EL EMBRUJO DEL OESTE | Jesús Palacios
HEX (Aka. Grassland. Aka. The Shrieking. Aka. Charms). USA, 1973. D.: Leo Garen. G.: Doran William Cannon, Leo Garen, Stephen Katz, Vernon Zimmerman. I.: Keith Carradine, Cristina Raines, Scott Glenn, Hilarie Thompson, Robert Walker Jr. 92 m. Color.
De entre las muchas y olvidadas
producciones independientes del espléndido Hollywood de los años 70, quizá una
de las menos conocidas y más merecedoras de rescate, especialmente para los
amantes del fantástico, sea Hex. Singular aportación al género del Weird
Western con aires contraculturales y netamente underground, propios
de algún Acid Western de Rudy Wurlitzer, el filme del exiguo y
televisivo Leo Garen (para los más curiosos, guionista también de ese clásico
colorido y oscuro al tiempo de los 80 que dirigiera Paul Michael Glaser, con
producción de Michael Mann: La banda de la mano/Band of the Hand,
1986) nos sitúa hacia 1919 en un pequeño pueblo de Nebraska, al que llega un
grupo de escandalosos motoristas, dirigidos por un supuestamente veterano
aviador condecorado en la Primera Guerra Mundial, Whizzer, interpretado por el
joven Keith Carradine.
Con sus ruidosas motos “primitivas”, este gang
que, como suele ocurrir en buena parte del wéstern revisionista y crepuscular de
los 70, tiene más en común con alguna comuna de beatniks o hippies que
con auténticos “pandilleros” de la época, sin ser tampoco precisamente ningún
“grupo salvaje” pronto se gana la enemistad de los conservadores habitantes de
la pequeña ciudad, tras una loca carrera con el único y presuntuoso dueño de un
automóvil en la zona.
Perseguidos por los agresivos rednecks,
los moteros sólo encontrarán refugio en una solitaria granja de las afueras,
donde viven dos bellas hermanas mestizas, Oriol (Cristina Raines) y Acacia
(Hilarie Thompson), hijas de un chamán nativo ya fallecido. Entre humo de
mariguana, situaciones cómicas y dramáticas, tensiones sexuales y de clase,
Oriol, auténtica y morena hechicera, empezará a eliminar mágicamente uno a uno
a los motoristas, decidida a quitar de en medio a cualquiera que se interponga
entre ella y Whizzer, del que se ha encaprichado, y muy especialmente a la
novia de este, China (Doria Cook-Nelson), a quien le reserva un tratamiento
mágico y lisérgico tan especial como macabro. Algo que la rubia y amable
Acacia, pese a verse agredida por el más violento y calentorro del grupo,
Giblets (Gary Busey), no ve con buenos ojos, aunque poco pueda hacer al
respecto mientras va cogiéndole más que cariño al bisoño Golly (Mike Combs), el
jovencito de la pandilla, un gafitas con aires de geek tímido y
sensible.
Película extraña donde las haya, que trata de capitalizar tanto la moda de las biker movies juveniles como el post-wéstern crepuscular, Hex salta de la comedia rural al terror psicodélico, con una atmósfera entre idílica, onírica y amenazadora, donde las tensas relaciones entre las dos hermanas medio indias prefiguran sin duda las de las protagonistas de Cuando fuimos brujas (The Juniper Tree, 1990) ―no sería nada raro que una cineasta con la carrera e inquietudes de la prematuramente fallecida Nietzchka Keene conociera la película―, traspasado todo por un hálito lírico casi de Folk Horror, no exento de pinceladas grotescas e irónicas.
Con un reparto excepcional (junto a Keith
Carradine y las dos bellas protagonistas, Scott Glenn, Robert Walker Jr. y Gary
Busey, todos escandalosamente jóvenes y atractivos, además de Dan “Grizzly
Adams” Haggerty en un pequeño papel), entre sus guionistas nos encontramos ni
más ni menos que a Vernon Zimmerman, futuro director de la joya de culto Fundido
a negro (Fade to Black, 1980).
Tanto por su estilo heterodoxo,
característico de la mejor época del Nuevo Hollywood, con cambios inesperados
de tono e inauditos giros de guion, como por su atmósfera entre poética y
grotesca, de genuino y siniestro realismo mágico en la Norteamérica profunda,
así como por su final tan sorprendente como amoral, Hex deviene perfecto
ejemplo de Acid Western en estado impuro. Una perla del mejor cine
verdaderamente independiente, polvoriento, agridulce y antiautoritario de la
época, sistemática e injustamente ignorada. Incomprendida por la crítica en su
día, despistada por un material promocional que anunciaba engañosamente una
película de terror más o menos convencional, sólo Norman Mailer, mire usted por
dónde, se dio cuenta de su atrevimiento y relevancia, considerándola una de las
diez mejores cintas estrenadas en 1973. Difícil de ver y encontrar, editada
solo en Estados Unidos en VHS y DVD, nos queda esperar que la vieja magia india
del Oeste funcione y que alguien la reedite pronto, por favor, en flamante
Blu-ray.
Jesús Palacios 😈
Que buena pinta!
ResponderEliminarA ver si la
Ojalá la encontremos, aunque sea en VHS
ResponderEliminarSaludos!