...et Mourir de Plaisir, una reseña | Jesús Palacios

















Por Jesús Palacios

Anoche, por fin, tras décadas de masturbatoria y silenciosa admiración por sus fotogramas inanimados en viejos libros y revistas depravadas de cine fantástico y erotismo pasado de moda, vi una copia decente de "Et mourir de plaisir" (1960), la peculiar, licenciosa y exquisita perversión perpetrada por Roger Vadim de la novela corta "Carmilla" de Le Fanu, el clásico del vampirismo lésbico por excelencia. 
Y mis expectativas adolescentes de viejo verde no quedaron decepcionadas en absoluto: se ha convertido en una de mis películas favoritas de forma instantánea e implacable. Con un extraordinario color a medio camino entre el technicolor esplendoroso del Hollywood de los años 50, los ricos tonos aterciopelados del cine de la Hammer y, sobre todo, de los excesivos y saturados contrastes coloristas del gótico y el giallo italianos a la Mario Bava, "Et mourir de plaisir" explora y explota sin pudor los límites entre el film d´art y la exploitation, el fantastique y el psicodrama, aprovechándose tanto de la moda vampírica y gótica instaurada por la Casa del Terror británica como del psychothriller libidinal y libidinoso a la "Psicosis" de Hitchcok, con un toque de su propia adaptación de "Las amistades peligrosas", sumergido todo en las turbias aguas psicoanalíticas y freudianas del Surrealismo galopante, con una imaginería vecina por fecha e intención a la del Franju de "Los ojos sin rostro", así como a la vez y al tiempo al mejor Cocteau e incluso al Buñuel más poético y romántico o al Robbe-Grillet más degenerado. Reinterpretación decadente, amoral y sexy del relato de Le Fanu traída no a nuestros días, por suerte, sino a los suyos, desprovista de intriga sobrenatural pero sobrenaturalmente cautivante, entre lo legendario y lo mundano, abunda en una atmósfera onírica y esteticista que alcanza su nadir en la irrupción del blanco y negro, acompañado por imágenes de pesadilla dignas del cine fantástico mudo, en un montaje desquiciado y poético que se adelanta en décadas a los delirios de Guy Maddin y otros fans del surrealismo silente. Belleza, frivolidad, poesía y elegancia, por encima de lógica narrativa alguna, Vadim, el más injustamente menospreciado de los directores franceses de su tiempo, vuelve a triunfar en uno de los escasos ejemplos de cine de horror galo, trufado de erotisme y fantasmagoría, ironía y encanto, que preludia en tono mayor los posteriores desvaríos vampíricos y surrealistas de Jean Rollin y Jess Franco, proponiendo la riqueza intrínseca del cine como alucinación, experiencia sensual y vampirismo onanista de primer orden frente a narrativas ortodoxas y guiones literarios. Escenas como la danza renacentista entre Carmilla y Leopoldo Karnstein, ponen el contrapunto profano a verdaderas postales góticas del más allá en las que la protagonista camina entre nieblas por el bosque, frente a ruinas dignas de Caspar David Friedrich o se insinua exuberante y lésbica a su amada y odiada rival sentimental en medio de un invernadero. Otra obra maestra del euro (¿trash?) olvidada y vilipendiada, difícil de visionar en buenas condiciones y que debería recuperarse ya en Blu-ray y 40K de forma imperativa.

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