BLISS (2019) | Jesús Palacios
Begin Again Films
Valoración: 😈😈😈
Quizá no para todos los
gustos ni carente de defectos, pero al menos arriesgada y un tanto original, Bliss (2019), la nueva película del
director especializado en género de horror Joe Begos, es un frenético viaje al
final de la noche a través de la locura, la adicción, la pasión artística y la
sangre, con una interesante visión del vampirismo como metáfora del underground artístico y bohemio así como
del acto de creación transformado en una suerte de éxtasis entre la realización
personal y la autodestrucción. Filmada prácticamente cámara en mano, con
colores oscuros pero psicodélicos, travellings
en primera persona y furiosa velocidad (literalmente: speed), es la historia de Dezzy, una pintora con problemas a la
hora de terminar su último encargo, y de su búsqueda desesperada de una nueva
substancia psicotrópica que tal vez esté llevando su mente y habilidades hasta
capacidades insólitas, que la ayudarán a terminar su obra maestra a tiempo... Aunque
quizás no sea la droga, sino la angustiosa necesidad de sangre que sufre desde
su encuentro con una pareja de amigos, siniestros y hípsters, con quienes ha
mantenido violentas relaciones sexuales. ¿Son alucinaciones... o ha visto
realmente a su amiga morder y devorar prácticamente a un hombre en el baño de
la discoteca? Sea como fuere, el sangriento cuadro avanza, las alucinaciones,
la amnesia, los asesinatos, el tormento y el éxtasis caminan de la mano como
Eros y Tánatos, y la obra de Dizzy está prácticamente acabada, pero... ¿a qué
precio?
Con sus escenarios
minimalistas, ritmo estroboscópico y sincopado ―cuidado, epilépticos―, música (splatter) punk, metal y stoner rock a
todo volumen, gore brutal al estilo
de los 80 y atmósfera enfermiza, en tan sólo ochenta intensos minutos Bliss es como un viejo relato de los Libros de Sangre de Clive Barker o de la
primera Poppy Z. Brite filmado a la manera guerrillera indie, con cierta influencia del Abel Ferrara de El asesino del taladro (Driller Killer, 1979), y aunque, como
decía más arriba, no del todo perfecto o novedoso, merecedor de consideración
gracias a sus atrevidas set pieces,
su implacable clímax y el virtuoso solo interpretativo de Dora Madison. En
definitiva, otra muestra distintiva y paradigmática de algo que podríamos quizá
empezar a denominar Stoner Horror en
la línea de otros títulos recientes como Replace,
Mandy, Clímax e incluso Color out of Space.
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