UN VAMPIRO BLANCO EN ÁFRICA | Jesús Palacios

Cartel argentino de la película

THE VAMPIRE´S GHOST. USA, 1945. 59 m. Blanco y negro. D.: Lesley Slander. G.: Leigh Brackett, John K. Butler. I.: John Abbott, Charles Gordon, Peggy Stewart, Adele Mara, Grant Withers.

El primer guion acreditado para la pantalla escrito por Leigh Brackett es una deliciosa pieza de Serie B producida por la Republic Pictures, famosa por sus seriales y wésterns de bajo presupuesto, absolutamente encantadora en su solidez, precisión y concisión así como gracias a su atmósfera exótica y fantastique.

Suerte de inconfesa adaptación de El vampiro de Polidori, que cambia los escenarios griegos y europeos de clase alta por el África colonial de los seriales de aventuras, The Vampire´s Ghost está dirigida por Lesley Selander sin la elegancia e imaginativa puesta en escena de las producciones de Val Lewton para la RKO o de la época dorada del gótico de la Universal. Sin embargo, el director hace gala de una efectividad narrativa sin adornos ni excesos, al tiempo que se da el lujo de jugar por momentos con sombras expresionistas que evocan incluso a Murnau (por ejemplo en el plano donde la silueta del vampiro cubre a su víctima, acudiendo así elegantemente a la elipsis sin mostrarnos su ataque, a la vez que evocando la sombra de la garra de Nosferatu aferrando el corazón de Ellen en el clásico alemán), para orquestar finalmente un clímax netamente pulp con ídolo y templo perdido incluidos, eficaz y espectacular pese a las limitaciones de presupuesto.

Por supuesto, el punto fuerte de la película lo constituye el personaje del vampiro, el mundano, aristocráticamente cosmopolita y sospechosamente bon vivant Webb Fallon, propietario de un tugurio en la villa africana donde se desarrolla la acción, en el que organiza partidas de cartas y dados, ofrece los exóticos y eróticos bailes de su protégée, la sensual Lisa (Adele Mara), y duerme tranquilamente con su cabeza apoyada sobre un cofrecito con tierra originaria de su tumba.

Fallon, convenientemente protegido por sombrero y gafas oscuras, puede salir de día con prudencia, por lo que disfruta fumando y tomando licores con las fuerzas vivas (blancas, por supuesto) del lugar, lo que le llevará a mostrar un interés quizá excesivo por Julie (Peggy Stewart), prometida del joven Roy (Charles Gordon), quien acaba de regresar a la villa.

Pero todo su savoir faire no puede esconder a ojos de los nativos su naturaleza vampírica y depredadora: allí donde se encuentra Fallon, se suceden las muertes de jóvenes víctimas desangradas y con marcas en la garganta. Los tambores del Vudú, el telégrafo de la jungla, suenan incesantes y obsesivos, llevando el mensaje de que el vampiro blanco acecha. Por desgracia, en un gesto que honra el inteligente guion de Leigh Brackett, los pobres y avispados nativos africanos no son creídos por los blancos, que les tildan de seres supersticiosos, siendo así diezmados por la centenaria criatura.

Tras un intento de localizar al supuesto asesino en medio de la selva, y siguiendo a grandes rasgos algunos de los elementos argumentales del clásico de Polidori, Roy descubre la verdadera esencia de Fallon, pero dominado por el poder hipnótico de este se ve incapaz de revelarla, cayendo en un estado de postración y terror que le obliga a contemplar, sin que pueda evitarlo, cómo el vampiro seduce a su prometida, amenazando convertirla en su compañera eterna, hastiado como parece hallarse por cuatrocientos años de soledad, cinismo y muerte.

¿Conseguirá el Padre Gilchrist (Grant Withers) vencer el pavor y el mutismo del joven enfermo y obligarle a revelar la verdad? ¿Lograrán los nativos su venganza? ¿O se saldrá Fallon con la suya celebrando una macabra boda ritual en el corazón de la jungla, frente al ídolo sanguinario de su oscura deidad? Los tambores del Vudú tienen la respuesta...

En algo menos de una hora, Lesley Selander nos regala un efectivo chiller con aroma a novela de aventuras, sin que el veterano de decenas de wésterns de Serie B pueda resistirse a la tentación de ofrecernos una partida de póker amañada y una pelea de bar, propia de un saloon del Oeste.

La bella Adele Mara ejecuta una danza exótica digna de cualquier péplum, pero sus celos de Fallon y flirteos con el violento Capitán Barrett, matón portuario poco recomendable, no presagian nada bueno para ambos, mientras el singular vampiro, tan extrañamente fascinante como poco atractivo en el sentido convencional, manipula los destinos de los jóvenes amantes, a fin de destruir, a imagen y semejanza una vez más de Lord Ruthven, su casta y pura felicidad.

Leigh Brackett, de cuya idea original parte el guion coescrito por el también habitual de pulps y seriales John K. Butler, muestra no sólo conocer los clásicos, sino saber dotar de cierta dignidad y convicción a sus diálogos y personajes, más inteligentes de lo habitual en producciones al uso, utilizando a los actores de color de forma sensible, sin ridiculizar sus intervenciones sino, antes al contrario, haciéndoles ir varios pasos por delante de los incrédulos e ineficaces hombres civilizados.

Pese a la carencia de estilo y personalidad de Selander, a la ausencia de estrellas (aunque no de estupendos actores de carácter: recordemos que John Abbott tendría por delante una larga y próspera carrera televisiva, llegando a participar en series como Peter Gunn, Bonanza, Star Trek o Perdidos en el espacio, entre muchas otras, o que Grant Withers acompañaría a John Wayne en nueve de sus wésterns, incluyendo varios de los dirigidos por su amigo John Ford), y al escaso presupuesto, The Vampire´s Ghost es una excelente muestra de las mejores virtudes de la genuina Serie B, una de las pocas si no la única― adaptaciones al cine del relato seminal de Polidori, y una imaginativa combinación de aventura selvática, Vudú y vampirismo en pura vena de gótico exótico.

De hecho, su éxito inesperado animaría a la Republic a estrenar un par de películas de terror más (Valley of the Zombies de Philip Ford (sobrino de John), y la curiosa The Catman of Paris, también dirigida por Selander, ambas de 1946). Y tan sólo un año después su guionista, Leigh Brackett, la reina del Space Opera, ganadora del Spur Award por su excelente novela del Oeste histórico Sigue el viento libre (recientemente publicada en España por Valdemar) y pionera del hard boiled escrito por mujeres, pasaría a colaborar en el guion de El sueño eterno (The Big Sleep, 1946) de Howard Hawks. Lo demás, ya es historia del cine.

Jesús Palacios 😈


Leigh Brackett (en el centro) durante el rodaje de El sueño eterno (1946)





 

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