CÓMIC - "Yo, loco" de Antonio Altarriba y Keko | Rakel S.H.
¿Quién no tiene alguna tara, obsesión o fobia que tratar?
Por Rakel S.H.
Por Rakel S.H.
Desde que somos cerebros con patas (unos más, otros menos), nos subyugan y manipulan demonios que vociferan en el interior de nuestras torpes cabezas de simio evolucionado. No resulta descabellado plantearse que el hecho de haber alcanzado cierto desarrollo de la inteligencia fuera el origen de muchos de nuestros males mentales, pues no veo a ningún perro obsesionado con cerrar la puerta o bloqueado de terror ante una araña minúscula; además, si lo viéramos, sería sin duda por imitación y culpa de su compañero humano. Incontables son los obstáculos que encuentra cualquiera para la buena marcha de un pensamiento saludable. Cada vez nos resulta más difícil distinguir entre la melancolía de un día de hastío y una depresión de cojones o el estrés bueno del estrés malo (¿en serio el estrés puede ser bueno?) o la fobia social del "no me gusta la gente". Todo tiene su nombre, su etiqueta, hasta el miedo al mismo miedo: Fobofobia.
Nos hemos perdido en nuestras propias pesadillas y poco nos falta para aterrorizarnos por el simple hecho de respirar. Tal vez, el haberle dado nombre a cada tara, obsesión y fobia nos haya perjudicado más que beneficiado y, probablemente, sea más práctico salir a dar un paseo en un momento de angustia o tomarse unas cervecitas con los amigos cuando asoma la tristeza.
La realidad es que todos tenemos días malos, noches de insomnio, estrés por problemas que no tienen fácil solución,... El pasado, el presente y el futuro pueden ser motores de nuestra locura creciente o de nuestra huida desesperada en busca de una salida, según se mire. La vida a veces es un coñazo, esto es así. Te aseguras de cerrar la puerta mil veces, porque no tienes el control y sientes pánico hacia los payasos, porque... ¡has visto muchas películas de terror y sabes de qué son capaces!
Yo, loco, de los geniales Antonio Altarriba y Keko, nos presenta una historia que refleja todo esto y más, relacionando las tribulaciones y contrariedades de su protagonista, Ángel Molinos, con el interés de las farmacéuticas en alimentar hasta el infinito la lista de fobias y trastornos mentales. Vivimos el tiempo de las pastillas para dormir, para activarnos y afrontar con éxito el día a día, para reducir la ansiedad, los ataques de pánico, la depresión, estimulantes para el déficit de atención y el cansancio, antipsicóticos para todo, hasta placebos para las enfermedades psicosomáticas,... Es la era del ginseng encapsulado (para ser casi inmortal) y de los suplementos proteínicos para deportistas, de los esteroles y estanoles en yogur para reducir el colesterol y de los bífidus activos (que no sé cómo hemos llegado a sobrevivir sin ellos hasta ahora). La química forma parte fundamental de nuestras vidas como un engranaje sin el que parece que no podríamos funcionar, y así se muestran las farmacéuticas en Yo, loco, como un poder en la sombra otorgando nombres a la realidad de cada uno e incluso inventándolos, para que la gente pueda encontrar nuevas etiquetas con las que obsesionarse y auto-torturarse. Dominan nuestro sueño, nuestra alegría y nuestra calma, nuestros miedos y manías, nuestra adicción...
Altarriba nos guía de manera magistral en esta espiral a la locura inducida por un sistema caníbal que, para ejercer el control, acaba devorando a sus individuos; y a través de un lenguaje a la vez preciso y literario, a caballo entre el cómic de estilo francés y la novela negra americana, nos presenta un thriller crítico y perturbador.
Las sombras del siempre genial Keko nos arrastran hacia la percepción de la realidad del protagonista, que trata con todas sus fuerzas de romper con ese sistema y con su propio descenso a los infiernos del subconsciente. Las viñetas hablan por sí mismas y se pueblan de detalles para captar la atención del lector, como algún toque de amarillo que fractura el tejido de la realidad en blanco y negro y estimula la trama.
Ambos, guionista y dibujante, conforman una sola criatura en este cómic, complementando sus mentes y ajustándose a los delirios descritos e inventados, verdaderos y artificiales, de los hechos en la historia de Ángel Molinos, doctor en psicología, dramaturgo y trabajador en una unidad de trastornos mentales, de su enfrentamiento con las farmacéuticas y el sistema establecido y también, cómo no, de su propia cabeza alienada.
Altarriba nos guía de manera magistral en esta espiral a la locura inducida por un sistema caníbal que, para ejercer el control, acaba devorando a sus individuos; y a través de un lenguaje a la vez preciso y literario, a caballo entre el cómic de estilo francés y la novela negra americana, nos presenta un thriller crítico y perturbador.
Las sombras del siempre genial Keko nos arrastran hacia la percepción de la realidad del protagonista, que trata con todas sus fuerzas de romper con ese sistema y con su propio descenso a los infiernos del subconsciente. Las viñetas hablan por sí mismas y se pueblan de detalles para captar la atención del lector, como algún toque de amarillo que fractura el tejido de la realidad en blanco y negro y estimula la trama.
Ambos, guionista y dibujante, conforman una sola criatura en este cómic, complementando sus mentes y ajustándose a los delirios descritos e inventados, verdaderos y artificiales, de los hechos en la historia de Ángel Molinos, doctor en psicología, dramaturgo y trabajador en una unidad de trastornos mentales, de su enfrentamiento con las farmacéuticas y el sistema establecido y también, cómo no, de su propia cabeza alienada.
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