El juego del destino y la canción de vida y muerte | Rakel S.H.
Valar Morghulis
Pues no todos murieron en el último
capítulo y, ya fuera por los caminantes blancos, por el fuego de dragón o por
las traiciones entre casas, era algo que podía ocurrir. Una vez que llegó por
fin el invierno, se acabaron las quejas de los decepcionados y también los
lamentos por el término de la serie, quisiera hacer una reflexión más allá del
argumento épico de la misma. Como en la vida real, los personajes evolucionaron
a lo largo de la historia según las experiencias vividas. Tomaron decisiones
que les condujeron hacia un desenlace determinista, casi inevitable, como si la
mano del destino los hubiera colocado ahí, en ese punto, aunque de forma más o menos coherente. Algunos murieron,
otros, no, pero cada paso les llevó hasta algún lugar en sus caminos de
regreso, de caída, de triunfo, de avance hacia lo desconocido…
¿Qué hay de cierto en ese determinismo?
Cuando se elabora una historia, se
entiende que los personajes tienen una razón para existir en ella, un destino
inexorable al fin y al cabo. Quizá, en cuanto a esto, sí se separen la realidad
y la ficción. Aunque tiene lógica pensar que los actos y las circunstancias
conforman nuestros caracteres y los de los personajes ficticios, sin embargo,
nada garantiza un desarrollo coherente de los acontecimientos en el mundo real.
Arya, con sus rarezas, se convirtió
involuntariamente en una joven errante en un mundo hostil, se entrenó como
asesina gracias a su encuentro con Jaqen H’ghar y regresó con su familia como
una experta y necesaria guerrera, debido a sus obsesiones de venganza y la
firmeza de sus raíces. No obstante, ¿qué habría de condicionante en su propia
naturaleza para moverse en ese sentido, sobrevivir y acabar como una auténtica
exploradora en aquella hermosa escena del barco dirigiéndose hacia nuevos
horizontes? La pequeña Stark es un personaje interesante, al igual que su
hermana Sansa, la verdadera superviviente de la serie, tras los horrores
sufridos y superados hasta alcanzar el merecido nombramiento de Reina en el
Norte.
Es una historia de ficción, claramente,
aunque nos pese. En la realidad, no depende sólo de nosotros y de nuestra
resiliencia que las cosas nos salgan bien, mal o regular. No se trata de lo
mucho o lo poco que luches por tus sueños, como no se cansan de vendernos en
los libros de autoayuda y en las frases motivacionales de las redes sociales,
intervienen numerosos factores en el éxito o el fracaso de las personas reales
y algunos ni siquiera tienen que ver con lo lógico, lo coherente o lo justo. Difícilmente,
tu “casa” no condicione tus posibilidades o tu salud, las relaciones, tus
aptitudes o capacidades, el lugar de origen o los sucesos con los que lidies no
te dejen varado a un lado de ese camino épico y glorioso donde brilla el sol de
la mañana. ¿Puedes llegar a ser el héroe de tu vida y alcanzar tus sueños? Pues
depende. Te diría que si no tienes oído musical, no te dediques a la música,…
por favor. Y si tu sueño es arrasar una ciudad con fuego valyrio o con un
dragón, mejor quédate en casa. Ni todos los sueños son alcanzables, ni todos
son buenos sueños. En la ficción, aunque resulte verosímil y coherente el
desarrollo de los personajes __como debe ser__, y así refleje una cierta
linealidad y estructura lógica de la trama, no se espera que una maceta caiga
de pronto desde una ventana y termine con la vida de Jon Snow, aunque se lo
mereciera. ¿El destino será el proceso de la vida en continuo cambio según las
elecciones que tomemos y lo que nos suceda? ¿Un dios-escritor implacable que ya
tiene registrados nuestros fracasos? ¿O bien, el final del camino sea antes o
después, logremos nuestros objetivos o no? En cualquier caso, y sin conocer
posiblemente nunca la respuesta a estas preguntas, nuestra historia puede no
acabar dónde ni cuándo debiera, por ello, conviene sacarle el máximo partido a
esta aventura mientras seamos capaces de decirle al dios de la muerte:
"Hoy no".
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