DETECTIVE SIN LICENCIA | Jesús Palacios


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🌟Advertencia: este texto puede contener spoilers, expresiones heteropatriarcales, etnocéntricas y otras xenófobas o falologocéntricas, así como términos ofensivos, escarnios e improperios. Pero todo, todo, está en la imaginación del lector 🌟

Jesús Palacios


NADIE NUEVO CERCA DE TI. Hernán Migoya. Pez de plata. Oviedo, 2022. 280 págs.

 

Hernán Migoya es un cabrón. No es del todo mala persona, por supuesto. Tiene un buen fondo, que se suele decir. Es una especie de romántico en vías de extinción, que ha desarrollado una capa de suciedad, cinismo y violencia, tanto verbal como física, para disimular su infantil timidez, su inseguridad de eterno adolescente que en lugar de madurar, se pudre en la cuarentena. No le faltan razones para ello, porque su vida, a ver, así a bote pronto, es una mierda. Con un padre enfermo de Alzheimer, huérfano de madre, corroído por la nostalgia de una existencia mejor en el lejano Perú, eterno charnego varado en Barcelona, tras varias relaciones románticas jodidas por ser un picha brava incapaz de mantener su cerebro dentro de la bragueta, está más solo que la una, por mucho que frecuente clubs libertinos de intercambio o aproveche el chantaje, y no solo emocional, para meterla en caliente y sacar pasta. Me refiero, por supuesto, a Hernán Migoya, el detective sin licencia protagonista de Nadie nuevo cerca de ti, la recién publicada novela de Hernán Migoya, veterano escritor y guionista de cómic, y su primera novela negra y criminal. No se confundan.

 

En un panorama como es el de la actual novela negra española (¿o debería decir en un negro panorama como es el de la actual novela española?), la mera existencia a lo largo de los años de un autor como Migoya es casi un milagro, pero más milagro todavía es que haya podido publicar esta historia de crimen, sexo, muerte, humor negro, caca, amor y misterio en los tiempos que corren. Milagro que hemos de agradecer a la labor continuada de Pez de plata, humilde y exquisita editorial asturiana que lleva años arriesgando con los escritores españoles más interesantes, sorprendentes y ninguneados por la crítica y los medios generalistas, del siglo XXI.

 

Y es que Nadie nuevo cerca de ti no está protagonizada por una subinspectora lesbiana y madre soltera capaz de conciliar sus deberes familiares con la resolución de dificilísimos casos gracias a sus súper-poderes (ser mujer); ni por un joven mando de la policía homosexual recién ascendido, que debe trabajar mientras lucha contra los prejuicios de sus compañeros; ni por una reportera de El país con seis idiomas, cuerpo atlético y veinte títulos universitarios que investiga los crímenes de la Guerra Civil en un pueblo castellano lleno de fachas viejunos y malvados; ni por… En fin, Nadie nuevo cerca de ti está, contra todo pronóstico, protagonizada por un hombre y, para más inri y confusión, por uno que se llama igual que el autor y al que se le parece como una gota de agua a otra, con ciertas salvedades evidentes. Estamos ante lo que podría pasar por un ejemplo de ese animal de moda que llaman auto-ficción. Pero, gracias a dios o al diablo, no uno de esos que abundan en el intimismo, el autorretrato sensible y la búsqueda del yo, sino uno raro, raro, raro.

 

Hernán Migoya y sus máscaras


A diferencia de lo que cabría suponer, Hernán Migoya no utiliza su alter ego narrativo ni para crear una versión heroica de sí mismo, proyectando sus fantasías adolescentes de lector de cómic y pulp, ni tampoco para imponernos un personaje auto-reflexivo, egocéntrico y autista que se cree el centro del universo con sus problemas personales de andar por casa. No, lo que hace Migoya es crear un Migoya mucho peor persona, mucho más jodido y canallesco, pero también mucho más interesante y divertido (lo que, por supuesto, puede y debe ser también una fantasía del autor perfectamente legítima). Excusa ideal para soltar a diestro y siniestro opiniones iconoclastas, disidentes e inconformistas, convertido en cronista descarnado de una realidad cotidiana que pocos se atreven a reflejar como él, sin circunloquios ni disculpas, sino con la frescura (en los varios sentidos del término) que siempre permitió el uso y abuso de la primera persona en la narrativa negra clásica. Elección natural en este caso (nunca mejor dicho) que resulta sobre todo, o al menos así a mí me lo parece, una indirecta muy directa a todos esos críticos que confunden interesadamente al autor con sus personajes, con actitud de moralistas sin imaginación, mojigatos y pacatos, de la que muchos (y muchas) hicieron gala, hace años, cuando Migoya publicara su involuntariamente escandaloso libro de relatos Todas putas.

 


Hasta aquí lo de la auto-ficción y demás hierbas postmodernas. Porque, en el fondo y buena parte de la forma, todo este truco metaliterario le sirve a Migoya para hacer algo que se nota ha querido hacer desde siempre: una puta novela negra policíaca. Y es importante tanto lo de “negra” como lo de “policíaca” (e incluso lo de “puta”), porque de un largo tiempo a esta parte el “negro” como color literario lo ha invadido todo, todo, todo, como etiqueta y marchamo comercial, dándose la paradoja de que la novela policial clásica de toda la vida es ahora “novela negra”, mientras la novela negra criminal moderna de toda la vida es ahora “novela social”, o algo así.

 

Pues bien, Hernán Migoya ha tenido los santos cojones de escribir, lisa y llanamente, una novela negra y policíaca al mismo tiempo, tomándose precisamente el tiempo y el esfuerzo de construir una impecable trama de misterio, con todos los justos y necesarios trucos del género, ejecutados con fineza y soltura, cumpliendo las expectativas de quienes todavía creemos que la verdadera novela negra es y debe ser también novela policial.

 

No solo se da Migoya el lujo de prescindir de todo el vomitivo bagaje políticamente correcto actual del género en nuestro país, sino que también, cumpliendo honestamente con su labor de escritor profesional, se toma el trabajo de crear una trama interesante, con intriga, acción y misterio. Con sospechosos habituales, giros inesperados, sorpresas y trampas suficientemente convincentes y elaboradas como para resultar eficaces, manteniendo la identidad del culpable oculta hasta el final, construyendo un caso clásico desde la más moderna y desarmante voz narrativa. Algo que muy pocos escritores o escritoras se toman la molestia de intentar desde hace décadas en nuestro país, confiando su éxito al mero sentimentalismo político y la complicidad moral y moralista de sus lectores, que se contentan con que los “malos” sean abusadores, violadores, sacerdotes pedófilos, capitalistas corruptos, traficantes de seres humanos o todo ello al tiempo y a la vez, descubiertos y castigados no por las investigadoras (o a veces, pocas ya, por los investigadores) sino de puta casualidad, por algún deus ex machina creado artificiosamente, tan difícil de tragar como sus honestas intenciones de denuncia social. Para decirlo pronto y claro: Nadie nuevo cerca de ti es una novela policíaca. Y olé.

 

Detective sin licencia (Gumshoe. Stephen Frears, 1971)


Ahora me gustaría añadir que Hernán Migoya, autor, ha creado un Hernán Migoya, personaje, en la gran tradición de Hammett, Chandler y Macdonald, pero, en realidad, aunque algo tiene de todos ellos (sobre todo del primero, el más burro, cuyo Continental Op venía a ser también alter ego de su autor), estaría mintiendo y usando la gastada fórmula mágica que repiten todos los críticos cada vez que asoma un nuevo detective a las páginas de una novela. Aunque a mí me recuerda un poco, precisamente, a ese desvergonzado Detective sin licencia (Gumshoe, 1971) que interpretara Albert Finney en el olvidado filme de Stephen Frears, lector empedernido de novela negra clásica que se hace pasar por investigador privado con extraña fortuna, si soy fiel a la verdad, a quien sigue voluntaria e involuntariamente Migoya (fusión y confusión) es al gran Mickey Spillane y su Mike Hammer. En particular la versión bruta, de mandíbula cuadrada, malos modos y peores modales, de la obra maestra de Robert Aldrich El beso mortal (Kiss Me Deadly, 1955), encarnada por Ralph Meeker a guantazo limpio. Como él, vive de los adulterios ajenos, sin ningún escrúpulo por explotar sexual y económicamente a sus víctimas. Como él, quienes se le acercan demasiado, mueren violentamente. Entonces, como él, despierta en su interior una última migaja de sentido moral, de responsabilidad y se convierte en auténtico investigador para atrapar al asesino. Pero no en busca de justicia, si no de venganza.

 

Ni Spade, ni Marlowe: Mike Hammer (El beso mortal/Kiss Me Deadly. R. Aldrich, 1957)  

Puesto todo por escrito, me doy cuenta de que parece más tremendo de lo que es (que lo es, por otra parte). Pero hay que dejar claro también que Nadie nuevo cerca de ti es novela negra española a tope. De los tiempos de Tinder (Ver Tindertopía), sí, pero española de las de antes. Está llena de momentos sicalípticos, escatológicos, picarescos y esperpénticos, al tiempo que es capaz de convertir estos en generadores de otros poéticos, reflexivos y singularmente emotivos. Hay humor a raudales, pero un humor (mi)goyesco, negro, ácido y cañí, implacable con todo y con todos, empezando por el mismo Hernán Migoya, que no se priva de exponerse al ridículo más sublime, sin por ello pedir disculpa alguna.

 

Resulta admirable en grado sumo cómo siendo una novela que gira en torno al asesinato de una mujer, por motivos sexuales (no hay gran spoiler aquí, tranquilos), y cómo desfilando ante el lector los clubes de intercambio de parejas, el mundo del cosplay, los fans del manga y el anime, los barrios periféricos barceloneses, la violencia policial, personajes transexuales, okupas y hasta pinceladas de la fricción entre catalanes de pura cepa y aquellos de origen foráneo, el autor evita en todo momento utilizar el lenguaje de la omnipresente corrección política. Ni una sola vez leemos “crimen machista”, “violencia de género”, “tráfico humano” o mucho menos “violencia heteropatriarcal”. Y no creo que nadie (bueno, alguno habrá) pueda dudar al leer la novela del posicionamiento personal de su autor respecto a tales temas, aunque no a las vacías etiquetas creadas para tranquilizar la conciencia de una sociedad no menos vacía e intranquila.  

 


Trufada de referencias a la cultura pop y popular española e hispanoamericana, al mundo del cómic y el manga, con guiños a los clásicos y los no tan clásicos, Migoya se inscribe, si acaso, en la mejor tradición de la vieja novela negra española de los últimos años 70 y primeros 80, la de Carlos Pérez Merinero, Jaume Fuster, Jorge M. Reverte, Juan Madrid y Manel de Pedrolo, con algo de la coña del Misterio de la cripta embrujada de Mendoza, algo del Vázquez Montalbán que ha convertido en tebeo, pero, sobre todo, próximo al siempre estupendo Andreu Martín, como Migoya, guionista de cómics y amante de la literatura popular en sí y porque sí. La Barcelona decadente y degradada de un siglo XXI que solo avanza hacia la utopía por la autopista virtual de Internet, mientras se desliza a la miseria distópica por sus calles reales y bien materiales, descrita directa e indirectamente por Migoya, entre el asco, la pena y el cariño, se me antoja parecida a aquella de las viejas novelas de Martín publicadas en Círculo del Crimen o Etiqueta Negra. Con la diferencia de que entonces quedaba todavía alguna esperanza en el futuro, mientras ahora solo la tenemos puesta en el pasado.

 

¿Cómo no vibrar ante las descripciones de Migoya del Mercado de San Antonio y sus puestos de libros de segunda mano? Sobre todo, ante la providencial aparición de las novelas de Nero Wolfe, publicadas por la editorial Molino, escritas por Rex Stout y convertidas en popular serie televisiva en los 80, con el orondo William Conrad (el Canon que siempre tenía “pá pipas, pá pipas, pá pipas”, y, como dicen los memes de ahora: si has cogido esta referencia es que ya peinas canas…) encarnando al célebre investigador sedentario, ayudado siempre por su fiel Archie.

 


Nadie nuevo cerca de ti es, por supuesto, un catálogo de los vicios, amores y servidumbres de su autor, tanto o más que de sus desavenencias con el mundo actual, cuyo lenguaje y moral hipócrita pone en evidencia por activa y por pasiva, practicando un castellano rico en silogismos, adjetivos, vocabulario y frases ingeniosas, al tiempo que perfectamente dúctil para construir una absorbente y divertida trama de crimen, que no renuncia ni a la violencia ni al whodunit, sin perder por ello contundencia en su retrato urbano, moral y social, sino todo lo contrario. Todo envuelto también, no quisiera olvidarlo, en un aura iconoclasta de comix underground que remite a las páginas más bestias del Taxista de Martí o el Canalla de Balaguer y Andreu Martín.

 

Taxista de Martí

Si estos fueran mejores tiempos no para la lírica, sino para la verdadera novela negra, hard boiled, criminal, pulp, violenta, divertida y, desde luego, incisiva, crítica y despiadada, Hernán Migoya, detective sin licencia canallesco, siempre irritado y a veces irritante, ayudado por el torpe e inocentón Tintín, mosso d´esquadra al cuadrado, y por los súbitos resplandores de lucidez de su anciano padre con Alzheimer, se convertiría en protagonista de toda una serie de novelas, como mínimo una por año (en tapa dura) y como máximo una al mes, en versión bolsilibro (sería curioso que un autor de bolsilibro, en lugar de firmar con seudónimo anglosajón como era obligado en su día se convirtiera en protagonista de sus propias aventuras como personaje, con su nombre auténtico y berciano). Las compraríamos y seguiríamos con pasión, las comentaríamos en el bar de la esquina, con una cañas y unas tapas, y las cambiaríamos en la zapatería por un duro, por otras de Pgarcía o Silver Kane. Pero no nos pongamos nostálgicos con algo que nunca pasó: pronto Matrix nos ofrecerá la posibilidad de todo esto y mucho más, conectados y sin necesidad de leer siquiera.

 

Mientras llega ese momento y antes de que estemos todos muertos o seamos ciegos con una pistola en la mano, me permito recomendar sinceramente Nadie nuevo cerca de ti, no sé si la mejor novela de su autor, pero sí la que más me gusta a día de hoy. Síntesis del Migoya personal, íntimo y sobrio de Baricentro con el barroco, satírico y de género degenerado de Cleo. Un nuevo y al tiempo ya muy viejo autor de novela negra, que se estrena sin licencia en un estilo que lleva años escribiendo en su cabeza, merecedor de la atención y el aprecio de todo verdadero amante del género negro-criminal, al que ha hecho una aportación tan original como clásica, tan cosmopolita como netamente hispana. Menos nordic noir y más Migoya, joder.

 

El Pepe Carvalho de Migoya y Seguí

Jesús Palacios 😈


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