LOS MISTERIOS DE CASTELLÓN | Jesús Palacios


Libros📚

EL CLUB DE LOS PRIMOGÉNITOS.
Juan Ramón Biedma. Almuzara. Córdoba, 2025. 293 págs.

 


ese a que tanto por motivos profesionales como por iniciativa propia he recorrido buena parte del territorio nacional, curiosamente nunca he estado en Castellón. Y ahora no sabría decir, tras la lectura de El club de los primogénitos, la nueva y deslumbrantemente oscura novela de Juan Ramón Biedma, si estoy loco por ir… O no me atreveré jamás a poner los pies en ella. En algo menos de trescientas páginas, Biedma ha hecho por Castellón y sus alrededores lo que ya hiciera a lo largo de buena parte de su carrera por Sevilla, creando un doble fantasmático de la ciudad real que hipnotiza al lector con su turbia psicogeografía, entre la realidad y la ficción, tan fascinante y atrayente como amenazadora.

 

Juan Ramón Biedma es, sin duda, una de las voces más personales de nuestro panorama literario, tanto dentro como fuera de la novela de género. Moviéndose con soltura envidiable entre el policial más negro, lo sobrenatural esotérico y paranormal, la historia secreta, el costumbrismo y la aventura de tintes turbios, ha construido con aparente y engañosa facilidad un mundo propio que, sin despreciar influencias exógenas, desde Poe, Conan Doyle, Machen o Gaston Leroux hasta Clive Barker, Peter Ackroyd, Ramsey Campbell y Alan Moore, tiene una de sus principales señas de identidad en situar sus tramas, tanto históricas como contemporáneas y salvo contadas excepciones, entre escenarios y personajes netamente españoles, evitando así imposturas y apropiaciones que, más allá del bolsilibro, rara vez funcionan.

 

Por el contrario, como un Reverte en clave tenebrosa, con estilo más sutil y elaborado, Biedma nos atrapa por su capacidad para recrear una España realista, sórdida y macabra, a la par que misteriosa, sugestiva y sugerente, maridando de forma natural el espíritu y hasta la letra de los clásicos de nuestra picaresca, del anónimo Lazarillo de Tormes al Buscón de Quevedo, El diablo cojuelo de Vélez de Guevara o el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, por citar algún ejemplo, con el thriller ocultista, la novela criminal, la intriga y el suspense. Y pocas veces más evidente esta fusión, no por lógica menos sorprendente, que en El club de los primogénitos.

 

Rinconete y Cortadillo (1881), lienzo de Arturo Montero y Calvo, inspirado en Cervantes (Museo del Prado)

Utilizando de forma creativa y casi cabría decir vanguardista los aspectos formales del guión cinematográfico, Biedma engancha rápidamente al lector gracias a sus capítulos —o si se prefiere, secuencias—, rápidos, concisos y visuales, así como a sus diálogos escuetos, ingeniosos y eficaces. Pero no nos engañemos, seguimos estando ante un autor eminentemente literario, un estilista que no puede estar más irónicamente alejado de ese modelo de escritor de best-sellers que telegrafía sus obras pensando ya en la película o la serie que anhela desvergonzadamente. Su apelar a la técnica del guión es solo inteligente trampantojo que destaca, más que oculta, sus virtudes de prosista. Metáforas y símiles brillantes, asociaciones de ideas y palabras inusuales, atmosféricas descripciones, referentes literarios y cinéfilos perfectamente integrados, y una capacidad que roza la magia para caracterizar sus personajes a través de acción y diálogos, convierten este seudoguión en una auténtica novela ejemplar (pun intended). Esto, por lo que al aspecto formal se refiere.

 

En cuanto a trama, estamos ante una de las novelas más originales no sólo de su autor, sino del panorama negrocriminal español de las últimas décadas. Biedma se mantiene gozosamente al margen de las modas y modos del reciente thriller nacional, ya sean los de esas farsas que intentan replicar fenómenos importados como el psychothriller, el nordic noir, el rural noir, el cosy mystery y hasta el folk horror con tanto esfuerzo como torpeza, ya sean los de una novela negra (más bien gris) políticamente correcta hasta la médula y sin alma, que solo mira una cara de la realidad —la memoria histórica, la migración, el racismo, la violencia de género, la trata de seres humanos y demás tópicos al uso— desde una perspectiva ideológica tan espuria como netamente mercantil.

 

Las Casas de las Brevas, barrio conflictivo de Castellón de la Plana

El club de los primogénitos es novela negra y muy negra, realista y costumbrista de forma incluso descarnada, describiendo una Castellón depauperada, sinécdoque de la España de la crisis económica y el empobrecimiento perpetuo en que vivimos. Pero el sofisticado distanciamiento estilístico y moral de Biedma —que como todos los grandes moralistas sabe que la realidad no se ajusta a moral alguna—, su magistral capacidad para crear y sostener una compleja trama coral en la que todas las piezas encajan finalmente con implacable fatum, la dotan de una verosimilitud y convicción únicas, por encima de —o gracias a— sus barrocos y elaborados artificios literarios. Allí donde la mayoría de la novela negra e incluso de terror o fantasía oscura española fracasa habitualmente, es donde triunfa Biedma: en crear una literatura de género puramente ibérica, con señas de identidad propias, al tiempo y a la par que equiparable a la que nos llega de otras latitudes. Biedma sabe asimilar lo ajeno sin perder nunca la esencia de lo propio.

 

Dos tramas principales articulan El club de los primogénitos, alternándose a lo largo de sus páginas, unidas tanto por el concepto central de la novela como por uno de sus personajes y eje principal, Beatriz Bernal, otra de las mujeres fatales de Biedma que tanto y tan poco se parecen a las del film noir o el decadentismo finisecular, siempre más cerca de Zola o La Celestina. Mujeres poderosas, como su anterior protagonista femenina, Crisanta, que nada tienen en común con esas empoderadas heroínas feministas de cartón piedra, seres de luz inexistentes, que nutren la última novela negra y de género española llevándola al ridículo y el aburrimiento.

 

El engañoso concepto central que vehicula el argumento no es otro que el de ese Club de los primogénitos del título, donde se reúnen, en vano esfuerzo por exorcizar y curar sus traumas, varios personajes víctimas todos de secuestro o privación de libertad de algún tipo. A imagen y semejanza de Alcohólicos Anónimos, esta asociación diríase que no del todo legal, dirigida esforzadamente por una mujer madura, Bazán, ofrece a sus miembros nombres nuevos, todos de inspiración literaria y empezando por la letra “B”, manteniendo así su anonimato. Curioso pretexto que sirve a Biedma para enriquecer de forma natural con múltiples guiños y referencias literarias la novela, sin que por ello resulte algo forzado o inverosímil.

 

Beatriz, miembro de este poco dichoso club, nos conduce hasta el otro personaje principal: Navacerrada. Un veterano de la policía y los servicios sociales, apartado de ambos por una difamación que puso fin a su carrera, quien divide su tiempo entre chapuzas como fontanero y trabajos como investigador privado sin licencia para gente del barrio, que contacta con él por medio del boca a oreja. De Beatriz recibe Navacerrada el encargo de localizar a su madre, Anunciada, conocida como La Sastra, curandera y medio bruja, que ha desaparecido llevándose a su nieta, es decir: la hija de Beatriz, con quién sabe que aviesas intenciones, que pueden ir desde la pederastia organizada hasta el sacrificio humano en algún ritual a un dios desconocido.

 

Siguiendo el hilo de esta investigación al modo clásico, Navacerrada inicia un descenso ad inferos por las entrañas de una Castellón desconocida y oculta, mistificada por Biedma con tanta gracia e ingenio que nos hace creer en lo falso y dudar de lo verdadero, al tiempo que nos conduce dócilmente aterrados por sucios callejones nocturnos, un exótico y amenazador barrio árabe sacado de las pesadillas de Paul Bowles, extrarradios postindustriales desolados y desoladores, cementerios, tiendas de barrio a punto de desaparecer, baretos y locales de dudosa reputación, sembrados de pistas falsas, sospechosos habituales y engañosas apariencias. Unos verdaderos Misterios de Castellón dignos de Sue, Féval o G. W. M. Reynolds

 

Edición española del siglo XIX de Los misterios de París, de Eugène Sue

Mientras Navacerrada va perdiéndose en ese laberinto urbano trufado de amenazas y peligros, donde flotan el hálito de lo mórbido y morboso y hasta de lo sobrenatural o supersticioso, al mismo tiempo que se respira una normalidad cotidiana no muy distinta a la que veo todos los días bajo mi ventana en el madrileño barrio de Arganzuela, con su cupo de borrachuzos, marujas, yonquis en conserva y demás lumpen de todas las razas y colores, vamos descubriendo que Beatriz, junto a otros dos miembros del Club, Baudelaire, un acomplejado joven homosexual, y sobre todo Brontë, una chica con no menos problemas (entre los cuales tener todavía algo de conciencia es el menor), están asociados a su vez para estafar al anciano propietario de un lujoso hotel de la ciudad, Valero Chacón, quien va cayendo ingenuamente (o tal parece) en las seductoras garras de Brontë. Sobre esta intriga se proyecta la luz, o más bien la sombra, no de esas divertidas y lúdicas estafas hollywoodienses al estilo de El golpe (The Sting, 1973) o Ahora me ves… (Now You See Me…, 2013), sino del Simenon de Monsieur Hire y su patético protagonista, que llevara brillantemente a la pantalla Patrice Leconte en 1989.

 

De las páginas de El club de los primogénitos surgen una Castellón e incluso una España rebosantes de personajes de baja estofa, moral aún más baja y criminalidad de baja intensidad, donde la estafa, el tráfico (de drogas, de pornografía infantil, de influencias…), la violencia y la pobreza son los marcadores de una atmósfera enfermiza, en medio de la cual quienes conservan aún cierta inocencia, como Chacón, o valores éticos, como Navacerrada, naufragan inevitablemente en medio del marasmo amoral de unas vidas que juegan con cartas marcadas desde el principio.

 

Curiosamente, toda esta sordidez, este patio de Monipodio que se apodera casi de la ciudad entera, no carece de encanto y misterio. Lo mágico, aunque más transversal que en novelas anteriores de Biedma, sigue presente. Los poderes de La Sastra, reales o no, están en boca de todos, y los herbolarios son algo más que simples tiendas de yerbas e infusiones. La gente sigue temiendo el mal de ojo, acudiendo a sanadores y manteniendo supersticiones ancestrales en medio de la urbe moderna, supersticiones y temores que no necesariamente son tan irracionales como parecen. Y por sus calles deambulan misteriosos caracteres como El eminentísimo Lombardo, hipnotizador que, a la manera siempre enigmática y gozosa de Biedma, aparece y desaparece de la trama como por arte de magia… pero sin el “como”.

 

Juan Ramón Biedma, una voz única en el panorama negro y fantástico español

El club de los primogénitos, relato criminal sin asesinatos pero con mucho crimen, novela picaresca con humor más negro que ninguna, ejemplo de costumbrismo tremendista sin finales tremendos ni excesos impostados, donde lo mágico y macabro se entrelaza con lo vulgar, sórdido y cotidiano, es una nueva expedición al imaginario de su autor, pero también y sobre todo al corazón de las tinieblas de una eterna España truculenta, esperpéntica y grotesca, patética y negra como la mejor pintura goyesca. Una España que se niega a desaparecer y a la que la crisis económica y moral, la debacle postindustrial y los cadáveres que dejan a su paso la transición digital y el capitalismo de la más despiadada modernidad proporcionan nuevo abono con el cual crear, al menos, obras literarias de género tan brillantes e implacables como esta. Eso sí: mis próximas vacaciones serán a Castellón, en busca de cierto peligroso y oscuro barrio árabe. Así que si no vuelven a tener noticias mías, manden a buscarme a ese tal Navacerrada. A ver si me encuentra.

 

https://almuzaralibros.com/fichalibro.php?libro=12516&edi=1

 

https://semananegra.org/aquemarropa/articulo/index-librorum-prohibitorum/

 

Presentación: Crisanta de Juan Ramón Biedma. Con Paco I. Taibo II. 

 

Jesús Palacios 😈

 

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