PESADILLAS HÚMEDAS | Jesús Palacios


Incubus is an allegory of sex as a destructive force which, of course, it can be sometimes, as well as a joyous, life-renewing power. This negative aspect of sex is summed up in Chapter 30 when Dr. Jenkins, who has had one drink too many, says that sex is “All mixed up with romance and love and poetry on one side, and on the other side, it’s all dark and ugly jealously. frustration, rape, sadistic masochism, every conceivable kind of perversion and unhappiness. Motive for murder, cause of war, lies, deceit, pain. Yes, Lord,” he says. “You really fucked up that one´”.

Ray Russell sobre su novela Incubus (1976)

 

EL ÍNCUBO (Incubus). Canadá, 1981. 93 m. C. D.: John Hough. G.: George Franklin, según la novela de Ray Russell. I.: John Cassavettes, John Ireland, Duncan McIntosh, Helen Hughes, Erin Noble.

 

Segunda versión de La pesadilla, también llamada El íncubo, realizada por Johann Heinrich Füssli (Henry Fuseli), 1790-1791
 

Siempre me ha parecido inquietante y al tiempo hermoso que en italiano la palabra que se utiliza para “pesadilla” sea, ni más ni menos, que “incubo”. Que el lenguaje común y corriente guarde el recuerdo de un término demonolátrico, por mucho que su origen etimológico sea el latín incubare o “yacer sobre”, del que procede igualmente la palabra “incubar”, posee un encanto inefable que combina lo satánico, lo erótico y lo práctico de forma inextricable. Basta aquí recordar someramente que tanto “íncubo” (que en castellano se acentúa como buena esdrújula que es) como “súcubo” denominan las formas masculina y femenina respectivamente de un tipo de demonio que mantiene relaciones sexuales con sus víctimas humanas, generalmente en medio de la noche y a través del sueño natural o provocado. Su finalidad no es sólo arrastrar al hombre y la mujer hacia el nefando pecado de yacer en coyunda con el infierno, a menudo por medio de la fuerza pero también de la más satánica seducción, sino además procrear ocasionalmente para sembrar así la semilla del diablo sobre la Tierra. Asociados con la brujería, las misas negras, el satanismo y la magia sexual, íncubos y súcubos ocupan una esquinita más bien exigua dentro del cine de terror, prescindiendo por supuesto de su presencia en el porno o el hentai, estando asociados casi siempre a la exploitation más descarada y generalmente directa a vídeo (Demon Queen, 1987; Temptress, 1995; Succubus: Hell Bent, 2007…), cuando no en tono claramente erótico-festivo y de comedia splattstick, como en la reciente e irregular Porno, 2019.


Póster de Porno (Keola Racela, 2019)

 

Otra característica del subgénero es, por supuesto, el predominio de súcubos de buen ver por encima de sus gemelos machos. Sería absurdo negar que el cine de terror y, en particular, el de exploitation, ha tenido a lo largo de las décadas como principal destinatario al espectador masculino heterosexual y, en muchas ocasiones, joven o adolescente, por lo que el atractivo de guapas y neumáticas diablesas luciendo sus encantos gana la batalla por el alma del fan del horror sin mucha complicación y con pocas excepciones. Incluso en una película de culto donde el ataque sexual proviene de un íncubo (o al menos de una entidad que se comporta como tal), la clásica producción paranormal El ente (The Entity, 1982), según la novela de Frank de Felitta, el hecho de que el espíritu sea invisible invita sin pudor a la exclusiva contemplación de la sensual y madura Barbara Hershey siendo violada, antes que a la contemplación de su totalmente anónimo y translúcido violador sobrenatural.

 

Barbara Hershey a merced del íncubo en El ente (The Entity. Sidney J. Furie, 1982)
 

Posiblemente El ente sea una de las escasas películas de terror mainstream que han tocado nunca mejor dicho el tema del espíritu diabólico masculino que toma por asalto y fuerza sexualmente a una mujer (o varias). La otra es, por supuesto, El íncubo. Oscuro y polémico clásico de la llamada canuxploitation, El íncubo ha sufrido desde el mismo día de su estreno la consecuencia de abordar con cierto detalle gráfico, propio del género de horror y sin exceder nunca sus límites, la historia de un demonio que viola brutalmente a sus víctimas en serie, provocando en casi todos los casos su muerte debido a la violencia de sus ataques. Tan desagradable sujeto (y no me refiero al íncubo, sino al sujeto argumental) provocó y sigue provocando en algunos un rechazo más visceral y moral que cinematográfico de lo que no es sino un excelente slasher sobrenatural, dirigido con estilo y contundencia por todo un experto en el género, el británico John Hough.

 

Master of Horror John Hough dirigiendo a Christopher Lee y Bette Davis en Los pequeños extraterrestres (Return from Witch Mountain, 1978)


Veterano de la Hammer más erótica (Drácula y las mellizas, 1971), capaz de introducir el thriller de ciencia ficción y el suspense más inquietante en el seno de la mismísima Disney (La montaña embrujada, 1975; Los pequeños extraterrestres, 1978, y, sobre todo, Los ojos del bosque, 1980) y a quien se debe uno de los mejores ejemplos de terror paranormal y casa encantada de la historia del cine, según novela y guion de Richard Matheson: La leyenda de la mansión del infierno (1973); pese a todo ello, o quizá precisamente por ello, la crítica se ha mostrado siempre o casi siempre injustamente ciega a las muchas virtudes de El íncubo que, se diga lo que se diga, constituye un estupendo ejemplo de thriller ocultista, al que no le faltan detalles estilizados como la aparición del famoso lienzo de Fuseli La pesadilla, clásica imagen del íncubo donde las haya.


El íncubo dentro de El íncubo: John Cassavetes y La pesadilla de Henry Fuseli


Con base en una novela de Ray Russell, uno de los grandes olvidados en nuestro país por el mundo editorial, escritor y guionista de cine coetáneo y equiparable a Matheson, Robert Bloch o Fritz Leiber, El íncubo, pese a estar rodada cerca de Toronto, se desarrolla en una pequeña ciudad imaginaria de Wisconsin, cuyo nombre, Galen, que es también el de los eméritos fundadores de la misma y su actual descendiente, la matriarcal Agatha Galen, evoca no por casualidad el de Salem, la ciudad de las brujas. De repente, en mitad de un apacible verano, comienzan a sucederse una serie de brutales ataques sexuales que, además de dejar a sus víctimas directas sin vida o a las puertas de la muerte, en el mejor de los casos, suelen también acabar con sus parejas masculinas o con cualquiera que se interponga en el camino del violador. Tras examinar a la víctima superviviente del primer asalto, el Dr. Sam Cordell (estupendo John Cassavettes), viudo atormentado que vive junto a su hija adolescente, Jenny, comienza a sospechar algo más que simple juego sucio, lo que parecen confirmar las autopsias de las siguientes víctimas.



Hay algo que no encaja no sólo en la brutalidad y violencia de los asaltos, sino en los restos de semen dejados por el culpable. Mientras el doctor y el sheriff del pueblo, interpretado con propiedad por el veterano John Ireland, investigan, la hija del primero descubre que los crímenes pueden estar relacionados con la peculiar condición psíquica de su novio, Tim Galen, nieto de la matriarca del pueblo, quien sufre horribles pesadillas que coinciden, misteriosamente, con los ataques del violador. Pese a las reticencias de los agentes estatales enviados para solucionar el caso, el Dr. Cordell, con la ayuda de la periodista Laura Kincaid (atractiva e inquietante Kerrie Keane), quien acaba de volver para encargarse del periódico que ha heredado, se halla cada vez más convencido de que algo sobrenatural está actuando en las calles, quizá relacionado con el pasado de la familia Galen, famosos “cazadores de brujas”, así como con las pesadillas de Tim y con el hecho de que treinta años antes sucediera una oleada similar de salvajes violaciones en la zona. Abandonado por el sheriff, ridiculizado por los agentes del gobierno y enfrentado a la feroz oposición de Agatha Galen, el Dr. Cordell intentará un último experimento para frenar los diabólicos crímenes sexuales que están sembrando de miedo y muerte la ciudad.

 


Atrapada entre los estertores del cine satánico, ocultista y paranormal de los años 70, y el boom de la moda slasher de los primeros 80, El íncubo juega eficazmente ambas cartas, construyéndose en buena parte como un thriller sobrenatural clásico, entretejido visual y narrativamente con una serie de ataques sangrientos filmados en la mejor tradición del giallo y el slasher, que sin resultar particularmente excesivos, impactan con fuerza en el espectador. Como en muchas de las mejores películas de la época, en El íncubo vemos menos de lo que creemos ver, pero lo que se ve es suficientemente gráfico para conmocionar nuestra retina.



Aunque la investigación avanza a veces un poco a saltos, y varios elementos de la trama no se desarrollan quizá lo que sería de desear, la acción se beneficia de ello, pues el suspense apenas da tregua y no hay un sólo momento de aburrimiento durante la hora y media de metraje. El reparto, amén de excelente, resulta más que apropiado y no sólo Cassavettes, que al parecer reescribió e improvisó parte de sus diálogos, excede lo esperable en una producción comercial de género, sino que también el atractivo Duncan McIntosh, actor canadiense de escasa pero interesante carrera, aporta una presencia entre desvalida y amenazadora perfectamente calculada para mantener sobre su cabeza gravitando la sombra de la duda.

 

Tim Galen (Duncan McIntosh): ¿víctima o culpable?

También destacan especialmente la televisiva Kerrie Keane, en el ambiguo personaje de periodista enfrentada al machismo que la rodea, así como en el papel de la siniestra Agatha Galen la veterana Helen Hughes, a quien todavía le quedaba una larga carrera por delante (fallecería en 2018 con cien años, tras haber interpretado más de medio centenar de personajes en cine y televisión).

 

Laura Kincaid (Kerrie Keane): ¿la aliada feminista?

Agatha Galen (Helen Hughes): la matriarca y sus secretos


Ninguno de los reproches que se le hicieron y se le siguen haciendo al filme de Hough se sostiene, al menos desde el punto de vista de un genuino aficionado al terror. La mezcla de temas y géneros (whodunit, thriller, horror sobrenatural, exploitation, brujería, slasher…) no es, por supuesto, ningún defecto, sino todo lo contrario, al igual que situarse en el peculiar cruce de caminos entre las décadas de los 70 y 80 no hace sino enriquecer su forma y contenido. Si por una parte funciona como clásica historia de suspense satánico, con estructura de investigación y estilo sobrio, realista y relativamente serio, aunque abuse a veces de los tropos visuales de los 70 (gran angular, deformación de la imagen...) por otra podemos disfrutar ya con momentos agradablemente horteras y videocliperos, como las imágenes de la banda de hard rock británica Samson, con el mítico Bruce Dickinson antes de Iron Maiden, extraídas del filme inédito entonces Biceps of Steel, rodado por Julian Temple hacia 1980, que sirven de telón de fondo a uno de los brutales ataques del monstruo en el interior de un cine.

 

Satán los cría y… Aparición inesperada de Bruce Dickinson en El íncubo




Si a todo ello le sumamos el convincente diseño de la criatura, una vez esta se muestra, la estupenda banda sonora, así como el impactante, cortante y sorprendente final (esta es de las que acaban bien), El íncubo debería ser considerada como un verdadero pequeño clásico del género, amén de una de las mejores de entre las escasas películas consagradas al peculiar personaje del demonio sexual.

 

 

Por supuesto, El íncubo es (relativamente) perversa, sórdida (en el sentido del término inglés, siempre más apropiado, sleazy) y “desagradable”. Se muestran, fundamentalmente fuera de campo, más violaciones que en tres películas juntas de Sam Peckinpah y, sobre todo, se habla de ellas: se describe el estado de las víctimas, con el útero destrozado, los órganos sexuales desgarrados, desangradas hasta morir e impregnadas por un semen de color y en cantidad antinatural.

 

Fotocromo italiano de la película: pura exploitation

Incluso la naturaleza cambiaforma del íncubo en cuestión da lugar a especulaciones eróticas tan provocadoras como ambiguas, y, desde luego, no falta la exhibición relativamente generosa de carne femenina en los ataques de la criatura, en la tradición del slasher del momento, mientras el atractivo del joven Tim aporta también a su vez el inevitable y necesario elemento homoerótico característico. Por supuesto, es de esperar que a quien no sea aficionado al género la película le disguste o repugne. Pero… ¿Por qué tantos críticos especializados o aficionados de entonces y de ahora la rechazan irracionalmente? Me gustaría que alguno de ellos nos explicara cómo se puede abordar un filme de terror satánico sobre los crímenes de un íncubo sin caer en “el mal gusto”. Aunque dudo que si tal cosa fuera posible, el resultado cinematográfico mereciera la pena, al menos para mí.

 


El íncubo, ¿en los límites del buen gusto? ¿Del buen gusto de quién?


La valoración crítica y puntuación de la película en muchas (aunque no en todas, por fortuna) de las típicas webs, páginas y blogs de Internet que acapara El íncubo (5,5 en IMDB, 5,6 en Filmaffinity) no es sólo engañosa, impropia e injusta, sino una muestra más de cómo se tiende a juzgar, hoy como ayer, productos cinematográficos a través del velo y el celo moral, ideológico e incluso religioso (¿no son todos al final lo mismo ?), en lugar del estrictamente artístico, amén de una evidencia todavía mayor de la hipocresía que caracteriza cierto sector del fandom, la cinefilia y la cinefagia, que no duda en considerar filmes coetáneos como Vinieron de dentro de… (1975) o Rabia (1977) de Cronenberg obras maestras mientras rechaza (finge rechazar o, peor aún, se autoconvence para rechazar) El íncubo por su misoginia, mal gusto, explotación y exhibición de la violencia sexual. Curiosamente, Cronenberg fue uno de los nombres barajados para dirigir, precisamente, El íncubo. Nunca sabremos cual hubiera sido el resultado, pero sí que hoy sería considerada sin duda película de culto y joya del género. Seguramente por muchos de los que en su momento la hubieran también condenado por misógina, sexista y sádica (como ocurriera, de hecho, con títulos como Vinieron de dentro de…, Rabia e incluso Cromosoma 3 (1979) en su estreno). Los tiempos cambian, la hipocresía no, y hoy goza, sin duda, de mucha mejor salud que el cine.

 


Sea como fuere, si eres aficionado al thriller ocultista, el slasher y el terror satánico, esta es una película de visión obligada y disfrute asegurado.

 


Portada de la edición italiana de la novela original de Ray Russell

Jesús Palacios 😈


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