DE VERDADES INCÓMODAS | Jesús Palacios
Libros 📚
LOS PENÚLTIMOS DÍAS DE LA HUMANIDAD. Ander Berrojalbiz, Javier Rodríguez Hidalgo. Pepitas de calabaza. Logroño, 2021. 113 págs.
Alguien tenía que hacerlo. Alguien tenía
que decirlo. Las medidas que se están tomando para “controlar” la pandemia de
la Covid19 son más que medidas: desmedidas. Y es una suerte para todos que
quienes se hayan atrevido no sólo a decirlo, sino a razonarlo y exponerlo con
tanta información como pasión, precisión y erudición al tiempo sean dos autores
y una editorial bien alejados de cualquier sospecha de connivencia con las
fuerzas reaccionarias de la derecha (extrema o moderada) o de profesar teorías
conspirativas delirantes, fácilmente ridiculizadas por el statu quo
informativo dominante. Tanto Ander Berrojalbiz, historiador de la heterodoxia
cultural vasca, moderno émulo de Barandiarán y Caro Baroja, como Javier
Rodríguez Hidalgo, cultivado ludita y experto traductor de las obras de Lewis
Mumford o E. M. Forster entre otros, son colaboradores habituales de la
editorial riojana “con menos proyección que un cinexín”, pero con más
valor y coraje que la mayor parte de sus contemporáneas independientes.
Caracterizada por su celo activista pero,
sobre todo, por su postura anarquista, libertaria, ecologista, antiautoritaria
y fundamentalmente humanista, Pepitas de calabaza, que lo mismo te publica a
Julio Camba que a Nelly Arcan, a Norman Cohn que a Max Stirner, a Alfred Jarry
que a José Luis Cuerda, a Dian Fossey que a Rafael Azcona, a Roland Topor que a
Emerson, a John Ruskin que a Ernst Toller, a Jan Švankmajer que a José
Santugini, a… En fin, paro ya, tan sólo para añadir que es también la editorial
que nos ha dado a conocer la monumental obra de Lewis Mumford, uno de los
pensadores más importantes del siglo XX, imprescindible para el XXI.
Lewis Mumford |
Pepitas de calabaza, decía, pone también
ahora en primera línea de librerías y escaparates (al menos así debería ser en
un mundo ideal) una polémica que a muchos, incluidos tanto el actual gobierno
del Reino de España como sus opositores, les gustaría, a los primeros, ignorar,
y a los segundos, monopolizar por completo: el hecho de que, en palabras de los
autores, “...la gravedad de la epidemia, innegable, no basta para amparar el
recorte de libertades por todas partes, y mucho menos aún el crimen que está
cometiéndose contra los más jóvenes.”
Los penúltimos días de la humanidad,
cuyo título parafrasea con una venganza un texto de Karl Krauss escrito a
finales de la Primera Guerra Mundial, con la brevedad y contundencia de la
mejor tradición opuscular, utiliza tanto los datos públicos al alcance
de cualquier interesado que quiera mirar donde hay que hacerlo como la
experiencia personal de sus autores, uno de ellos “atrapado” en Durango y otro
en Poitiers durante el confinamiento, así como un amplio arsenal de erudición
que abarca desde sus profundos conocimientos de filosofía, política e historia
hasta su inteligente manejo de la ciencia ficción distópica en su más florida
variedad (la que va de clásicos como Orwell y Huxley, pasando por Bradbury,
Dick y Le Guin, hasta llegar a su reificación comercial y normalizadora a
través de las novelas y películas juveniles de las últimas décadas),
desmontando por un lado la gestión autoritaria, restrictiva y anti-democrática
de buena parte de las arbitrarias medidas tomadas en nuestro país y el resto de
Europa para controlar la pandemia, mientras por otro sobrepasa ampliamente la
coyuntura vírica para, desde el pasado reciente al futuro próximo, mostrar la
deriva acelerada por la Covid19 o, mejor dicho, por su utilización, hacia un
totalitarismo de nuevo cuño, tácitamente sancionado por una población reducida
al miedo y la inercia, y encabezado por científicos, burócratas y tecnócratas
al servicio de una política de “sostenibilidad”, sostenible solo en virtud de
la reducción radical de los derechos individuales y la desaparición de la
“sociedad del bienestar”, a través del encierro voluntario (o de sus posibles
variantes futuras: el semi-encierro voluntario y el encierro semi-voluntario),
así como por la sustitución de las relaciones físicas interpersonales por la
conectividad virtual.
En definitiva, por la des-humanización de
los vínculos básicos que constituyen el fundamento de cualquier sociedad que se
quiera mínimamente humana. Implícita en esta toma de postura por parte de los
autores está la crítica al optimismo tecnológico y científico impostado con el
que los gobiernos actuales y sus cortesanos, bufones y Patronios pretenden
vendernos el futuro y comprar nuestras almas: posthumanismo, transhumanismo o,
como puede leerse en la publicidad de Bankia (antes Cajamadrid y hoy emporio
bancario junto a Caixa): “humanismo digital”, como si tal oxímoron fuera
posible o deseable.
Pese a sus escasas ciento y pico páginas, Berrojalbiz y Rodríguez Hidalgo se las apañan para comprimir tanta materia para el cerebro y el espíritu en su panfleto ―como panfletos fueron El manifiesto comunista o Una modesta proposición― que es imposible abordarlo aquí en su complejidad. Baste decir que sin compartir necesariamente al cien por cien todas sus tesis y posturas, se trata de un texto absolutamente indispensable en este momento para potenciar la recuperación del espacio crítico que nos ha sido arrebatado. Para obligar a los ciudadanos a que vuelvan a pensar por su cuenta y prescindan de consignas informativas, ideológicas y partidistas.
Los penúltimos días de la humanidad despoja a la derecha de la hegemonía crítica que está ejerciendo sobre la actual pauta autoritaria de nuestros gobiernos, que se propone sustituir, en el mejor de los casos, por un neo-liberalismo conservador con rasgos de darwinismo social exacerbado no menos inhumano y mortífero para el individuo. Pero también pone sobre el tapete sin eufemismos cobardes, excusas no pedidas ni circunloquios el papel que la izquierda actual está desempeñando en medidas presentes y futuras de corte estalinista y neomaoísta, inspiradas en una China capitalcomunista que reúne tanto la “mejor” gestión de la pandemia como el “mejor” control de la información y la población, propio de una dictadura totalitaria sin contemplaciones (como señalan los autores, la tendencia de los medios informativos controlados o afines al gobierno así como de muchos de los “comités de expertos” científicos convocados e invocados, a elogiar la gestión de la pandemia por parte no sólo de China, sino también de países tradicionalmente autoritarios como Japón o Corea del Sur resulta más que significativa… e inquietante).
Libro pequeño pero de gran calado, Los
penúltimos días de la humanidad está lleno de verdades incómodas. Incómodas
para esos héroes por un día, creados por los telediarios y los periódicos al
servicio del estado, que disfrutaron aplaudiendo en las terrazas y delatando a
paseantes a deshora o solitarios “criminales” desenmascarados (curiosa
inversión esta). Incómodas para esos ecologistas con un pie en la dictadura
científica como única salida a la crisis perpetua de la sociedad
post-industrial. Incómodas para una derecha que busca centralizar
paradójicamente el discurso de la libertad, frente a una izquierda que ha
decidido sacrificarla en aras de la seguridad o, en realidad, de una idea
de la seguridad como panacea universal, Santo Grial de la humanidad presente y
futura.
La explotación del deseo artificialmente
exacerbado en la ciudadanía hasta la hipérbole de seguridad, tranquilidad,
salud física y mental e incluso inmortalidad, autoriza implícitamente al estado
y su aparato tecnocrático, científico y panóptico a disponer de esta a su gusto
por su propio bien y sin necesidad de las más mínimas garantías
democráticas, en las que teóricamente basa el ejercicio de su gobierno, pero
que tan fácilmente han quedado en suspenso ante una pandemia de efectos
trágicos aunque sin duda no irreversibles. Al menos, antes de haber sido
transformada en vector acelerador de una transición no tanto verde o ecológica
como post-humana y tecnológica.
La completa medicalización de la vida del
individuo, de la cuna a la tumba. Su conexión cada vez más indispensable y
física a la interfaz digital creada, vendida e implementada por emporios
multinacionales transversales, verdaderos gobiernos a plena luz del día de
quienes nuestros estados son vasallos fieles y serviles a cambio de verse
apoyados a su vez por estos (las campañas Trump/Biden se ganaron y perdieron en
las redes). Estas y otras nefastas consecuencias de la trayectoria de la
sociedad industrial en sus últimas décadas, se han visto aceleradas,
confirmadas y, peor aún, blanqueadas y justificadas por la gestión de la
Covid19 en España y Europa, mucho más vírica, dañina y con efectos más
desastrosos que la propia gripe en sí.
El libro de Berrojalbiz y Rodríguez Hidalgo expone y explica de forma transparente, racional y bien argumentada, cómo la gobernanza fundamentada en el principio de una suerte de “estado de alarma permanente” o al menos latente, además de posibilitar la erradicación y el rechazo de cualquier discurso crítico hacia esta, basado en su reductio ad absurdum (considerando que toda oposición a la política de gestión del virus es sinónimo de conspiranoia, negacionismo e incluso fascismo, es decir: todo lo que este libro no es), se convierte en el mecanismo perfecto para aplicar medidas que otrora habrían sido impopulares, anti-democráticas y totalitarias. Todo ello (patada en la puerta incluida) bajo el disfraz de su necesidad perentoria, de la protección del ciudadano hasta de la propia naturaleza contingente de su existencia (e incluso, si dejamos la última palabra a las narrativas utópicas tecno-científicas de moda, de la misma muerte), y de su inevitabilidad de facto (la revolución a través de Internet será siempre tan imposible como virtual).
Los estados modernos occidentales, especialmente los europeos, basados en predicciones científicas tan dudosas como discutibles acerca de las cuales ni siquiera otros científicos tienen permiso para dudar o discutir, han comenzado ha implementar una Nueva Realidad donde las tendencias autoritarias de la izquierda y la derecha confluyen hacia un mismo fin: la gobernabilidad en función de un permanente estado de alarma. Desde la Guerra contra el Terror que siguió al 11-S, articulada por el gobierno republicano de Bush y que el demócrata Joe Biden ratificara bombardeando Siria a renglón seguido de ser elegido para alborozo de liberales e izquierdistas, hasta la perversa instrumentalización de la “violencia de género” o “violencia machista” como una “epidemia” que algunos políticos aseguran podrán erradicar “por completo de nuestro vocabulario”, utilizando para ello, por supuesto, medidas inconstitucionales que, a la luz de las últimas estadísticas y de los estudios de varios expertos y expertas en Derecho no han disminuido su incidencia ―“Las leyes contra la violencia de género constituyen, por tanto, en sí mismas un factor productor de violencia contra las mujeres. De ahí que afirmemos que una gran profusión legislativa no significa una mayor protección de los intereses de las mujeres (incluso puede ser a la inversa: que produzca restricciones en la protección frente a la violencia de género).” (Juana María González Moreno: “Las leyes contra la violencia de género en España. Una revisión desde la teoría jurídica feminista”¹)―, pasando por otros numerosos ejemplos pequeños y grandes (de las nevadas en Madrid el pasado invierno, convertidas en temporal apocalíptico por los medios autodenominados informativos, al recordatorio del 40 aniversario de la crisis sanitaria provocada por el envenenamiento con aceite de colza, subrayando sus superficiales y falaces características epidémicas), todo, tal y como predicen Berrojalbiz y Rodríguez Hidalgo, permite suponer que el futuro será un presente perpetuo de crisis sanitarias, ecológicas, políticas, económicas e incluso, ¿por qué no?, morales, que “combatiremos” (por seguir utilizando la retórica bélica tan del gusto de los primeros meses pandémicos, abandonada en cuanto fue señalada por contraproducente, como el ya desterrado discurso sobre la Nueva Normalidad, que olía demasiado fuerte a distopía y Nuevo Orden) con cada vez mayores restricciones a la movilidad, la interacción social, personal y familiar, la independencia de pensamiento, palabra, obra y omisión, “felizmente” compensadas por la infinita accesibilidad a Internet (ningún hogar, aula o chabola sin su PC, su tablet y sus móviles), con su maravilloso mundo de experiencias vicarias, tele-trabajo y, por supuesto, tele-control de la más mínima de nuestras acciones o movimientos.
Aunque no estés de acuerdo con este texto, aunque tengas la tentación de llamarme fascista, reaccionario o anarquista irresponsable, haz caso sólo al menos de una cosa: lee Los penúltimos días de la humanidad. Te harás un favor a ti mismo (misma o misme, lo mismo me da).
Jesús Palacios 😈
¹ https://www.researchgate.net/publication/237308354
https://www.pepitas.net/libro/los-penultimos-dias
A mi lo de la verdad me suena a testigos de Jehová 😎
ResponderEliminarMagnífico artículo. Lo he terminado hace un par de días y no puedo estar más de acuerdo con el libro y con esta publicación. Y sí, alguien tenía que decirlo.
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