EL OTRO CALLEJÓN DE LOS MILAGROS | Jesús Palacios


Libros

KROCHMALNA N.º 10. Isaac Bashevis Singer. Trad.: Pedro Barbadillo Gómez. SM. Col. Gran angular n.º 45. Madrid, 1985. 252 págs.



acía mucho, mucho tiempo, que no volvía a poner mis zarpas de ávido lector sobre una obra de Isaac Bashevis Singer (1903-1991). Lejos en la memoria quedaba el recuerdo de los buenos ratos pasados con libros de cuentos como Gimpel, el tonto y El Spinoza de la calle Market, o con novelas de rasgos cabalísticos, históricos y fantásticos al tiempo, como Satán en Goray y El mago de Lublin, que ocupaban un espacio privilegiado en la biblioteca de mi padre. Desde aquellos años casi de infancia no había vuelto a leer nada de él, salvo una breve y deliciosa novelita juvenil de tema también fantástico: El Golem.


Isaac Bashevis Singer (1903-1991), premio Nobel de literatura 1978

Quiso la casualidad, siempre tan oportuna, que en el más inesperado de los lugares —ironía—, un punto de intercambio gratuito de libros de segunda y tercera mano, diera con un ejemplar usado, de páginas algo amarillentas y manchadas de humedad, de Krochmalna n.º 10. De repente, la magia del hijo del rabino volvió a brillar en la oscuridad.

 

Publicada originalmente en 1967 como In My Father´s Court, escrita como toda su obra en yiddish —rápidamente traducido al inglés—, se trata de una recopilación de relatos breves, casi más bien estampas de carácter autobiográfico, que recogen sus recuerdos y experiencias durante los años que viviera con su familia en la calle Krochmalna de Varsovia, primero en el número 10 y después en el algo más amplio y saneado número 12.

 

Entre 1908 y 1914, cuando estallara la Primera guerra mundial, Pinchos Menachem Zynger, padre del futuro premio Nobel de literatura, se convirtió en representante del Bet-Din, el tradicional tribunal rabínico que dirimía las disputas y cuitas entre familias e individuos de su comunidad judía, celebrando también bodas y divorcios, viviendo esforzadamente de las magras recompensas, tanto económicas como en forma de presentes o viandas, recibidas a cambio de su arbitraje.  

 


Pero como explica el propio Singer en su breve introducción al libro, el Bet-Din era algo más: “...una especie de mezcla de institución judicial, sinagoga, casa de estudio y, si se quiere, consulta de sicoanalista, donde la gente con problemas podía ir a tratar de aliviar su carga.” Son los “casos” expuestos por los vecinos en este Bet-Din los que constituyen, al principio sobre todo, la materia principal de las historias recogidas en el libro.

 

Historias que se mueven en un terreno entre lo autobiográfico y la parábola moral, entre el ensayo memorístico y la estampa costumbrista, el retrato de personajes, la narración de iniciación a la vida y la crónica de época, escritas con el estilo claro y clarividente propio de su autor, que impacta frontalmente en el lector, dejándole una profunda impresión tanto estética como ética, capaz de conmover las más profundas fibras de su ser sin recurrir nunca al exceso, ya sea formal o emocional. La concisión, claridad, ironía y sutileza de Singer resultan mucho más poderosas que ningún retruécano estilístico, ningún barroquismo literario o efectismo sentimental.

 

Confieso que la literatura de calle (ver entrada en este mismo blog de CALLEJÓN INFERNAL - TRES CALLES Y UN DESTINO), entendiendo esta como una descripción de la vida más o menos cotidiana en una avenida, bulevar o callejón urbanos, me atrae irresistiblemente. Y en la calle Krochmalna podemos encontrar una buena cantidad de personajes y tipos singulares, de anécdotas y peripecias, que acaban por conformar un maravilloso mosaico del diario transcurrir de la comunidad judía en la Varsovia inmediatamente anterior a la Primera gran guerra, tan variopinto y exótico como fascinante.

 

La calle Krochmalna, en Varsovia (1934)

Entretejidos con sus propios sentimientos y emociones infantiles, en su no siempre fácil tránsito hacia la pubertad, los episodios descritos por Singer en los muchos y breves capítulos del libro (publicados en su mayoría como relatos independientes por revistas como Harper´s Magazine y The Saturday Evening Post, pero también en American Judaism o Jewish Heritage), ofrecen un fresco lleno de vida, reflexión, humor y melancolía de un mundo judío perdido y olvidado por el tiempo. La comunidad jasídica europea, con sus férreas tradiciones, creencias religiosas de resabios milenaristas y prácticas piadosas, integradas por completo en su día a día, resucita con todo el color, la alegría y la tristeza de un devenir amenazado por los nuevos tiempos y la modernidad.

 

Mientras por el despacho del Bet-Din desfilan personajes singulares, a veces bien extraños —tipos que preparan su testamento con toda suerte de complicadas instrucciones rituales, gozando de perfecta salud; ancianas que quieren dar el divorcio a su no menos anciano pero fogoso esposo, para que se case con una mujer joven; tenderas temerosas de que sus gansos sacrificados para el guiso estén poseídos por un demonio; jóvenes parejas cuyo odio se trastoca en amor profundo de forma inesperada, amén de toda suerte de parientes lejanos e insólitos rabinos de otras vecindades, con ideas bien distintas sobre el ejercicio de la piedad y la justicia—, asistimos también a la conmoción, polémica y cambios que en la comunidad introducen la aparición del sionismo y el socialismo, la influencia de las costumbres y usos de los gentiles, el choque de culturas e idiomas (donde se funden y confunden el ruso, el polaco, el yiddish, el alemán, el hebreo…) y, finalmente, el estallido de la guerra mundial y la Revolución rusa, con sus secuelas de hambre, enfermedad y exilio.

 

Un Bet-Din o tribunal jasídico, en Bengasi (1930)

Nada de lo que podamos decir aquí transmite la exquisita excelencia de las páginas del libro. La deliciosa claridad y cristalina transparencia de la prosa de Singer, por más que sea trasladada del yiddish al inglés y de este al castellano (en una traducción excelente, a mi juicio), nos sumerge en un arcano mundo judío, complejo y paradójico, a través de los ojos de un niño viejo al que todo despierta curiosidad, asombro, maravilla, pero también duda, miedo y perplejidad.

 

Singer nos da pinceladas, pistas sutiles pero decisivas de cómo se va formando su personalidad adulta, hecha de admiración y añoranza por la simplicidad de las formas de vida religiosas y morales del jasidismo, al tiempo que de inevitable incertidumbre y recelo ante los misterios que se le plantean: la existencia de Dios, el problema del mal, el rechazo jasídico de todo lo mundano, su aislamiento de la modernidad, la hipocresía y cinismo de muchos creyentes…

 

Poco a poco, Singer da el salto de la Torá, el Talmud y el Zohar a Crimen y castigo o Spinoza, al estudio artístico del bohemio escultor amigo de su hermano mayor —el también escritor Israel Joshua Singer, imbuido entonces de ideas socialistas—, sintiendo el impacto del matrimonio y marcha a Antwerp de su hermana Esther, a su vez no menos notable escritora, y el de las noticias y experiencias de los judíos emigrados a Estados Unidos, cada vez más secularizados y apartados de las costumbres jasídicas. Vemos cómo va surgiendo la personalidad futura de ese judío universal, docto, erudito pero independiente y crítico que fuera Isaac Bashevis Singer.

 

Spinoza, rechazado por la comunidad judía ortodoxa, pintura de Samuel Hirszenberg (1907)

Krochmalna n.º 10 constituye una guía, amable y pintoresca a la par que profunda y emotiva, para comprender la esencia, con todas sus particularidades, del mundo jasídico de la Europa anterior a las grandes guerras, anterior al siniestro Holocausto, con su sistemática persecución y masacre del pueblo judío, incluyendo tristemente a muchos de los personajes que desfilan por sus páginas. Es también un sensible retrato de la llegada a la madurez de un niño en las calles del gueto de Varsovia, rodeado por adultos extraños, recibiendo una intensa y condensada educación en las complejidades del mundo judío, gracias al peculiar Bet-Din en el que transcurre la existencia familiar.

 

Es, sobre todo, una noble lección de vida y literatura, de un humanismo que nunca cae en la sentimentalización o la banalización. Una profunda piedad por los seres humanos, judíos o gentiles, perdidos en la soledad de su condición y destino —ejemplificada por el impresionante relato “La lavandera”—, a la que solo el sentido de comunidad, de tradición, de respeto y, muy especialmente, de respeto por el trabajo y el conocimiento, puede aportar algo de paz y sosiego interior.  

 


Resta decir que Krochmalna n.º 10 está, que yo sepa, agotado (aunque en su día llegara a alcanzar al menos tres ediciones), y solo se consigue en el mercado de segunda mano. Así como el hecho, asombroso en el aciago tiempo de los booktubers, los Blue Jeans, Joana Marcús o Crepúsculo, de que fuera publicado en España por la colección Gran angular de literatura juvenil. Me pregunto cuántos lectores adolescentes de hoy serían capaces de leerlo y, sobre todo, qué harían ante su profuso vocabulario de términos judaicos (incluidos y explicados en un apéndice) o ante la palabra “homilética”. Eso sí que es un misterio digno de la Cábala.



Jesús Palacios 😈

Comentarios