condicionamiento behaviorista del ser humano, para convertirlo en perfecto y perpetuo trabajador esclavo), personajes, ideas y apocalíptico final, la convierten en un pequeño y gozoso clásico del género, muestra de la paradójica y ambigua desconfianza de Unno por los totalitarismos, la propaganda, la censura y la hipocresía moral que, a fecha de su publicación original, en 1937, se estaban convirtiendo en moneda corriente del nacionalismo nipón, arrastrando el país a la realización de las más nefastas profecías del autor.

 

Y es que quizás haya algo mucho peor que aquello de que “nadie es profeta en su tierra”: serlo y acertar de pleno.

 

¿The End?

Jesús Palacios 😈

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